Como cada año desde nuestro nacimiento en 2006, en la redacción de JENESAISPOP repasamos la lista con las mejores canciones del año. El top 100 de mejores canciones de 2020 se transforma en top 102 debido al triple empate en el número 1 de 3 de las grabaciones que anticipan el nuevo disco de C. Tangana, a cual mejor. Desde el trance de ‘Demasiadas mujeres‘ a la entrega a la tradición de ‘Tú me dejaste de querer‘ con Niño de Elche y La Húngara, pasando por la inclasificable y ligeramente experimental ‘Nunca estoy‘.
Recordad suscribiros a la playlist de mejores canciones de 2020, como ya han hecho casi 1.000 personas. Una lista en la que caben nuevos talentos como Babi, joyas perdidas de Bravo Fisher!, virales internacionales como el de Residente, el talento inagotable de Adrianne Lenker o clásicos como Morrissey.
Sobre un fondo musical bastante sencillo –apenas un piano solemne y nada elaborado que contrata con lo cómico de su letra–, en este single de ‘Quickies’ Merritt celebra en boca de su mejor amiga y mánager Claudia Gonson «el día que murieron los políticos»: «Billones rieron, nadie lloró / el día que murieron los políticos. / La celebración fue mundial / el día que murieron los políticos. / Incluso sus propias madres, / sus maridos y esposas, / dijeron «¡ahora todos los hombres son hermanos!» / Sigamos con nuestras vidas». En los tiempos que vivimos en los que lo satírico y la retranca están cayendo en desuso, despreciados por generaciones para los que la ironía y la metáfora son tan cosa del pasado como una almena o un cilicio, pueden leerse comentarios de ofendidos en el canal de Youtube.
‘Quémame’ ya se dio a conocer en una forma más básica y primitiva hace más de un año, antes de que otros singles como ‘Carmín y rubor‘, la descolocante ‘Tango techno’ o ‘Pecados delicados‘ vieran la luz. Pero la forma en que se presenta dentro del álbum de Chloe’s Clue es mucho más seductora y poderosa. Completamente remozada y arreglada con ampulosos arreglos, es ahora una colaboración con el interesantísimo dúo mexicano Daniel, Me Estás Matando, revitalizadores del bolero («bolero-glam», lo llaman ellos) que, sin duda, son perfectos para dar una nueva perspectiva a ‘Quémame’. Junto a ellos, Adalid se enfunda con comodidad en el papel, a medio camino de una femme fatale y una cupletista, de interpretación apasionada. No podía ser de otra manera para una canción que arranca cantando «sólo sé que quiero ser salvaje y arrancar heridas por placer» y que sobre todo plasma el ansia por «quitarse las ganas de…». Así, dejando en el aire la conclusión de esa frase insinuante. O mejor/peor, siendo más explícita con un «no quieras saber».
‘Un extraño entre las rosas’ es un álbum en el que Víctor se abraza decididamente al electropop de corte retro –aunque sus referentes estaban más en proyectos actuales como Austra o Tr/st– y presenta las canciones más directas y adictivas de su carrera. Entre ellas ‘Chicos transparentes’, tema que enfocaba el amor en tiempos de Grindr y otras apps de ligoteo. El clip, que estrenábamos en JNSP, es una fantasía colorida que mete en una misma coctelera colores ácidos, informática primitiva, teléfonos 3G, chandals de táctel y brujería, y está dirigido por Leo Merman, aquel chico que transformaba, hace justo ahora un par de años, el ‘Boys’ de Charli XCX en ‘Maricón‘, perfecto anti-himno para el Orgullo LGTB+.
‘Paco y Carmela’ narra efectivamente una cita a ciegas entre los protagonistas referidos: el tío Paco, «divorciado a los 50 años», conociendo a Carmela, «muy guapa e ingeniera», en contraste con una narradora a la que «nunca ha sido romántica» y le «va fatal en el amor». Musicalmente, Ginebras vuelven a apuntarse el tanto de la universalidad con esta suerte de pop-rock latino que podrían haber escrito Los Rodríguez más poperos y desenfadados. Además, no falta el guiño cinematográfico habitual, esta vez a la galardonada cinta de Carlos Saura.
‘The One’, una verdadera maravilla a caballo del glam y el soul de tres intensos minutos. Tres minutos que, con una melodía ultra Kinks-Beatles-Byrds, empiezan tan arriba que parece imposible superarlo. Y sin embargo llega el prodigioso giro melódico de su estribillo que nos eleva y nos calienta todavía más, rememorando, entre coros, guitarrazos y punteos, a los mejores Big Star. Una canción maravillosa capaz de derretir la nieve del frío invierno… justo como muestra el clip filmado para ella por Michael Hili: ataviados como auténticos glam-rockers en plenos años 70, el dúo promociona la canción en una furgoneta tuneada ad-hoc para la ocasión, sin importar la crudeza del invierno.
El título de ‘Blin Blin’ hace referencia al resplandor que produce la decoración brillante de las «sandalias» de Alba Farelo pero lo mejor es que la canción arranca con una de esas rimas que solo pueden surgir de la cabeza de la artista: «Me reporto en tu zona, cada día más culona, por esta cuerpa tú te mudas a Barcelona». En la misma estrofa es mencionada la rapera Lil ‘Kim y, más adelante, la autora de ‘Jacaranda’ vuelve a presumir de dinerito: «Nene, soy una popi hasta en París / En un Beema todo blanco, color crema el tapiz / Él quema uno de hierba y otro más de hachís / Si se trata de romperlo, en eso soy una miss». La producción de ‘Blin Blin’ queda más cerca del bombo de ‘Aprendiendo el sexo’ que de la sofisticación de ‘Worldwide Angel‘… porque no la necesita en absoluto. Apenas la pizpireta melodía de un sintetizador que parece imitar una flautita destaca en una grabación de reggaetón que busca un sonido sencillo y clásico, sin ambiciones ni misterios porque su secreto es la actitud de sus intérpretes y una letra que se basa en las rimas para crear adicción.
‘La pared’, que se editaba por San Valentín, es otra canción magnética, repleta de ganchos melódicos. En ese aspecto, va sobrada: ¿alguien sabe decidir si es más pegadiza la estrofa, el pre-coro o el estribillo? Y, mejor aún, ¿alguien sabe decir cuál es cuál? A su altura están su cuidada producción y sus arreglos, en los que aparte del fantástico piano, destaca la sutileza de coros y sintes, si bien eso ya no es una sorpresa tras el fantástico ‘Préstame un sentimiento‘. Lo que sí supone una novedad es el tono oscuro en la línea vocal y la letra de Pimp Flaco, alejados del tono festivo y ligero que presidía el debut del grupo. Unos textos que reflejan el amor con una visión oscura, como un sentimiento ambivalente tan capaz de insuflarnos vida como de asfixiarnos, y que quizá son un reflejo de las sombras que se ceñían sobre Dani «Flaco» meses atrás.
‘Antes de que acabe el verano’ repite el resultado de temas tan eficientes de Blackpanda como ‘Aunque me duela‘, esto es, efluvios disco-funk puestos al servicio de un pop irresistible, luminoso y fresco. Era una de las canciones que más nos han cautivado esta temporada, que además se permite la audacia de convidar al conjunto al rapero Mabbi, dándole una atractiva dimensión urbana. Resumiendo, cabe imaginar el pelotazo que esto hubiera sido en manos de un tándem como The Weeknd y Doja Cat, en lugar de un modesto proyecto del ámbito independiente español.
Gus Dapperton explora cómo afecta a un niño vivir la muerte de cerca a tan tierna edad –ya su título es un juego de palabras sobre el primer verso, que habla de hacer chistes en funerales–. Pero no lo hace de una manera taciturna sino con un inconmensurable brillo pop, no sin un poso de tristeza precioso en sus incontables giros melódicos. Dapperton también parte en este caso de una instrumentación mínima, pero la adición de instrumentos va elevando la canción hasta la explosión pop de su estribillo. Y sigue creciendo de intensidad con la interpretación vocal de Gus, que hacia los segundos pre-coro y estribillo impacta con ese desgarro vocal casi punk tan reconocible en él.
Estrenada en los últimos días de 2019, ‘Yayito’ es una de las grabaciones más demoledoras de Bravo Fisher! La canción habla de esos momentos de depresión frente a los que tenemos que levantarnos, aunque sea con ayuda. El estribillo es uno de los más certeros de la carrera del artista: «He perdido la cuenta / De todas las veces que me he caído / Si me fallan las fuerzas / Ayúdame a llorar contigo», mientras que los campos semánticos de la letra no pueden ser más reveladores: «psiquiatra», «blister», «ansiedad», «Orfidal»… hablando de alguien «que no ha aprendido todavía a aceptar / que las personas vienen y van». En cuanto a producción, volvemos a encontrar esa particular mezcla de elementos orgánicos y sintéticos, como si M83 hubiera producido un single de Plastic d’Amour. En la segunda estrofa, en cambio, desaparecen las guitarras eléctricas que imperaban hasta entonces para dejar brillar una austera base muy italo, contribuyendo al dinamismo de la canción y a la importancia de su letra.
