Este año se ha publicado al fin en castellano ‘The Haçienda, cómo no dirigir un club’, un libro cuya primera edición en inglés data de 2010 y de la que ya os hablamos hace unos meses con motivo del 30º aniversario de aquella obra maestra llamada ‘Technique’. Se trata de su relato de primera mano sobre la creación del que ha sido uno de los clubs más influyentes de la historia. En él narra cómo los miembros de New Order unieron fuerzas y financiaron repetidamente este entrañable antro, construido bajo la influencia del neoyorquino Danceteria (hay cameo de Madonna), con el arquitecto Ben Kelly, la presencia de Tony Wilson, el DJ Mike Pickering o la colaboración estética de Peter Saville.
‘Cómo no dirigir un club’ es una cronología anual de The Haçienda desde su nacimiento a su desaparición, y una de las bazas de su ágil ritmo es la inclusión de un listado de los impresionantes artistas que pasaron por allí pinchando o actuando. Básicamente se nos está contando la historia de la música pop de Reino Unido desde James, Orange Juice y los Smiths (que no son muy santo de la devoción de «Hooky») hasta el Brit Pop de Manic Street Preachers y Oasis, pasando por supuesto por el acid house que tan importante fue en el desarrollo artístico de los propios New Order.
Pero el libro tiene también el detalle de incluir los libros de cuentas anuales con la tesorería y ahí es donde se hace evidente el desastre, el agujero negro de fondos que representaba el club. También el relato por supuesto: todos esos camareros robando cervezas no en botellas sino en cajas a diario, la ausencia de presupuestos o contabilidad sensatos ni siquiera para los pasos más básicos, el desconocimiento de lo que significa la palabra IVA, la absurda lista de invitados, la crisis inmobiliaria… Siempre ha habido cierto mito en torno a The Haçienda, máxime después del éxito de la película ’24 Hour Party People’, y uno de ellos era el desastre financiero que fue. El libro prueba que en este caso el mito sí estaba a la altura de la realidad, y no es para muy bien.
Hace unos años publicamos un artículo llamado «Los indies son pobres porque quieren» que se ha quedado bastante obsoleto, pues cuando se escribió ni siquiera había Spotify ni las redes sociales son lo que hoy, pero que en su momento quería denunciar cómo algunos artistas independientes españoles desperdiciaban parte de su potencial con una mala promoción o desganada gestión, que en aquellos momentos comparábamos con la aparente disciplina británica. Pues bien, este libro viene para revelar que en todas partes cuecen habas y que durante décadas en este club la organización fue tan cafre y cuñada como la que más, ni siquiera en pos de lo artístico y mucho menos del más mínimo sentido común. El mito es poco para la colección de anécdotas que encontramos en este libro y que nos hablan de cómo The Haçienda se fue acercando poco a poco a la quiebra, sin que nadie sea capaz de comprender por qué esta no se produce años antes. ¿Tan ciego estaba Bernard Sumner?
Hay algunas que otras decepciones en «Cómo no dirigir un club», pues ni ahonda en lo personal acercándote de ninguna forma o manera al interior de Peter Hook como sí lograba el libro de Brett Anderson; ni tampoco narra con demasiado detalle la evolución de las tendencias musicales en Reino Unido. Además, el artista no es conocido ni parece que vaya a serlo por la mordacidad que ha tenido siempre Morrissey cada vez que abría la boca. Te tienes que reír cuando comenta que The Haçienda tenía que haber sido siempre un club gay porque «los gays huelen bien y no se meten en problemas», pero lo suyo es algo más gañán. En ese sentido y a tenor de esas históricas aventuras kamikazes y cuasi criminales vividas tanto en Mánchester como en Ibiza, lo malo es que Peter tampoco puede contar todo sobre ellas, pues en algunos casos no las recuerda de lo colocado que iba. Igual habría sido una opción ficcionarlas, cual Chimo Bayo en su libro sobre la ruta del bacalao.
«The Haçienda» es por tanto mejor cuando sirve para mitificar una escena si la desconocías y para desmitificarla si la tenías idolatrada, pues una cosa que sí hace bien Hook es equilibrar la balanza entre los dos extremos. No hay más que ver el modo en el que habla de la delincuencia, las bandas, el tráfico de drogas o la posesión de armas en una ciudad que muchos jóvenes fans de la música pop teníamos mitificada. Él mismo se extraña de estar vivo y de no haberse llevado a nadie por delante. ¿De verdad que ‘First of the Gang to Die’ estaba basada en Los Ángeles? 7.