En el primer año en que no hemos conocido Festival de Eurovisión desde su nacimiento dada la falta de imaginación de la organización (que sí se ha visto en otros eventos), y en el que además la celebración de Eurovision Junior este otoño se tambalea tras la retirada de 4 países por la persistencia de la crisis del coronavirus, tenemos una buena noticia. O algo así.
El rumoreado «Eurovisión americano» es ya una realidad después de que la cuenta oficial de Eurovisión haya anunciado esta mañana la versión estadounidense del certamen. Competirán 50 estados de Estados Unidos a lo largo de entre 5 y 10 semifinales televisadas, llevando hasta las semifinales y por supuesto a una gran final. La clasificación dependerá de profesionales del mundo de la música, un jurado y el público de cada estado. Todo esto sucederá a finales de 2021, entre Acción de Gracias y Año Nuevo, seguramente para optimizar streamings y ventas en una época crucial para la industria musical.
Martin Österdahl, supervisor ejecutivo del Eurovision Song Contest, ha dicho que es «la hora de que América experimente este espectáculo», refiriéndose al «legado de 65 años» de Eurovisión, en los que se han «trascendido fronteras, uniendo a la gente». El productor ejecutivo Anders Lenhoff dice que el show será «diferente a todo lo que se haya visto en la televisión estadounidense», pues es «una competición que resulta ser televisada en lugar de un concurso creado para hacer un show televisivo».
Podrán participar solistas o grupos de hasta 6 personas, si bien es aún pronto para tratar de adivinar la deriva artística del evento. Pese a ser un programa eminentemente pop, con un tipo de público muy peculiar, lo cierto es que Eurovisión es también un programa familiar y generalista con unas características asimiladas en Europa durante décadas. Sus requisitos están en nuestra mente tan clavados en el subconsciente que parece difícil que el público americano que no ha crecido con ello pueda dejar de entenderlo como una friquez o como una versión de American Idol o similar.
Todo son dudas e incógnitas: ¿atraerá a artistas de country, habida cuenta del carácter blandito de las letras de Eurovisión? ¿se sumarán los americanos indies si la música es en playback? ¿será una mina de raperos y traperos si no se pueden decir palabrotas? ¿será también toda la música pregrabada y limitada a 3 minutos de duración? ¿habrá acto intermedio con algún artista invitado procedente de Europa tras las infiltraciones de los americanos Justin Timberlake y Madonna en la versión europea? ¿serán las votaciones tan emocionantes? Y sobre todo, ¿participará Australia?
Recientemente Eurovisión ha sido objeto de una comedia de ficción sobre el certamen con cameos de varios de los ganadores recientes más ilustres. Pese a las malas críticas que ha tenido en general, es una opción para pasar el rato. Más freak aún es la película francesa sobre una nevera que termina actuando en el Festival de Eurovisión, que se acaba de estrenar. ‘Yves’ es el nombre del film y de la nevera, co-protagonizada por un rapero fracasado, que se puede ver en el Atlántida Film Fest de Filmin durante este mes. Una verdadera fumada.