‘NTE’ son las siglas que contraen la expresión «no te equivoque», que se repite en el estribillo de su letra. Una suerte de desafío hacia aquellos que han cuestionado, en uno u otro sentido, su decisión de volver. En este caso, ese afán retador y descarado se corresponde con una música sensual y atractiva, a lomos de bajos y guitarras superfunky sobre percusiones calientes –la marca de la casa–, y con la dulce voz y el carisma de Raquel llevando la batuta. Hasta el punto de que en su clip, filmado durante una puesta de sol en la playa, el crucial momento en que ella se quita la peluca rubia se altera el pitch de la canción. Los aires 70s-80s de ‘NTE’ hacen pensar en ellos como una suerte de reinterpretación caribeña del rollo Italians Do It Better, concepto inventado que difícilmente podría sonar más atractivo.
‘El sueño’ arranca con arpegios de guitarra adornados con unos sutiles toques de metalófono evocando, precisamente, a unos compañeros de sello coetáneos de Le Mans: los franceses Spring. Al trío autor de discos tan encantadores como ‘Tokio Drifter’, al menos hasta que en el estribillo irrumpen los coros de Ibon –aquí una de las grandes novedades de ‘Hola’, puesto que es la primera vez que canta en una grabación– dan réplica onírica, a modo de sirenas, a la voz de Teresa. Y es que su letra –inspirada por ‘Rapture‘, una rara pieza de folk psicodélico que Judy Henske y Jerry Yester publicaron en 1969– habla de un estado de sueño muy profundo, equiparándolo con un suave hundimiento hasta las profundidades del mar, como bien plasma el magistral Aramburu en la portada creada ad-hoc para el single digital.
Como ya dice el nombre del tema, se trata de una canción que suena a pura felicidad, si bien los acordes en la estela del jangle pop de los Smiths son más agridulces. Y es que a pesar de la alegría que rebosa ‘Me & You Together Song’, la canción está dedicada a una amiga que Matt Healy ha amado “durante años”, pero que no siente lo mismo que él. Su vídeo es una fiesta con actuación de la banda, en la que una serie de jóvenes se besan, sin importar su género u orientación sexual. Esto se debe a que una de las frases del tema es “lo siento, soy un poco queer, y no es tan raro como parece (…) me parece OK que mucha gente piense que soy gay”, en relación con el discurso del mismísimo Morrissey («desafortunadamente no soy homosexual«) y sus muchas declaraciones en contra de la masculinidad tóxica».
Mucho más desnuda instrumentalmente que las composiciones de Big Thief, ‘anything’ es representativa de ‘songs’ por su sonido intimista, por el que apenas asoma el sonido de unas guitarras acústicas y el de unos violines que proporcionan un fondo dramático para la preciosa voz de Adrianne, siempre a medio camino entre Vashti Bunyan y Stina Nordenstam, pero aún dotada de un timbre inconfundible. ‘anything’ despunta en el álbum por su jadeante melodía, que parece brotar del pecho de Adrianne sin respiración. Dedicada a su ex, la cantante Indigo Sparke, quien para más señas aparece mencionada en la letra, ‘anything’ esconde un fondo de ira y violencia detrás de su forma dulce y bucólica expresada en melodías y voces.
Aunque en una rítmica de 3/4, ‘El péndulo’ prescinde del todo de instrumentos tradicionales para entregarse completamente a la electrónica. Una electrónica próxima en lo estético al trip hop y que, en su empleo, acerca a Llergo a otras artistas que fusionan contemporaneidad con folclore como Sevdaliza, Ibeyi, Björk y hasta FKA twigs. Además en su coda final brillan, junto a la grandiosa voz de la de Pozoblanco, unos espectaculares arreglos orquestales. La guinda la pone un espectacular vídeo dirigido por Ángel Pastrana (Bejo), lleno de simbología en torno a una letra algo abstracta que refleja desconfianza, miedo y dolor.
‘Jim Jim Falls’ nos lleva a unas cataratas en Australia, pero esta no es una de las canciones viajeras de Morrissey, que recientemente ha lanzado sus brazos llenos de amor a París, a Roma, y a Estambul. Morrissey nos lleva a Jim Jim Falls para que nos tiremos. Refiriéndose a uno de sus polémicos titulares en años recientes, que el suicidio es «admirable», el estribillo dice «si vas a saltar, salta, no te lo pienses» y, por si a alguien le cabe alguna duda, la última frase del tema es «si te vas a matar a ti mismo, por el amor de Dios, simplemente hazlo». Otras frases del álbum apuntan a la teoría de que en realidad Morrissey nos está intentando llevar por el camino del bien, incitándonos en verdad a hacer las cosas buenas que siempre decimos que vamos a hacer pero nunca hacemos («Si vas a cantar, entonces canta / No te limites a hablar de ello»).
El regreso del grupo madrileño no podía anunciarse de mejor manera que con ‘Siete mil canciones’. Un vigoroso tema de power pop, al más puro estilo Bob Mould –como reconocía su nota de prensa–, que sirve de colchón para una melodía incisiva y prodigiosa, repleta de giros y ganchos maravillosos que culminan en su inmediato estribillo. La letra de Josele, además, es una consecución de versos preciosos y precisos en los que se mezclan el amor y los sueños, asideros a la vida cuando uno se siente un marciano en un presente (y en consecuencia el futuro) que se le hace incomprensible. Incluye una certera referencia, además, a uno de los ripios más memorables de uno de los gigantes del cine español, José Luis López Vázquez.
‘Natalie Don’t es un encantador medio tiempo con guiños a la música disco que, melódicamente, en un momento dado parece emparentarse con el clásico ‘I Will Survive’, e incluso un poquito con la chanson, sobre todo en ese principio. La letra habla de «Natalie» desde el punto de vista de los celos de una manera algo retrógrada (“¿por qué le miras, cuando sabes que él me pertenece a mí (…) ahí va ella, para quitarme a mi hombre”), lo cual tiene algo más de gracia con un vídeo de estética retro y cierto sentido del humor.
Sony se apuntaba un tanto apostando por babi y su «sad lo-fi» con decisión. En esta producción de Raspo Beats ya se aprecia una calidad y calidez sonora que saca todo el partido al contraste entre un hip hop profundo y oscuro, la tristeza de su piano y la dulzura de su voz, que fluye con cadencia hipnótica a través de versos que, con ingenio y belleza, retratan unos infaustos celos. Y deja la impresión de que hay una posible estrella –¿algo así como nuestra propia Billie Eilish?– en ciernes.
Si antes Little Mix tenían el sambenito de sonar un tanto chillonas y triunfitas, en ‘Sweet Melody’ han sofisticado su propuesta, ofreciendo una producción mucho más elegante, más cerca de Sugababes que de Girls Aloud. Hay muchas canciones que abusan de un buen «doo-roop-doo-roop-doo-roop» o tarareo similar, pero esta es mucho mejor que ‘Head and Heart’ de Joel Corry y MNEK porque ofrece más cosas aparte de eso: tiene un buen estribillo aparte y el tarareo tiene su sentido argumental, su lado «meta», pues representa la moto que les ha vendido un chico, que también era músico: «solía cantarme dulces melodías, pero el día en que me hizo mal, la canción ya no pudo seguir y seguir». Un tema de empoderamiento, por tanto, tras su liberación de Simon Cowell.
Billie Eilish sugiere ecos de jazz –por momentos, evoca claramente a las inflexiones de Amy Winehouse, cuando canta esos «I… I’m in love»–, mientras de fondo se genera un acogedor colchón de guitarra y teclados esbozados tenuemente. Sin embargo, superado el minuto y medio de canción, FINNEAS da un volantazo estilístico e irrumpe una batería, bajo y guitarra más enérgicos, con efluvios de funk soul –perfectamente coherentes con el aire jazzy inicial–, que mete un auténtico chute de energía a esta sorprendente canción que esperemos sea la guía del próximo trabajo de la artista.
‘Someone’s Gonna Break Your Heart’ es una canción de power pop dignísima y brillante, con una melodía totalmente deslumbrante que la convierte en el hit potencial de ‘Been Around’. Y, en línea con la mezcla de melancolía y humor de todo el disco con el que asume su aura de eterna perdedora. En el caso de este tema, una perdedora en el plano sentimental: curada de espanto, nos advierte que «puede no ser esta noche, puede que no hoy, / pero te prometo que va a pasar de cualquier manera: / Alguien va a romperte el corazón. / Alguien va a hacerte daño. / Alguien te va a hablar con dulzura. / (Pero) Alguien te hará llorar». Ante eso, la única esperanza resulta ser que esa persona que nos daña, después de todo, «tampoco tiene un corazón a prueba de balas», y recibirá de su propia medicina.
‘Risk It’, cuyo título remite indirectamente a ‘Lose It’, el mayor hit hasta ahora de Austra, se basa en dos pilares: unos vientos entrecortados repitiéndose hasta la saciedad y un estribillo apitufado cual ‘Nikes’ igual de insistente y martilleante, con unas estrofas totalmente esclavas a su servicio. Katie Stelmanis indicaba que ‘Risk It’ es una canción «plagada de ansiedad». La artista quiso cambiar el pitch de su voz para que sonara en otro tono. “Me gusta cómo aun así puedes oír el vibrato, el tono de la voz y sobre todo la emoción”. La artista opina que la nueva velocidad a que ha sometido su voz “añade un elemento de tensión porque esta canción va sobre ansiedad y tensión”.
