Cómo vivir en el campo / Siempre te he amado, nunca he…

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Cómo vivir en el campo / Siempre te he amado, nunca he…

Antes de que nadie nos lo diga, somos perfectamente conscientes de que el título exacto del cuarto largo de los madrileños Cómo vivir en el campo es ‘Siempre te he amado, nunca he dejado de quererte, toda mi vida es para ti’. Casi nada. Uno sospecha que, además de lirismo, tras esa retahíla de tópicos de romanticismo exacerbado hay también algo de retranca: el trío formado por Pedro Arranz, Carlos Barros y Miguel López se habrá echado alguna risa viendo cómo descoyunta maquetaciones de publicaciones de papel (las que quedan, ay) y online (las que resistimos, *suspiro*) o agota la capacidad de tuits. Pero sobre todo marca el carácter de un proyecto que siempre fue a la suya. «Siempre te he amado» es, en buena manera, la sublimación de ese camino propio. Y la alcanzan, con toda la paradoja que eso supone, con la intención de hacer un disco de cante y de baile. Ellos, que renuncian de manera manifiesta al estribillo –que no al gancho–, a la estructura obvia, a la grandilocuencia y a la electrónica de barraca de feria.

Y, como espantando cualquier idea preconcebida al respecto, el disco arranca con ‘Starry Belle’, una ensimismada letanía de casi 7 minutos que abunda sin rubor en el imaginario uno de sus principales referentes, Yo La Tengo, yendo de un quedo instrumental con giro rock a una enérgica recta final ya cantada. Muy intencionadamente, como poniendo un lazo, el disco se cierra con una ambiental ‘Razón de amor Nº3’ que hasta un solo de saxo a lo late-Bon Iver tiene, pero no es para nada la tónica de ‘STHA, NHDDQ, TMVEPT’ (no, tampoco ayudan los acrónimos). Al contrario, estamos ante una colección de canciones muy terrenales y orgánicas, casi por momentos folclóricas, entendiendo por tal a Los Brincos, Los Coyotes, Al Green y Allman Brothers, citados varios de ellos en la nota de prensa del sello El Genio Equivocado.

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Buena parte de esa querencia castizo-castellana que yo veo al disco viene de la mano de unas letras realmente bonitas en las que prima el sonido por delante del significado. Arranz es un amante de la poesía de Pedro Salinas y Nicanor Parra, y eso se refleja en figuras y versos que describen tanto como emocionan y evocan. Estrofas como «Y a mí que me tienen por necia quieren decirme cómo se le habla a las flores cómo se muerden los versos, a mí que ya fui presa» (‘Malbaratada‘, el impetuoso y desafiante monólogo una mujer madura que se revela contra el ageism); «Llévame contigo, balsera, planta limones por donde quiera que piso, o haz de mi carne un guiso, una caldereta de penas’ (‘Por favor, mátame’) o «Ese zorzal que te cantaba me viciaba de puro rabia, y tal que sus canciones te estuvieron por endemoniar, será que las mías no valían un real» (recitada en ‘Caudal’) son de esas que apetece (gracias también a la dicción, tan musical y gustosa, de Pedro) leer y escuchar. Tanto como rápido se instalan en nosotros mensajes sencillos y claros como «Sólo mátame o llévame de verbena» (‘Por favor, mátame’, aunque esa frase precisa es un préstamos tomado a una amiga) o «Un final no es un final contigo» (‘La partida’). Unas piruetas poéticas que tienen una cumbre en la musicalidad casi infantil (la más difícil de acometer, como bien sabían Vainica Doble) de ‘Refugio del martes’, realmente deliciosa.

Ese lirismo va tan a contracorriente como la manifiesta voluntad de hacer canciones bailables –aunque, curiosamente, sea un disco perfecto para disfrutar en decúbito y sin hacer nada más– sin (apenas) ordenadores, samples, cajas de ritmo ni loops. El northern soul y el funk más elegante, en cambio, nutren «Siempre te he amado» (deslumbrantes ‘Por favor, mátame’, ‘Malbaratada’, ‘Caudal’, ‘Bodas‘, ‘Rubí’) incluso más que el pop de guitarras (si ‘Refugio del martes’ es una suerte de equilibrio entre boogie e easy-listening, ‘La partida’ evoca en varios sentidos a los eternos La Costa Brava). Y, por sorprender, hasta se marcan una inesperada pero coherente aproximación a ritmos tan exóticos como el candombe en la sinuosa ‘De búho a alondra‘, tan inclasificable como el propio grupo.

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Y además esa variedad se percibe siempre como parte de un todo, con el ritmo, la vibración y la calidez cosiendo fuerte el conjunto. La culpa es del palpablemente cuidado tratamiento instrumental por parte del trío, al que apoyan con coros, palmas y percusiones distintos músicos amigos, ninguno demasiado popular ni invitado para dar relumbrón. Porque está claro que CVEEC no están en esto para ser famosos o estar de moda. No hay colaboradores de renombre y no hacen estribillos memorables. Esto último puede ser un problema (y en cierta medida lo es en este disco), en tanto que a veces se eche en falta algo de pellizco en las canciones, algo que llevarte «puesto» cuando la aguja se levanta del vinilo. Muchas tienen gancho, y acaban adhiriéndose a nosotros con no tanto esfuerzo. Pero es que, sencillamente, no es lo suyo. Lo suyo, en cambio, podría ser uno de esos grupos que no se queman, que trascienden, que se recuerdan con cariño pasados los años, o que son redescubiertos por generaciones posteriores. Lo que más importa, en fin.

Calificación: 7,6/10
Lo mejor: ‘La partida’, ‘Por favor, mátame’, ‘Malbaratada’, ‘Rubí’, ‘Refugio del martes’
Te gustará si te gusta: Yo La Tengo, Al Green, Espanto, Los Brincos.
Youtube: álbum completo

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