Netflix no tiene a fin de cuentas el catálogo más envidiable en cuanto a series, ni mucho menos en cuanto a películas: la competencia de Filmin, Movistar+, HBO… es demasiado feroz. Pero hay que reconocerles que saben venderse y currarse una buena promo. Pasemos de la pedazo de lona que han colocado en la Puerta del Sol y que ya no puede competir con ese árbol de Navidad gigante que debe de verse desde Vigo y Nueva York. Hablemos de su labor de… ¡buzoneo!
Hace unas cuantas semanas muchos recibimos una misiva como esta en nuestro buzón. Ya nadie abre a los carteros comerciales, pero al de Netflix sí, no vaya a ser que nos traiga un código gratis. La carta, enviada por «Los favoritos de Midas», invitaba a NO ver esta serie en un deseo de ocultar el verdadero objetivo de los firmantes. La miniserie de 6 capítulos de 1 hora de duración plantea a un rico empresario el siguiente dilema: si no paga la millonada que se le pide en una carta anónima, alguien random morirá al cabo de pocos días. Y así una vez y otra.
Mateo Gil es quien está detrás de ‘Los favoritos de Midas’ junto a Miguel Barros, esta vez inspirados por un relato corto de Jack London de 1901, solo que adaptando la trama a nuestro entorno capitalista feroz, en el que son los empresarios sin escrúpulos quienes dominan el mundo. La miniserie plantea el esperable dilema moral, centrándose más en dicho empresario, papel resuelto con nota como siempre por alguien tan poco aficionado a las series como Luis Tosar, dejando en segundo plano a los mismísimos «Favoritos de Midas», que pueden representar el colmo del mal o incluso una serie de proletarios venidos arriba. La selección de Willy Toledo en plan comeback tras sus trifulcas en las redes y en los tribunales por sus ideas políticas no puede ser casual: aquí se nos está hablando de lucha de clases.
Como suele suceder con el co-guionista de Amenábar en ‘Abre los ojos’ y ‘Tesis’, el guionista de ‘El método’ y el director de ‘Nadie conoce a nadie’ y ‘Proyecto Lázaro’, partimos de una idea intrigante estupenda que ni exprime hasta la última gota de sus posibilidades pero tampoco hace aguas. Por un lado, la serie engancha y se devora, lo cual tiene es un valor que jamás podremos pasar por alto: posiblemente a estas alturas de la vida ya ni te acuerdes de cuántas series has abandonado. Y esta no lo harás, cuando te veas reflejado en ese paseo por Lavapiés u Ópera que puede tornarse mortal cualquier día de tu vida.
Por otro, no puede ser más simple en sus planteamientos cliché: el empresario divorciado que desatiende a su hijo, o la falta de grises en el retrato periodístico, profesión que en la ficción parece que solo puede representarse mediante un grupo empresarial siniestro y corrupto más malo que la quina o una heroína más cándida y entregada al prójimo que Santa Teresa de Calcuta. Parece mentira que este y otros guionistas hayan salido de la Facultad de Ciencias de la Información. ¿Habrán pisado alguna redacción periodística real alguna vez?
Irregular en sus desarrollo y final, sobre el que se han escrito diversas teorías en torno a las cuales quizá no merezca la pena comerse demasiado la cabeza, la serie decepciona cuanto más alto apunta: la primera escena, en plan flashforward, anticipa que algo muy gordo va a pasar a nivel sociopolítico en nuestro país, y el desarrollo de ‘Los favoritos de Midas’ en ese sentido es demasiado vago. España se viene abajo sin que entiendas cuándo, cómo, ni por qué… ¿y puede ser que viendo esta serie te dé hasta un poco lo mismo? 6,9.