‘Echoes’ es otro perfecto artefacto que en este caso enfatiza su perfil bailable con una base casi house que lo acerca al space disco. De hecho, casi parece un remix de lo que entenderíamos como una canción de Roosevelt, coronada por su estupendo estribillo, en el que la voz de Marcus se ve realzada por capas de coros celestiales. También destaca en ella la llamativa presencia de guitarras eléctricas, especialmente en el giro que da el tema con su fantástico puente, con lo que parecen unos coros femeninos (aunque los créditos recalcan que Lauber es el único músico y productor involucrado).
‘Muchísimo’ es un botefón de noise pop –un poco Weezer, con ese sintetizador chirriante de fondo– que truena sin freno durante sus escasos dos minutos, que aunque parezca poco tiempo es suficiente para pasar del amar a odiar, pero siempre «muchísimo». Con una melodía que, curiosamente, suena más elaborada en sus estrofas, mientras que el gancho (simple, pero eficacísimo) consiste en repetir con insistencia el título del tema. La producción corre a cargo de Juan Pedrayes, batería de Carolina Durante y Axolotes Mexicanos, grupo en el que también milita Lucas. Mención aparte para el vídeo oficial, que traslada ese amor/odio de una relación sentimental al amor/odio del público hacia un artista (o al revés).
El magnetismo e inmediatez de este tema es inapelable, con esos juguetones «oooh-oooh» y «do it, do it» doblados en el estribillo. Pero la sencillez de ese coro es la punta de lanza de un tema de R&B-soul como mandan los cánones, con intro, estrofas y pre-coros muy elaborados. Y es que casi es tan interesante el fondo sonoro, con diversas capas que dan profundidad al tema: un bajo tan profundo como elástico, unas percusiones chispeantes, y unos adlibs jugosos y elaborados, que dan cuenta de que, incluso en su tema más directo, Chloe x Halle tienen unos estándares de calidad muy altos. En ese sentido, hay un claro reflejo en ellas del trabajo de su madrina Beyoncé, que aparece citada: «I look like Bey» (aunque se acredite «bae» –algo así como «pibón»–, parece una clara alusión) cantan en el primer verso de una letra que habla de salir a por todas para dejar atrás a un ex.
Un contundente título con cierto espíritu reivindicativo que parece estar inspirado en Fugazi, dejando salir su bagaje hardcore, que en realidad arroja sobre todo esperanza: “Si tienes que ir al fondo de un agujero para encontrar qué va mal, déjalo estar / Todos nos dijeron que es difícil, pero se equivocaban / Cuando amas, amas a fondo y nada parece imposible», dice en una parte de su letra. «Cuando se nos quita todo», explica Minus, «la capacidad de elegir nuestra actitud y crear nuestro propio camino hacia adelante es la única certeza que tenemos». Un mensaje fantástico para una canción vibrante que, conectando con la electrónica vaporosa y atemporal de proyectos como Austra, seduce contraponiendo una parte ensoñadora –la de su voz y los ecos fantasmales que la envuelven– y otra más orgánica y viva –su base rítmica, contundente y agitada–, que se desboca en su parte final.
El clima bélico visto en el último disco de Protomartyr aumenta con ‘Processed by the Boys’. Poseedora de un clima asfixiante y ritmo marcial, tan directa y desasosegante como atrayente; en ella Casey celebra sarcásticamente la violencia policial y culmina en un final de derrota, después de haber desatado toda su ira. El largo ‘Ultimate Success Today’ es un destilado de la profunda desazón de Joe Casey sobre el rumbo del mundo. Pero su pesimismo, su desesperación, está presentado en un envoltorio tan sugestivo que difícil es sustraerse a él.
‘Mequetrefe’ empezaba como si fuera a convertirse en la canción de reggaetón oficial de Arca, pero luego iba retorciéndose en una vorágine de ritmos imposible de bailar marca de la casa, entre los que más tarde se puede apreciar una tímida influencia del dancehall. Su videoclip es exactamente eso: un plano medio en el que vemos a Arca posando incluso en plan torera, cantando y mirando a cámara… solo que la imagen de vez en cuando se retuerce de la misma manera que el ritmo. El atrezzo incluye un componente violento como el de su música. La letra, eso sí, podría haberla escrito Ms. Nina: «mami quiere mequetrefe, ella se lo merece, mira cómo se crece».
María Rodríguez no deja de lado el futuro, al que parece enfocar en la impactante reinvención de sí misma que es ‘Superbalada’. Se trata de un medio tiempo impactante por varios motivos. Primero por una instrumentación que redunda en los ritmos caribeños que copan gran parte de su disco que, a la vez, se ven envueltos por sintetizadores de tintes retro algo épicos (a lo M83, por ejemplo) que enfatizan las constantes subidas y bajadas de intensidad. Y después, por una de las interpretaciones vocales de La Mala más apabullantes de su carrera. En ella, Rodríguez presume de su flow más reconocible, aderezado con cantes extrañamente dulces en ella. Pero ese perfil se va endureciendo a medida que la canción avanza y su tensión se acrecenta, hasta que explota en el estribillo con unos aflamencados «¡Camina! / ¡Y enciende la luz!», que son solo un aperitivo de un final absolutamente catártico con esos «¡Enciéndela!» repetidos con un desgarro insólito, espeluznante, que pone los pelos de punta literalmente.
‘_Casamurada’ se sitúa «a las 5 de la mañana» para hablarnos de fantasmas. Zahara y Martí Perarnau IV cuentan que querían evitar el efecto Pimpinela, y así hay pistas que en este disco conjunto cantan solos o por partes en lugar de abusar del formato dueto. Pero eso no hace sino crecerse los pocos momentos que utilizan ese recurso, que es lo que sucede en esta composición en la que sí llegan a ofrecernos un diálogo, tal como «Pensaba que el viaje era hacia algún lugar…» «… Y era hacia tus entrañas»; aunque también podrían estar dando voz a la misma persona o al mismo sentimiento sin más. Un tema lleno de misterio inspirado en los estudios encantados donde tantos artistas de nuestro país han grabado, desde Christina Rosenvinge a ahora Anne Lukin.
Con el Bruce Springsteen de finales de los 70 y primeros 80 como evidente influencia –y la que este ha ejercido en grupos de generaciones posteriores como The War On Drugs; no casualmente Adam Granduciel participa en este disco–, esta vez The Killers sazonan la mezcla con un glorioso giro final que remite sin rubor a New Order y que redobla el poder de este tema. La cuestión es que, por recurrentes que sean los referentes, en esta ocasión la cosa funciona como un reloj. Perfecta no solo para abrir el álbum sino también los conciertos de su futura gira, se basa –como ‘Dancing In the Dark’, ‘Born to Run’, ‘Hungry Heart’– en el enorme gancho de su riff inicial, luego recuperado en el estribillo.
‘A Lucid Dream’ es uno de los sencillos extraídos del segundo disco de Fontaines DC y es uno de los más contundentes y agresivos jamás publicados por la banda irlandesa, lo cual tiene una interesante explicación. El guitarrista Carlos O’Connell nos contaba que la canción está inspirada en la música drum ‘n bass, lo cual es perceptible en la base rítmica, mientras que la aportación de Carlos bebe del trabajo de Lee Hazlewood, pues ha buscado tocar las cuerdas graves de su guitarra de manera que suenen en un estilo «cowboy». Curiosamente, una primera versión de la canción apenas presentaba voz y guitarra acústica, pero la melodía vocal era tan potente que, según Carlos, esa guitarra «no pintaba nada». Con este tema, Fontaines D.C. han ganado confianza para para ser más agresivos en el estudio.
‘Discoteca en ruinas’ es un agradable experimento que lleva a Joe Crepúsculo al mundo del jangle pop, con las guitarras aportadas por Alberto Martínez Río, y sus identificativos sintetizadores marcando y manteniendo la personalidad de Crepus. Su letra parece contener un guiño consciente o inconsciente a la «vieja normalidad», con frases llamadas a constituir un himno del presente como «Llévame a bailar a una discoteca en ruinas, quiero volver a sentirme bien» o «quiero que todo siga igual».
Kali Uchis ha trabajado con Tainy y el resultado es uno de esos reggaetones mágicos, diferentes, en los que prima la sensualidad de los elementos ambientales por encima de lo soez, lo cual no significa que la canción esté exenta de sexo: «Estás en mi mente, tú siempre presente / me pones caliente y es evidente» es una de las frases de la carismática autora. El portorriqueño Jhay Cortez, conocido sobre todo por alguna colaboración con Bad Bunny, es el encargado de dar la réplica masculina a Kali Uchis en este polvo, con un timbre un tanto ozunesco, preguntando a la artista si tiene novio. Y ojo porque en el camino de la sutileza, la canción no se llama «Vamos a hacer de to’» como sugiere y pese a que probablemente será recordada como tal. Se llama ‘La luz’: la que en ella se apaga para este bonito polvo, o la que se enciende al espectador que no podrá dejar de canturrear este tema.
