Y es que cumbias, chichas y sones varios son los ritmos que mandan en este nuevo trabajo de Niño de Elche, ejecutados de una manera bien iconoclasta y con la visión única de Contreras, que encuentra en aquellos conexiones con tangos, peteneras, seguiriyas, saetas o pregones. Y no sólo eso, sino que además establece un puente tan improbable como el de la ‘Colombiana vasca’, dando, de la mano de la bertsolari Maialen Lujanbio y el improvisador vocal vasco-francés Beñat Achiary, con recovecos que deja claro que aquel intercambio de folclores no se circunscribió únicamente a los puertos andaluces. Como trasfondo lírico, ‘Colombiana’ pretende ser un sopapo al supremacismo colonial, avergonzar al supuesto primer mundo por lo esquilmado de aquellos países tanto en lo cultural como en lo económico y social, buscando, quizá, un acto simbólico de justicia.
Pero, toda esta base teórica y práctica, ¿cómo se traduce en cuanto a emoción y/o entretenimiento? Pues la verdad es que lo hace de manera dispar. Del mismo modo que la discutible ‘El muermo’ descolocaba en buena medida y ‘El pregón de los caramelos’ encandilaba con mucha más facilidad, todo ‘Colombiana’ mantiene en buena medida esa ambivalencia entre desconcierto y seducción. Así, números como la citada ‘Colombiana vasca’ tienen más interés como planteamiento artístico que gancho real, mientras que ‘Ni chicha ni limoná’ (que convierte una vieja rumba en un número tan punk como aquel primer adelanto sobre el síndrome de abstinencia) y las desquiciadas ‘Peteneras mexicanas’ (que, de hecho, es un canto tradicional azteca), perpetradas con Los Piraña –grupo paralelo del Meridian Brother– y la voz de Daniela Sanmiguel, tienen mucho de burla.
Del lado de lo mágico, en cambio, se sitúan el preciosísimo final ‘Flor-canto’, con giros criollos para los versos sobre flores y especias del poeta nicaragüense Eduardo Cardenal, los (casi) convencionales cantes de ‘Cabales americanas’ –que es justo eso: esa vertiente de las seguiriyas interpretada a paso de son cubano un tanto mutante y la atonal y triste relación de ‘Los esclavos’, y cómo se va convirtiendo en un número casi bailable. Y también hay un espacio entre ambos extremos: ahí, en el punto de encuentro cultural más libre, los agitados ‘Tangos de la ayahuasca’ –con versos de Antonio Escohotado y algo de chamánico en el spoken word del Niño– y una ‘Oración militar’ totalmente descacharrante que lleva un himno legionario de la saeta al gabber resultan a la vez descoyuntados y seductores.
‘Colombiana’ es una nueva muestra de la visión creativa totalmente desprejuiciada de Niño de Elche, ante cuya valentía hay que descubrirse una vez más. Sin embargo, juzgando esta obra por lo convincente de sus resultados reales, no sólo por su propósito y planteamiento, cabe entenderla más como un disco de transición hacia una identidad renovada que como un trabajo decisivo en su carrera.
Calificación: 6,9/10
Lo mejor: ‘El pregón de los caramelos’, ‘Flor-canto’, ‘Los esclavos’
Te gustará si te gusta: la world music, los creadores iconoclastas y sin prejuicios.
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