‘La pintora y el ladrón’: uno de los mejores documentales del año se estrena en el Atlántida Film Festival

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‘La pintora y el ladrón’: uno de los mejores documentales del año se estrena en el Atlántida Film Festival

En 2015, la pintora checa Barbora Kysilkova, residente en Noruega, recibió una llamada de la galería Nobel de Oslo: dos de sus pinturas habían sido robadas. Kysilkova no era Munch. ¿Por qué alguien iba a arriesgarse a robar dos obras de una artista poco conocida? Al poco tiempo los ladrones, que habían sido grabados por cámaras de seguridad del edificio, fueron arrestados. En el juicio, Kysilkova preguntó a uno de los ladrones por el paradero de sus pinturas. No lo sabía. Había actuado completamente drogado y no se acordaba. Antes de marcharse, la pintora le hizo una última pregunta: “¿Puedo hacerte un retrato?”. El ladrón aceptó.

El director Benjamin Ree, conocido por ‘Magnus’ (2016), un documental sobre el campeón del mundo de ajedrez Magnus Carlsen, escuchó esta historia y contactó con la artista: estaba interesado en filmar su relación. La pintora y el ladrón solo se habían visto tres veces, así que su relación estaba empezando. El resultado de esta indagación, que se prolongó durante varios años (y en los que hubo más retratos y muchos más sucesos), es ‘La pintora y el ladrón’, uno de los documentales más singulares de la temporada y uno de los títulos estrella del Atlántida Film Festival.

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Tras un prólogo donde se cuenta el origen de su peculiar amistad, la película comienza poniendo el foco en el ladrón: su pasado delictivo, sus adicciones, su personalidad sensible y autodestructiva, su deseo de atención y redención. Pero luego, en un cambio de punto de vista, el documental termina centrándose en la pintora, cuyo pasado y personalidad se acaban revelando tan oscuros y problemáticos como los del ladrón. Dos almas perdidas que se encuentran, conectan y se curan a través de la amistad, el consuelo mutuo y el arte.

Lejos de plegarse a las convenciones del true crime (el atraco, el proceso judicial y la búsqueda de los cuadros apenas sirven como excusas para hacer avanzar la acción), el director utiliza las herramientas narrativas de la ficción para construir una trama que, como los cuadros hiperrealistas que pinta Kysilkova, ilumine la verdad que se oculta tras la representación mimética de la realidad (atención al extraordinario cierre). Ree no quiere hacer un retablo narrando los aspectos más escabrosos y sensacionalistas de la vida de estas dos personas, sino un retrato cubista, una exploración desde distintos ángulos sobre la complejidad de las relaciones humanas. 9.

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