No es de extrañar que ‘WAP’ haya arrasado porque su sample de ‘Whores in This House’ de Frank Ski es un puto martillo que se te clava en la cabeza ¿Cuántas veces suena? ¿20 cada 30 segundos? Tiene además el sentido de la ironía que escuchemos de fondo todo el rato que hay «putas en la casa». Cardi B y Megan Thee Stallion se apropian del insulto en una letra en la que repiten la palabra «pussy» una veintena de veces, se jactan de que «no limpian, ni cocinan», aunque sí «cabalgan sobre pollas» «para conseguir anillos», e invitan a su fiesta a un montón de chicas más, desde Rosalía a la Kylie que no es Minogue. Un gobernador de derechas se ha preguntado si esto es el feminismo, Cardi B considera una victoria haber cabreado a los conservadores y, en todo caso, con un poquito de titulares y un poco de gracia, el tema hip-hop de base sobria -casi conservadora también, ojo- tiene ya un pequeño hueco reservado en la historia.
‘The Streets Where I Belong’ es una balada inspirada en el pop-rock de radiofórmula de los 80, un poco ‘Every Breath You Take’ but make it ‘Twin Peaks’, pero sobre todo muy Bruce Springsteen, que Annie dedica al «amor de su vida», Erot, trágicamente fallecido a los 23 años. La canción no puede conmover más desde su inicio, en que Annie cita al propio Erot («Annie, están pinchando nuestra canción») para empezar a relatar el origen de su relación y los hermosos momentos vividos: «por un momento viajo al lugar de donde soy, amantes adolescentes, cuando éramos jóvenes, íbamos a todas las fiestas bajo el sol de medianoche, ahi es donde conocí al amor de mi vida, él era DJ y bailamos toda la noche».
La preciosa balada que presentaba el nuevo disco de Yelle, sostenida en poco más que un arreglo de piano, percusiones y sintetizador, y dedicada a la «complicada relación» del dúo con Francia, se sumerge de manera esporádica pero fundamental en el futuro. En ‘Je t’aime encore’, la voz de Julie es distorsionada en tres puntos clave y el efecto es capaz tanto de imprimir a la canción una emoción inmensa como de prácticamente plegar, estirar y ensanchar el espacio-tiempo, haciéndola sonar como un cruce entre el pop clásico y el del mañana. La balada del siglo XXI sonaba a esto.
El primer adelanto de ‘Bellavista’, tercer disco del cuarteto y segundo en el sello Aloud Music era un giro al pop contemporáneo, con guiños al hip hop en lo lírico –»soy fan declaradísimo de Agorazein y también me apetecía jugar un poco a ser ellos», decía Gálvez a MondoSonoro– y al chill-pop de Omar Apollo, Men I Trust o boy pablo en lo musical. Que, desde luego, poco tiene que ver con la escena post-rock y screamo en la que han triunfado Viva Belgrado, con una reputación internacional que les ha llevado a actuar por todo el mundo… incluyendo México y Tokio –está claro que tienen fijación por el país nipón y su cultura–, lugares que se mencionan en el irresistible estribillo de esta canción.
El primer avance de ‘Calambre’ es un tiro de 3 minutos que toma su título del dicho «curita, curita, sana / si no sanas hoy, sanarás mañana». Entre palmas e influencias del hip-hop de finales de los 90 y principios de los 2000, muy palpable no solo en ritmo sino en el modo en que se han metido esas pseudo-cuerdas sampleadas, despuntan sus desafiantes versos de «gangsta» sobre droga y sexo: «Yo sé cómo hablarle a mi bitch, yo sé cómo cortar mi hachís, si te muestro, viene la police, si me agacho, sientes tú mi clitorís». Nathy se pasa el Fondo Monterario Internacional por donde dice y presenta un tema a la altura de las grandes.
Juntos pero no revueltos, Amine y slowthai rapean en este desatado numerazo de UK-garage de los Lawrence que no da respiro y cuyo principal gancho suplica «por favor, no me jodas el pedo» a una chica que flirtea con él/ellos a la vez que el novio de esta la amarra muy de cerca. Este auténtico banger se completa además con un divertido clip en el que un pobre muchacho, convaleciente en una camilla del hospital tras un accidente, se ve arrastrado a una serie de calamidades sin poder resistirse a ello. El pobre no puede (ni podrá) disfrutar del subidón de este single que hizo que esperáramos ‘ENERGY’ con los brazos bien abiertos.
‘Salt Licorice’ es la producción más contundente y agresiva que han firmado tanto Jónsi como Robyn en años. El caso del primero es más comprensible pues él es autor junto a Sigur Rós de obras de post-rock tan hermosas como ‘Ágaetis byrjun’ o ‘Takk…’, pero realmente hacía mucho que ella no cantaba en una canción tan potente desde el punto de vista comercial: su último disco ‘Honey’ era mucho más relajado, su reciente single ‘Impact’ con SG Lewis y Channel Tres no era precisamente un rompepistas sísmico, y de sus últimos EPs con La Bagatalle Magique y Röyksopp han pasado ya entre 5 y 6 años. Una «oda al dolor escandinavo» en la que caben referencias como PC Music, sí, pues produce AG Cook, pero también el dance de los años 90.
Yago, Pol y Arnau continúan en estado de gracia en ‘Besos’, un nuevo himno emocional para cantar a voz en grito y poguear desaforadamente –tristemente, prohibido hasta nueva orden–. Tras una introducción equívocamente pausada regalando el (gran) gancho melódico de la canción (un poco a la antigua usanza), el ritmo de la canción se desata para desgranar –con ese peculiar, desconcertante y divertido uso del lenguaje que les caracteriza– una historia de un deseo no correspondido, al que no le falta ni un solo de guitarra ni otro vocal. Otro inapelable «golpe de afecto», como ellos dicen, que nos llevaron a etiquetar ‘Siento muerte’ como uno de nuestros Discos de la Semana.
La clave de ‘Juro que’ ya no es la actualización que hace de los tangos gracias a la co-producción de El Guincho, sino que es una canción muy bien construida desde la pasión, al modo en que lo había sido ‘Aunque es de noche’ pero ahora con el uso del autotune y un entramado de voces, jaleos e instrumentación muy bien armado. ¡Y qué bien suenan las palmas en esta producción!. Sin elemento sorpresa, pero con el elemento tradicional que necesitaba Rosalía para presentarse definitivamente ante el público internacional, ‘Juro que’ -cantada en los Grammy internacionales- es otra dignísima adición a su repertorio. Y sin haber inventado absolutamente nada.
Recién «nacidas», Adiós Amores nos han eso, enamorado, de golpe y porrazo con su primer single. Se trata de ‘Charlotte’, una maravilla que bien podrían haber entonado Jeanette o France Gall en los años 60, con guiño a Lole y Manuel en su letra, a los que adoran tanto como a The Brian Jonestown Massacre, The Flaming Lips, The Shadows o Beach Boys. Son referencias que aparecen en la nota de prensa de este proyecto que une, a caballo entre Sevilla y Granada, a Iman Amar y Ana Valladares.
Todo un pildorazo de pop de guitarras con teclados y ritmo bailable –»pogo de dormitorio», lo define con tino su nota de prensa– que pide la escucha en bucle por su melodía del todo memorable. Y también por esa letra que no es otra cosa que una oda a la inmadurez de alguien que «junta dinero para ir a festivales» mientras sus amigas «hablan de problemas reales». Pero, aunque no podamos confesarlo, en realidad también anhelamos entrar en esa «espiral de autodestrucción, de acabar fatal», de avergonzarnos de nosotras mismas. «Sería tan guay si tuviera carisma…».
Hinds han dado paso hacia adelante bastante lógico; no han querido quedarse en un falso amateurismo y han evolucionado hacia una producción más brillante y elaborada, pero sin renunciar a la frescura marca de la banda. ‘Good Bad Times’ tiene cositas discutibles (algún juego de voces, la manera de introducir la estrofa en castellano), pero ganan los aciertos por goleada: melodía y estribillos pegadizos, unos arreglos fantásticos (¡ese riff de teclado!), el brillo flúor, las reminiscencias ochenteras y una melancolía inédita hasta ahora en la banda que asoma durante toda la canción.
Un breve latigazo de rock enérgico y melódico a caballo de sintetizadores chisporroteantes cuya letra va directa al hueso, en la que Alfaro acomete sin medias tintas una ruptura sentimental. Una en la que la máscara de solo aparente cordialidad («Razonablemente felices fuimos tú y yo, si es que es algo que se pueda razonar») se resquebraja y no puede contener el rencor y la rabia ya en su final («Corazón roto y brillante, nada ya será como antes, yo jamás podré perdonarte»).
Escrita por La Bien Querida, ‘Lo que te falta’ es una lucha de canción de desamor y despecho pero finalmente de aceptación y supervivencia, que se ha venido recientemente muy arriba con el vídeo dirigido por Paco León, lleno de anécdota y detalle. Paco León reflexiona sin renunciar a su conocido humor sobre la simbología de la bata de cola respecto a la feminidad. La performer Pilar Albarracín luce en el vídeo una que fue de Lola Flores. «Las mujeres tenemos que ir tirando de esa bata de cola, pero si se le consigue dar la vuelta, da una fuerza tremenda», ha explicado Soleá, subrayando la diversidad de las personas que la acompañan en este viaje: hombres y personas de todas las edades.
