Vuelve el rock, es un hecho. Mientras que el pop comercial ha engullido los modos del trap, el urban y el R&B alternativos, en la escena independiente no paran de bullir grupos de chavales y chavalas que le vuelven a dar a las guitarras. Con Carolina Durante como mayor exponente de hasta qué punto sigue triunfando el rock ruidoso con cierto ascendente punk, grupos como Mujeres, Camellos, Hinds, Ginebras, Medalla, Pantocrator o Melenas refrendan esa idea. Los nuevos héroes de esa saga llegan ahora desde Barcelona, son un trío (también muy joven) y se llaman Diamante Negro. [Foto: Intromúsica.]
«Un fisioterapeuta, un enfermero y un técnico de sonido. Dos de ellos fueron amigos y luego compañeros de escenario y al otro lo conocieron (…) en las caóticas noches de fiesta de la capital catalana. (…) Basan su música en la libertad y en la ausencia de límites, y pueden disfrutar tanto con el punk, con el pop o con el jazz». Esta es, grosso modo, la filosofía que resume lo que son Diamante Negro en la bio de ‘Mercurio retrógrado‘, el EP con el que debutaban el año pasado en The Yellow Gates Records (Alavedra, Pantocrator, Ominira) y que sentaba sus bases sonoras en temas como la contundente ‘KEXP’ («Mi sueño es tocar en KEXP / Po po po pó, popopopó») o la más sinuosa ‘Abrazos’.
Ahora, bajo el auspicio de Intromúsica (Chucho, Dorian, Tulsa), anuncian la próxima publicación de un nuevo disco corto titulado ‘Cortes’ no por nada: «Cuatro puñetazos que destilan rabia, frustración, sufrimiento y millennialismo frente a los problemas que se presentan en su día a día. Problemas que pueden ser rasguños, moretones o simplemente nada. Para Diamante Negro este EP es algo más profundo que un rasguño pero menos grave que una herida» y por eso lo titulan así, ‘Cortes’. Y su primera muestra la estrenamos hoy en JENESAIPOP. Se trata de ‘Vista desde la ventana en Le Gras’, uno de esos golpes que, en tan solo minuto y medio, nos clava su gancho (el que repite su título, rematado por la coletilla «ahora está de moda Instagram». En tan breve espacio de tiempo, con solo dos versos y dos coros, se plantea la paradoja de nuestra existencia efímera, a la vez que se traza el egocentrismo recalcitrante («No puedo ser fan de ningún grupo / Ya solo escucho la mierda que escupo / Me da vergüenza reconocerlo: / sólo mis temas me ponen cerdo»).
Todo esto lo plasma en un videoclip de una manera muy personal el artista Pablo Carpal, que explica muy bien su trasfondo lírico y el por qué del uso de esa obra crucial de la fotografía que titula la canción: «Joseph Nicéphore Niépce capturó en 1826 las imágenes que se veían desde su ventana en Le Gras y el resultado es la fotografía más antigua que se conserva. A principios del 2000, muchos de nosotros imaginábamos el futuro Internet en la línea de ‘Second Life’: dedicaríamos nuestro tiempo a controlar avatares 3D -no necesariamente creados a nuestra semejanza- y viviríamos en casas poligonales inmensas con vistas a ciudades imposibles. A día de hoy, aquello que hizo por primera vez Niépce hace casi dos siglos se ha convertido en nuestra práctica digital diaria: capturar compulsivamente nuestro entorno para después publicarlo en redes con el afán de convertir lo ordinario en algo extraordinario. Entre Instagram y estos entornos tridimensionales no hay tanta diferencia: con más o menos descaro, estas plataformas reflejan nuestra tendencia a la artificiosidad. Esa casa de 1826 cuya vista es historia de la fotografía ha saltado por los aires y, al igual que algunos cuadros de Magritte, sus ventanas están flotando en el cielo».
Aunque es incierto lo que pueda suceder con esos conciertos dada la situación actual de estado de alarma en España, sus fechas abriendo precisamente para Camellos en Madrid y Barcelona parecen seguir en marcha: de suceder, serían el 23 de abril en Ochoymedio Club de Madrid y el 24 de abril en La [2] de Apolo, en Barcelona.