Estrella Fugaz emplean a ‘Max (Rockatansky) y Ellen (Ripley)’ como símbolos de la inocencia perdida

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Estrella Fugaz emplean a ‘Max (Rockatansky) y Ellen (Ripley)’ como símbolos de la inocencia perdida

Estrella Fugaz es el proyecto con el que Lucas Bolaño –acompañado de manera regular por el batería Ricardo Ramos– se ha destapado como una de las voces más interesantes y personales del actual panorama independiente de nuestro país. Su primer disco, ‘Un sendero fluorescente‘, es un trabajo soberbio que viene a recordarnos la importancia del underground como caldo de cultivo de propuestas verdaderamente excitantes y emocionantes, cuando el mainstream y el supuesto indie han borrado sus límites. Lo hace con canciones fantásticas que proyectan algo de nosotros aún partiendo de situaciones personales muy íntimas.

Tal es el caso de ‘Max y Ellen’, uno de los temas destacados del álbum –como también lo son ‘Fin de año’, ‘Alegría’ o ‘El verano español‘, del que ya os hablamos tiempo atrás– que hoy recuperamos como Canción del Día, coincidiendo con la actuación que Estrella Fugaz harán esta noche en Ídolo Club (Sala Alevosía) de Madrid –y preámbulo a la fiesta de su sello, Caballito Records, que se celebra el 25 de octubre en Espai Zowie de L’Hospitalet de Llobregat, Barcelona–.

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‘Max y Ellen’ brilla rápidamente más allá de su contexto lírico: parte de un arpeggio de guitarra acústica envuelto en un sintetizador agudo y machacón, sobre el que irrumpe la voz de Lucas junto a unas percusiones electrónicas sutiles, que apenas interrumpe su letanía en versos que se funden con su estribillo. Pero, en medio de la canción, irrumpe un bajo atronador y una suntuosa batería real que propulsa el tema a una órbita musical que ocasionalmente comparten La Estrella de David y Animal Collective.

Y también Gúdar, Pavement, ‘Mad Max‘ y ‘Alien‘ –los nombres de su título no son otros que los de Max Rockatansky y Ellen Ripley, protagonistas de esas míticas películas de ci-fi de los 80–, el consumo de hachís, las cassettes, los lapiceros Noris, el walkman, ‘Doctor en Alaska’ y los primeros escarceos sexuales. Todas esas imágenes tan entrañables para los que las vivimos como parte de nuestra infancia/adolescencia/juventud, conectan con la historia que Lucas nos cuenta aquí, la de una relación que quedó atrás en nuestra vida y que se reaviva inevitablemente con el paso (y peso) inexorable del tiempo y sus consecuencias: la muerte de un padre, por ejemplo, ejerce de resorte para el reencuentro con esa persona, con prácticamente el mismo efecto que un viaje en Delorean.

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