Un bombazo house-pop inapelable que debería ser capaz de conquistar a públicos de lo más variopintos, no solo a chavales que encuentren encanto en estos sonidos pretéritos (igual alguno se sorprenderá de saber que sus padres ya bailaban algo así) sino también a los que vivieron aquellos años en el que la música de clubs de baile inundaba todo. Pero lo que es innegable es que su melodía puede llegar a obsesionar, como les ha ocurrido a Hidrogenesse que, en su primer fin de semana de confinamiento por el COVID-19, se lanzaron a hacer una versión sui generis de esta canción: transformada en una balada a piano, Carlos Ballesteros y Genís Segarra le dieron su toque de genialidad al adornarla con los sonidos sampleados de la Fontana di Neptuno, sita en la romana Piazza Navona, tras quedar fascinados por la imagen de ese espacio vacío por la crisis del coronavirus.
Lo último que ha sacado DORA se llama ‘Oxena’, como la persona a quien se dirige esta canción post-ruptura, y se divide claramente en dos mitades: una primera que supone un lamento («¿Sabes qué pasa? / Siempre lo doy todo por quien no lo merece / Y al final me rompo»); y una segunda que «rompe» con eso sobre una base más UK Garage o drum&bass, sobre la que repite una y otra «estoy mejor sin ti», hasta el punto de que este podría ser el título de la canción. Una producción avanzada que también ha construido junto a su mano derecha Pional y que podríamos emparentar con Jamie xx, Flume o también la primera Najwa (la de ‘That Cyclone‘, ¿nadie la recuerda?), si no fuera por la peculiaridad de las dos partes.
‘Kerosene!’ se parece mucho más a lo que suele hacer Yves Tumor y es una balada soul llena de tensión sexual, tanta que parece que la canción va a estallar en cualquier momento. Por supuesto, Yves Tumor solo ha hecho una canción de este estilo para pervertirla como solo él sabe y si el motivo de teclado principal de ‘Kerosene!’ suena extraño e incluso fantasmagórico, la canción mantiene el elemento sucio, oscuro y amenazante que caracteriza el sonido de su nuevo álbum. Ni siquiera la apoteosis guitarrera a lo Prince a la que llega ‘Kerosene!’ después parece suficiente para controlar la atmósfera fibrilante que Yves Tumor y Diana Gordon logran crear con su diálogo de mensajes de deseo («¿quieres ser mi fantasía, eres justo lo que necesito») y todos esos alaridos que sueltan a lo largo de la canción.
Avalanches no construyeron esta canción pensando que pudiera ser un single, pero Rivers Cuomo de Weezer la convirtió en ello gracias a su participación. “Rivers, como nosotros, siempre está cazando la melancolía, ese espacio entre las notas”, indica el grupo apelando también a la sensación de estar “superado” y “con el corazón roto”. Algo que refleja de manera muy evidente una letra que habla de «llorar en el coche» y sentirse «un inválido». Por otro lado, estamos ante un sentido homenaje a David Berman, fallecido el año pasado: suyo es el texto entonado en un momento por Pink Siifu, pues está tomado de ‘Darkness and Cold’ de Purple Mountains. Ni que decir tiene que su parte, el middle 8 con la frase «la luz de mi vida se apagará esta noche sin ningún resquicio de arrepentimiento», tiene ahora un nuevo triste sentido, dejando el momento más hermoso cuando entra ese piano calmado. El final de la canción, apelando a «la luz de California», suena en cambio esperanzado.
‘Nada y nadie’ presenta los ingredientes de la típica canción de Sen Senra: al modo del blues clásico, solo una guitarra eléctrica le acompaña al principio de la canción para marcar el ritmo y la atmósfera, mientras la peculiar voz de Christian toma todo el protagonismo desde el segundo cero. También la letra de ‘Nada y nadie’ lleva la firma del gallego en su descripción de un encuentro sexual desde un punto de vista ligeramente paternal. Después, un ritmo hip-hop y unos coros tipo años 40 llevan a su cumbre dramática a la que puede ser la canción más representativa de la carrera de Sen Senra y, en unas palabras, la mejor.
‘Model Village’ es una de las canciones sociopolíticas de IDLES: toda su letra es una crítica de la sociedad moderna a través de una «aldea modélica» sobre la que se enumeran con ironía los supuestos «coches modélicos, mujeres modélicas, derecha modélica e izquierda modélica» que la pueblan. Joe Talbot está parodiando a la Gran Bretaña capaz de votar a favor del Brexit (explícitamente se utiliza la palabra «gammon» referida al votante rural de derechas que lo hizo, en la frase «veo muchos «gammons» en el pueblo»), e indica que no se siente a gusto en este lugar. IDLES continúan fieles a influencias punk como Black Flag en este tema, pero se reconoce en el punteo una aproximación al indie rock de gente más accesible como Yeah Yeah Yeahs y los mejores Bloc Party, que, sí, existieron.
‘No te puto pilles’ se ha convertido en uno de los nuevos himnos del indiepop nacional por derecho propio. Con una base tan sencilla como eficaz, estamos ante uno de esos temas rock para bailar, en el que los teclados de Marina (desquiciado solo-outro incluido) aportan un punto psicodélico que hace que el axioma «garaje» cobre todo el sentido. Y su llamativa letra en la reconocible voz de Marta marca la diferencia. Es evidente que Marta pone en su boca las palabras de algún machirulo recalcitrante, (excesivamente) bien pagado de sí mismo. Hasta el mismo vómito. Y todo para esconder una personalidad más bien patética.
‘Who’s Laughing Now’ nos ha transportado como un Delorean casi tres décadas atrás. Por entonces es cuando triunfaban los suecos Ace of Base con pelotazos como ‘The Sign’ u ‘All That She Wants’, que adaptaban con muy buena mano ritmos jamaicanos a la idiosincrasia del pop anglosajón. Y por esos derroteros –es conocida la querencia por el pop sueco de Ava Max– es por los que se mueve este ‘Who’s Laughing Now’ –con producción de Cirkut y co-autoría de Noonie Bao– realmente magnética desde el primer vistazo/oída, con ese estribillo lleno de carcajadas. Por tener, hasta un simpático solo de guitarra tiene.
Hot Chip compusieron esta canción pensando en Dua Lipa pero al final se decantaron por Jarvis cuando coincidieron pinchando en un evento de París. Aunque grupo y sello defienden el carácter “disco” de la producción, los beats apuntan tanto a los 90 como los de un ‘Overpowered’, mientras los teclados terminan de realzar la composición, eufóricos. La letra es una metáfora sobre la fiesta que tanto nos han dado Hot Chip, apelando al “pitido en nuestra oreja” y el “diablo en la lengua” que nos hace desear más y más: “hay placer en este temor / a que nunca volvamos a ver el sol”. Además de a Jarvis llamando a quedarnos “hasta el amanecer”, escuchamos en esta pista también a Joe Goddard -no solo al cantante de Hot Chip, Alexis Taylor-, un poco en modo ‘Thriller’.
Editada en los últimos días de 2019, cuando muchas listas de lo mejor del año ya estaban fuera, ‘Polly’ nos acompañó toda la pasada Navidad y también nos acompañará esta. Se trata de una cálida balada a la guitarra llena de melancolía desde sus primeros acordes y frases. En el vídeo, Moses Sumney llora y suspira en silencio, casi durante todo el recorrido de la canción, recordando a clásicos vídeos llorones de Sinéad O’Connor o Duffy. Mientras la letra encierra cierta ambigüedad, hay que destacar los preciosos coros que emergen de distintos tipos, unos son clásicos, sesenteros, otros emulan pájaros, otros están casi tan tratados como en ‘Nikes’ de Frank Ocean, pero todos constituyen un perfecto desarrollo para esta maravillosa canción.
Basta una escucha para darse cuenta de que esta es una de esas canciones más grandes que la vida. Pues, de hecho, habla de la supremacía del amor como un ente inconmensurable que todo lo puede («derriba mitos, declara patrias») y para el que el tiempo puede incluso ser un aliado («este amor, este increíble amor, / se hace viejo, / y sus arrugas son victorias»). Una composición que bien podría haber firmado un Lee Hazlewood o un Burt Bacharach con las miras puestas en una película de tintes épicos –quizá un western–, que parte de un suave pero decidido rasgueo de guitarra, enfatizado por las percusiones de Fany, y que se dispara en todas direcciones con el giro melódico y de intensidad del estribillo, con esos coros crepusculares y esas castañuelas tan apropiadas. Dos minutos le bastan para evocar una emoción inconmensurable, para contar una vida.
‘Autorretrato’ nos habla de una serie de hábitos de la vida cotidiana que nos definen. Algunos nos afectan de gravedad («no temo hacerme daño hasta que es demasiado tarde»), otros son irrelevantes («no suelo desayunar a no ser que sea a tu lado»), pero todos van conformando nuestra personalidad, en un tema confesional que consiente cierto sentido del humor («no me siento especial, casi nunca, menos mal»). A su vez, en su mejor momento, el precioso estribillo, es una bonita declaración de amor en la que el destinatario está por encima de nosotros mismos: para «no me da miedo la muerte (…) me asusta mucho perderte» se ha dejado la melodía vocal más bonita de este ‘Autorretrato’.
