Lianne La Havas nace otra vez en la escalofriante ‘Bittersweet’, una de esas canciones que se crecen en directo

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Lianne La Havas nace otra vez en la escalofriante ‘Bittersweet’, una de esas canciones que se crecen en directo

Lianne La Havas ha editado en el mes de julio su tercer disco, homónimo pues es el que mejor la representa como artista, y además de verdad. Si los dos primeros trabajos de Lianne, aunque dignos, caían en el error de la sobreproducción, haciendo parecer a su autora una especie de sucesora de Emeli Sandé, Lianne ha evitado totalmente esta circunstancia en un tercer trabajo que suena orgánico, rico y totalmente ajeno a la búsqueda del hit de turno, con el cual Lianne sí ha dado de manera orgánica, topándose de hecho con su mejor canción.

Porque ‘Green & Gold’ era mucho, pero ‘Bittersweet’ también lo es. Si el álbum narra el declive de una relación, ‘Bittersweet’ nos sitúa, ya desde el principio del disco, en un escenario de desolación en que las cosas llevan yendo mal mucho tiempo. El primer pasaje, lleno de angustia y confusión, es demoledor: «por favor, deja de preguntar «¿todavía me quieres?» / No tengo mucho que decir, hablemos por la mañana / por favor, no hagas esto, estoy demasiado lejos, no sé qué decirte». Y en la segunda estrofa, la realidad es imposible de disfrazar: «si mañana estamos bien, ¿eso lo hace verdadero? No del todo, tenemos esta discusión todos los días», canta Lianne antes de concluir, de manera lapidaria: «esta mierda no va a ningún sitio». El estribillo «he nacido otra vez, todas mis piezas rotas, en una agridulce lluvia de verano» representa la metamorfosis de Lianne, el momento en que por fin es capaz de seguir adelante.

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Con poco más que un pausado ritmo de batería, pequeños goteos de piano y teclado y una sutil guitarra eléctrica, Lianne construye una balada melancólica, de sonido corpulento a pesar de su escasa instrumentación reconocible, y melódicamente espectacular en su crescendo escalofriante y lleno de sentimiento, que Lianne dirige hábilmente con su humeante voz. Especialmente en directo, la canción se crece, mostrando una proyección y control vocales por parte de Lianne que pueden llegar a producir escalofríos, especialmente en su versión acústica realizada en el programa de Stephen Colbert, en un escenario que ha sido decorado como un salón, contribuyendo a la sensación de intimidad que provoca esta gran canción.


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