Amaia y Alizzz han ideado juntos un tema pop bailable con influencias del post-disco y el «boogie» de los 80, próximo al trabajo de los mexicanos CLUBZ. El vídeo de ‘El encuentro’ hace referencia a la ruta del bacalao, pues ha sido rodado en Valencia: esto va de «un encuentro» que termina en after, con Amaia marcándose un «pos’ miradme tol’ coño» en un punto del vídeo, Alizzz orinando en campo abierto, ambos bailando bajo la luz del sol… y más divertidas cosas que abren un nuevo horizonte para los dos.
Por comercial y hasta pop que pueda sonar, ‘Video Game’ no cuenta con estribillo como tal, sino que se compone de una serie de estrofas en las que Sufjan comparte sus reflexiones sobre la persona auténtica que desea ser, dejando varias referencias religiosas marca de la casa. La canción empieza de hecho con la frase «no quiero ser tu Jesucristo personal» para después responder: «quiero ser mi propio creyente, no quiero jugar a tu videojuego». Sufjan tampoco quiere ser «el centro del universo» ni una «marioneta en el teatro» ni quiere poner al «demonio en un pedestal» o a los «santos en cadenas»; solo quiere «hacer su vida un poco más fácil». El vídeo ochentero está dirigido por Nicole Ginelli y protagonizado por la coreografía de la bailarina Jalaiah Harmon.
Si bien en otros puntos del disco de Khruangbin y de su carrera se han entregado al dub, al soul iraní o al funk tailandés, la rumba es la protagonista de este tema entonado en castellano por Laura. Según la nota de prensa, esto se define como «un grupo de Texas con un nombre tailandés cantando una canción en español, basada libremente en una película japonesa», y probablemente influido por artistas como El Fary o Perlita de Huelva, según han dejado caer en entrevistas. El texto habla sobre alguien que quiere ser una «pelota de hollín», que vuela «perdido en una casa surreal» y que en un momento dado también se convierte «un demonio» y «ama el desastre».
La letra de este tema de los Strokes referencia primero en un post-estribillo «cierta canción de los años 80» y luego se pregunta en otro pre-estribillo «dónde fueron aquellas bandas de los años 80», por lo que los medios han especulado con que la canción se refiera bien a los autores de ‘Dare’ o a The Cars, pues precisamente vemos unos «coches» en la portada del single y recientemente fallecía Ric Ocasek. Lo seguro es que Julian Casablancas busca un estribillo («Can we switch into the chorus right now?») y lo ofrece a continuación cuando se pregunta amargamente dónde están sus amigos («I want new friends, but they don’t want me / They have some fun, but then they just leave»). The Strokes culminan así una canción inmediata que por melodía podría haber pertenecido a su debut.
‘Lifetime’ es una canción escapista y celebratoria en la que Romy cumple exactamente con su cometido de darnos “música de club emocional y escritura de canciones atemporales”. Los beats se elevan más luminosos de lo que jamás fueron los de Everything But the Girl -con los que tanto se comparaba a The xx, en mi opinión, justificadamente- para ahora hacer al público alzar los brazos en perfecta comunión, justo cuando este más lo necesita. Escrita durante el confinamiento, capta la esencia de los mejores New Order, los de ‘Technique’.
‘House Music All Night Long’ no suena exactamente a house. Al menos, no de primeras: pese a un rasgueo de guitarra funky que por momentos parece emular a la de la célebre sintonía de Isaac Hayes para ‘Shaft’, más bien comienza como un medio tiempo melodramático marcado por el sonido de un órgano carpetovetónico, mientras Jarvis desgrana su letra con su susurrar y sus pausas dramáticas. Sin embargo, en su segunda parte, la canción prioriza el ritmo (menos pausado de lo que aparentaba), entrando en un delicioso bucle en el que la obsesiva repetición de Cocker del título de la canción es enfatizada por distintos sintetizadores: uno de ellos guarda ciertas similitudes con el clásico ‘Such a Shame’ de Talk Talk, lo cual no nos extrañaría que fuera algún tipo de homenaje al desaparecido Mark Hollis.
Lo más destacado de ‘Guilty Conscience’ es la preciosa línea vocal de Danielle Balbuena –como siempre, envuelta en filtros–, especialmente su brillante estribillo, pero también el guiño melódico a ‘Stand by Me’ reconocido en los créditos. Es chocante que su precioso envoltorio musical contraste con una letra en la que el narrador confirma sus sospechas de infidelidad. Ese texto podría narrar una experiencia personal de Balbuena, pero no necesariamente. Porque, según señala su vídeo oficial, en este tema 070 Shake pretende denunciar cómo la masculinidad más tóxica terminan pesando sobre toda la sociedad.
Entre cajas de ritmo y la incursión de instrumentos de viento a cargo de Nathaniel Walcott de Bright Eyes, ‘Kyoto’ es la canción que mejor equilibra la amalgama de estilos de Phoebe Bridgers, con un estribillo que amenaza: «voy a matarte / si tú no lo haces antes». La canción habla desde la primera línea y de manera muy explícita sobre su primer viaje a Japón, pasando al «síndrome del impostor» que sintió al ver a la gente querer escuchar su música. «Quería ver el mundo y atravesé todo el océano, y ahora he cambiado de idea», dice la letra, explicando después en declaraciones recogidas por Genius: «Sentía como si estuviera viviendo la vida de otra persona. Siento una disociación cuando pasan cosas malas, pero también cuando pasan las buenas».
Que Bob Dylan puede llegar a ser de canción larga, muy larga, es algo que ya sabíamos. Una de sus obras maestras, ‘Highway 61 Revisited’, de 1965, se cerraba con la icónica ‘Desolation Row’, que se extendía más allá de los 11 minutos. Su gran disco de regreso en 1997 ‘Time Out of Mind’ se cerraba con un tema de más de 16 minutos llamado ‘Highlands’, y el corte titular del mencionado ‘Tempest’ rondaba los 14 minutos. De hecho se han escrito varias selecciones sobre cuáles son «las mejores canciones largas de Bob Dylan» o sobre cómo algunas canciones de Bob Dylan son «más grandes cuando pasan de los 10 minutos». ‘Murder Most Foul’, además de ser un retrato del asesinato de JFK, contiene un sinfín de referencias. Bob Dylan sugiere que «suenen» o «se representen» una serie de cosas y entre ellas aparecen decenas de nombres de artistas y de obras, de ‘Another One Bites the Dust’ a Nat King Cole, pasando por «Lindsey y Stevie Nicks», entre otros muchos analizables durante horas en Genius.
Este tema es el broche perfecto para la primera parte del disco de Rina Sawayama por su aire reposado que, de forma tenue, va creciendo y se va convirtiendo gracias a sus azorados arreglos (tiene de todo: future pop, gospel, coros R&B…) casi casi en un banger. Y eso que comienza de manera delicada, casi como una balada a lo Mariah Carey, aproximándose después a lo bailable gracias a cierta épica… y al beat de la canción, claro. En ella, Rina se acerca un tanto a la perspectiva pop de Tove Lo y, en cierto modo, a los encantadores aires retro de Carly Rae Jepsen. De hecho, la canción fue escrita y producidas en unas sesiones con Kyle Shearer, colaborador habitual de la canadiense. Y, para rizar aún más el rizo, la autora de ‘Call Me Maybe’ aparece mentada en la canción.
‘cardigan’ recurre a la infalible imagen de una triste chaqueta abandonada debajo de una cama, que alguien rescata, como metáfora de encontrar el amor. Estructuralmente, cuenta con un estribillo en el que se menciona el título del tema, otro melódico en el que no y una frase que se repite de manera recurrente («cuando eres joven, la gente asimila que no sabes nada»). La letra se rebela contra esta última frase en un tercer verso algo distinto («yo sí lo sabía todo cuando era joven / sabía que te maldeciría para siempre»), y finalmente ofrece un clímax («sabía que volverías a mí» repetido por 4), si es que tal cosa no es la mencionada línea de piano de la canción. ‘cardigan’, una de las tres canciones sobre un triángulo de amor adolescente de ‘folklore’, siendo las otras ‘august’ y betty’, habla de la huella que deja el primer amor, y su complejidad disfrazada de sencillez le hace a esto mismo una enorme justicia.
El primer single de ‘La vita nuova’ recupera el gusto melódico que en ‘Chris’ a veces estaba en segundo plano; y en su acercamiento al R&B con matices interesantes un poco más synth-pop, no puede representar mejor el sonido de Heloïse Letissier. En cuanto a la letra del tema, sí es algo más sencilla y clara de lo habitual, apelando a los momentos duros que pasamos, a los momentos en que estamos ausentes, y a aquellos en que sufrimos cuando hablan mal de nosotros.
Los que esperaban un rompepistas por parte de Kylie quedaban decepcionados con ‘Magic’. El segundo single de ‘DISCO’ contiene más bien una melodía melancólica, como recordando el día en que de hecho las pistas de baile estaban abiertas, mientras la letra nos ofrece la fantasía de que los amantes de la música disco puedan volver a desmadrarse «esta noche»: «Bailar juntos / no hay nada que pueda ser mejor / El mañana no importa / haremos que la noche dure para siempre». Si la melodía de ‘Magic’ nos lleva al Nueva York de los 70, sus arreglos eran puro soul-disco de Filadelfia: este sí era el «disco maduro» que Kylie había prometido.
’24 Hours’ es otra canción de Georgia que va al grano en sus 3 minutos de duración. Las voces de su arranque remiten al tipo de voces sampleadas en la historia de la música electrónica, pues los clásicos primigenios del house de Chicago y el techno de Detroit son citados por ella misma como influencia en la creación de este disco; mientras la canción se inspira en haber pasado 24 horas seguidas de fiesta en Berghain: «Sé que es un cliché, que no soy la primera en darse cuenta, pero estar sobria en estas fiestas supone darte cuenta de lo importante que es todo esto para la gente. Escapar es un fenómeno tan increíble… quiero entender mejor cómo funciona. Por eso la pista de baile es el tema principal de este disco; si hay un tema principal, es ese».
Aunque ‘Lost In Yesterday’ no ha logrado el impacto comercial de ‘The Less I Know the Better’, sobrevive y sobrevivirá como una de las composiciones más populares y aceptadas de Tame Impala. Es la visión más comercial y bailable de un proyecto comúnmente conocido como «psicodélico» y «lisérgico» que ya no tiene miedo a ser comercial ni kitsch, como indicaba el propio Kevin Parker en una entrevista que le realizamos en Londres. Nos decía: «Siempre me he arrepentido de preocuparme demasiado por sonar azucarado. En trabajos anteriores me he arrepentido de rebajar ese tono «cheesy», de esconderme, de sonar menos revelador, menos grande… y en ‘The Slow Rush’ he querido dejar claro que ya no tengo miedo de esas cosas. Ha sido un ejercicio de no arrepentimiento. Sonar cursi es algo que tengo muy presente, pero ante todo intento simplemente seguir mi visión. Digamos que «one’s man cheese is another man’s crackers»».
Tanto en cuanto a sonido como en mensaje, en ‘The Steps’ destaca el empoderamiento de las tres jóvenes hermanas artistas. La letra de la canción, quién sabe si autobiográfica, es extensible a muchas mujeres que ven cómo tienen que lidiar con el mansplaining y los recelos que despierta en su propia pareja (masculina) que su valía destaque por encima de la de él. Por ahí van claramente los versos de su estribillo cuando cantan a coro: «Cada vez que creo que he estado dando pasos / Tú terminas enfurecido conmigo por crear un lío / No puedo entender por qué no me entiendes, cariño / Cada día que me levanto y hago dinero por mí misma, / y aunque compartamos cama, sabes que no necesito tu ayuda / ¿Lo entiendes? No lo entiendes, cariño». La canción no podía publicarse en otra semana que no fuera la del 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora.
‘In Your Eyes’, uno de los mayores éxitos comerciales de 2020, es también un considerable temazo synth-pop de grandes influencias italo y guitarras a lo Chic que, como ‘Blinding Lights’, está co-escrito y co-producido por Max Martin y Öscar Holter. Sin embargo, ‘In Your Eyes’ no presenta la energía implacable de ‘Blinding Lights’, sino un sonido más melancólico comparable al de ‘Secrets’ o ‘I Feel it Coming’… y la sorprendente presencia de un solo de saxofón, el instrumento más ochentero que existe. Remezclado después con la participación de Doja Cat, ‘In Your Eyes’ es un clásico instantáneo en su versión original.
‘Clap Clap’ es otro de los pepinazos avanzados y constructivos de Delaporte, presentando un álbum que habla sobre revolverse contra el acoso y a favor de quererse a uno mismo. El tema se revuelve contra la opresión de los que pretenden maniatarnos («quieres hacerme callar, yo te quiero cantar») y coartar nuestra libertad (incluso se diría que ofrece cierta lectura político-social); pero ofrece un mensaje positivo, de orgullo ante la reacción: «construyo con lo que me dais / y bailo en tu cara».
Tan seguidor de ‘Dancing on my Own’ de Robyn como de ‘In the Air Tonight’ de Phil Collins, Troye Sivan da aquí con un excelente número de pop sintético que tiene su parte triste en lo lírico. El tema es un mar de contradicciones entre lo que nos dice y cómo nos lo dice. El bueno de Troye nos está contando lo duro que es ver a la persona deseada, esto es, el chico con el que ha roto, «en sueños». Pasamos de «pensé que sería obvio que no te aparecerías en sueños» a «pero sí te apareces en sueños, haciendo las cosas más duras». La música, en contraste, es todo euforia, mejorando la vena de synth-pop ochentero que ya le escuchamos en singles de años pasados como ‘My, My, My’.
Convertida en viral en los primeros meses de 2020 por obra y gracia de TikTok, lo mejor de ‘Say So’ (y lo que puede hacer que su éxito no sea efímero y se extienda más allá de la citada plataforma) es que es una canción realmente atractiva. Detrás de su sensual y fresco retrodisco están, junto a la propia Amala Dlamini, Dr. Luke (bajo el seudónimo Tyson Trax) y su equipo, logrando un tema enormemente adictivo que bien podrían haber interpretado Ella Mai o incluso Bruno Mars. La clave está en ese gancho de su estribillo en el que Doja Cat que pide a un amigo que no se corte y «agarre su culo», porque va a ser correspondido.
El sexo puede haber sido deprimente durante el mayor apogeo de la pandemia del coronavirus para media humanidad, pero no para Charli XCX. La cantante, que ha creado y publicado un disco durante la misma, estaba confinada con su pareja, con la que vivía una crisis, y al contrario de lo que ha pasado a mucha gente, la convivencia ha reforzado su relación. De esto habla ‘claws’, una declaración de amor en la que la artista repite hasta la saciedad: «me gusta, me gusta, me gusta todo sobre ti», además de insistir: «me gusta cómo piensas, me gusta tu sonrisa, me gustan tanto tus ojos que podría morir».
Si ‘Savage’ ya era icónica por su estribillo «I’m a savage / classy, bougie, ratchet / sassy, moody, nasty» y por ese hipnótico acorde de piano cuyas notas suenan caras y pesadas como el diamante, su remezcla con la participación de Beyoncé, implicadísima para dotar a la composición de una forma más convencional, la convertía definitivamente en un clásico del inicio de década, pues mejoraba a todas luces la grabación original transformándola prácticamente en una canción nueva. Con razón, ‘Savage Remix’ ha dado a Megan este año su primer single número 1 en Estados Unidos.
Con un imperdible vídeo homenaje al country pop de Shania Twain, la Lady Gaga de la era ‘Joanne’, Carrie Underwood o Christina Aguilera, ‘You Should Be Sad’ se presta al baile, pero a la vez tiene una melodía elaborada y bonita. La producción de Greg Kurstin –que, de forma significativa, se encargó en el estudio de tocar cada uno de los instrumentos, incluidas esa lap-steel guitar de fondo y la distorsionada del solo– es exquisita en su forma de fundir en ella clasicismo y modernidad, salpicada tanto de autocoros como de ad-libs susurrados, propios del hip hop o el R&B. Es, además, una de las letras más crudas de ‘Manic’… y ya es decir. En esta en particular desnuda las debilidades emocionales de su expareja sin piedad.
Una de las canciones fundamentales en el último disco de Claire Boucher, ‘Delete Forever’, sorprende por su sonido orgánico, mientras su letra denuncia la «crisis de los opiáceos». Inspirada en ‘Wonderwall’ de Oasis, como es evidente por su melodía de guitarra, la balada comienza hablando de cosas «de las que no puedes escapar» y conviertes en «demonios» e incluye menciones a la «mala suerte» o a encontrarse «muy abajo», para después incorporar un banjo y también una especie de trompeta. Impresionante también su video-cuadro, con Grimes sentada en el trono de un escenario imaginario.
El enésimo macrohit de Bad Bunny trata el empoderamiento femenino desde el punto de vista de una mujer que busca autonomía total en la discoteca, y Benito decide interpretar a este personaje también en su videoclip, disfrazándose de mujer para defender el lema «ni una menos» presente en dicho vídeo. O de varias mujeres, porque le vemos embutido en un traje de látex rojo, ligero en un «outfit» floral veraniego o «perreando» en la discoteca consigo mismo. El vídeo es una sucesión de escenas delirantes que tampoco dan tregua cuando aparece Bad Bunny encadenado en un ring inundado.
‘Never Come Back’ aparenta sencillez, pero a la vez se percibe cómo Caribou juega sobre una estructura básica, tanto con las percusiones y pianos como con un segundo estribillo (ese, no menos enigmático, que dice «Nunca puedo olvidarlo / prométeme que no te arrepentirás / Tú y yo estábamos juntos / incluso aunque nos conocíamos mejor»). E incluso se percibe, en esa outro en fade out, que tenía alguna que otra línea melódica más en la que trabajar, como ha acostumbrado en este último álbum, pudiendo haber prolongado sus cinco minutos otros cinco más. Pero como está, ya es gloriosa.
Tras su apariencia sonora tirando a luminosa, este ambiguo título condensa una letra que reflexiona sobre cómo nuestra personalidad evoluciona a lo largo de la vida incluso cuando creíamos conocernos perfectamente, quizá inspirada también por la nueva vida que ha emprendido Sondre Lerche en Los Ángeles después de diez años viviendo en Nueva York. Así, partiendo de la idea de «qué pasaría si hubiera más versiones nuestras por ahí, espiando a nuestro yo percibido como auténtico», el clip que ha dirigido Jon Danovic para la canción presenta a Sondre espiándose a sí mismo, observándose y persiguiéndose a cualquier paraje por remoto que parezca.
‘In Spain We Call It Soledad’ comienza como un spoken word, está trufada de frases tan de nuestros pueblos como «ay, qué desastre», «me desangro, llama a alguien» o «te quiero, pero ay, que me muero», solo que en Spanglish; mientras que la música parece más bien en sintonía con Yelle y Delaporte o proyectos de electro tan olvidados como Begoña o That Girl with the Dark Eyes. Superando cualquier tipo de comparación, ‘In Spain We Call It Soledad’ va añadiendo capas y capas, préstamos de diferentes subgéneros de la música electrónica, más o menos deep, cosmic y trance, por momentos se convierte en una canción palmera, y cuando te pensabas que la grabación no se podía volver más locatis, Rigoberta Bandini se arranca a chillar palabras de amor a Mónica Naranjo, tal cual.
La canción más pop de la carrera de Mike Hadreas, ‘On the Floor’, se inspira abiertamente en éxitos de los 80 como ‘Girls Just Wanna Have Fun’ de Cyndi Lauper o ‘True Blue’ de Madonna, hasta el punto de dar lugar, poco después de su lanzamiento, a un remix a cargo del productor especializado en dar una pátina ochentera a sus creaciones, Initial Talk, quien ha remezclado a gente como Dua Lipa o Kylie Minogue. Este fondo luminoso sirve a Hadreas para, en la letra, cuestionarse qué emociones humanas menos amables que el amor se manifiestan en un «crush», un enamoramiento desaforado e instantáneo.
Las dos partes de ‘On’ reflejan «la triste aceptación de la verdad y después la feliz liberación de las secuelas que quedan de eso. Esto puede percibirse en la producción y los arreglos del tema, la primera mitad sónicamente conecta con las revelaciones interiores y la segunda mitad con la liberación en acción». Por tanto, una producción en su primera mitad entregada a un onírico dream pop, conectado también con el pop sintético de Labrador Records, en el que la escuchamos decir: “esto tiene que seguir adelante / a mi manera, estoy pasando página”. Y después, el pasaje instrumental, a medio camino entre el techno más melódico, y la indietrónica de gente como Postal Service.
Compuesta y producida en solitario por el propio René Pérez Joglar, ‘René’ es un tema rapeado de más de 7 minutos con una instrumentación mínima, comenzando por unos acordes de piano que después mutan en cuarteto de cuerdas. Lo más parecido a un gancho es cuando dice «Ya no queda casi nadie aquí, / A veces ya no quiero estar aquí. Me siento solo aquí, en el medio de la fiesta. Quiero estar en donde nadie me molesta, quemar mi libreta, soltar mi maleta. Quiero llamar al 7550822, a ver quién contesta». Es, al parecer, el número de teléfono de su casa familiar en San Juan, Puerto Rico, como símbolo de anclaje a sus raíces en este tema confesional en el que, ni más ni menos, narra su historia sin filtros. Una fantástica combinación de emoción visual, lírica y musical que no podía acabar de otra forma que con lágrimas… y no solo son las del propio Residente.
Completamente a favor de este frenesí synth-dance pop 80s/90s que asola a las grandes figuras del pop actual, de The Weeknd a Lady Gaga pasando por Dua Lipa y hasta por Sufjan Stevens. Miley Cyrus no es inmune y regresa con un ojo puesto en la Madonna más clásica (uno de sus estilismos recuerda una barbaridad al que lucía la Ciccone en ‘Open Your Heart’). Sedoso y con guiño al ‘In the Air Tonight’ de Phil Collins incluido, a ‘Midnight Sky’ se le notan mucho las ganas de convertirse en un pelotazo inmediato. Cuesta un poco entrar en él, pero también es verdad que las escuchas repetidas hacen que ‘Midnight Sky’ crezca, como prueba su recorrido por las listas de éxito.
Guiado por un riff muy The Cure y unas guitarras un tanto Smiths, el tema es uno de los más pop de toda su carrera, en competencia con ‘Baila Sumeria’, ‘El fantasma de la transición’ o ‘De la monarquía a la criptocracia’. Rodrigo es quien canta esta vez y no Isa, en un tono distinto al habitual que le acerca más a bandas de los 80 como La Dama Se Esconde o Golpes Bajos. En cuanto a la letra de la canción, se trata de una atractiva invitación a seguir el camino del mal, aunque se cumplan 40 años («bienvenido a los 40, deja ya de llorar»). El texto invita: «Deja el trabajo y a los niños / vuelve al tabaco, mantén la dignidad una noche más» y «no abandones a tus amigos, vuelve a la droga». «No te arrepientas (…) No me arrepiento de nada» es su estribillo. Un himno más claro que el agua.
Al margen del alcance de la filtrada ‘Stupid Love’ y ‘Rain on Me’, hay una serie de canciones en ‘Chromatica’ que desde el principio estaban llamadas a ser favoritas de sus fans, y entre ellas estos destacaban desde el principio ‘911’. Se trata de un medio tiempo electro que conecta muy directamente con la era ‘The Fame’, con la que conocimos a Lady Gaga y con la que identificábamos genuinamente a la cantante antes de virar hacia otros estilos. Por aquí, ahora sí, los seguidores de Kylie, de ‘Fever’ al infravalorado ‘X’, pueden asomarse (especialmente los de ‘Speakerphone’) y también los de la Britney Spears más robótica, la de ‘Blackout’. Lady Gaga explicaba que este es un tema sobre un antipsicótico que toma. «Y es porque no siempre puedo controlar las cosas que hace mi cabeza. Lo sé. Y tengo que tomar medicación para impedir que ese proceso ocurra». La cantante se postula como su “peor enemigo” “desde el día que nació” en el estribillo, pero utiliza, como en el resto del disco, la pista de baile como válvula de escape. “No quiero verme llorar más”, se propone en este tema de espectacular videoclip.
Uno de los singles más inmediatos de Róisín Murphy de los últimos tiempos, ‘Murphy’s Law’ es una joya post-disco en la onda de Patrice Rushen, Gayle Adams o Sharon Redd. En este caso, la voz de Róisín suena ligeramente distorsionada, un curioso efecto que tiene su razón de ser, como nos explicaba su co-productor Richard Barratt: decidieron reducir los bpm’s de la toma para presentar algo más «acorde a la madurez de la letra». Por otro lado, como ‘Incapable’, el tema contiene un mensaje de auto-flagelación («es la ley de Murphy, voy a reunirme contigo esta noche, y cuando todo esté yendo bien, todo mi duro trabajo se irá por el retrete») pero también de empoderamiento: «yo no me voy a ninguna parte». Algo que ha quedado claro este año con el último disco de la irlandesa.
A piano, ‘I Want You to Love Me’ es una de las canciones más directas de toda la carrera de Fiona Apple. En ella habla sobre la muerte, sabiendo que la aguarda («Sé que cuando me vaya mis partículas se disolverán y dispersarán (…) Y que nada de esto importará a largo plazo»), pero a pesar de ello se niega a renunciar al amor en el sonoro estribillo que no para de repetir. Una muy bonita composición enriquecida por uno de sus puentes nerviosos y apasionados, por parte de una autora que muchas veces ha optado por el feísmo, y en la que al final improvisa como las cantantes de jazz que tanto ha admirado: Ella, Nina, Billie…
El segundo single de ‘Future Nostalgia’ es una trepidante canción que se inspira en el sonido de principios de los 80, pero esta vez no para emular las guitarras y cuerdas de Chic sino para entregarnos algo más HI-NRG y cinético. También un poco Lady Gaga y un poco Bon Jovi, la propia Dua apuntaba a ‘Flashdance’ como influencia, mientras la producción consigue la elegancia que buscaban The Killers junto a Stuart Price, lo que nos lleva también a New Order, presentes en el elegantísimo teclado del tema, bastante new-wave. ¿Y qué hay de Olivia Newton-John? Obviamente la frase “let’s get physical» parece una referencia, mientras la letra es un juego sexual con frases como “¿quién necesita dormir cuando te tengo al lado?” y un doble sentido político (“all night, I’ll riot with you”).
La nostalgia de ‘What’s Your Pleasure?’ nos lleva a los añorados clubs y también a las «ball rooms» retratadas en series como ‘Pose‘, un auténtico balazo de pop bailable por el que asoman ecos al Prince de ‘Controversy‘ y a la Janet Jackson de ‘Control‘ y también a los ritmos y sintetizadores del acid house que sonaba en los clubes gays underground de la época. De hecho, el bueno de James Ford vuelve a ser el productor principal de este implacable hitazo de dance-pop elegante cuyo estribillo, que parece hecho para subir el autoestima un 200% como mínimo, tanto invita a hacer «voguing» delante del espejo: «push, press, more, less, here together, what’s your pleasure?», plantea Jessie Ware. «Stop, go, fast, slow, here together, what’s your pleasure?».
En 2017, la decisión de coronar ‘Mala mujer’ como mejor canción del año generó cierto rechazo entre parte de nuestros lectores. Puchito cerró muchas bocas con ‘Llorando en la limo’ y ‘Bien duro’, se siguió llenando los bolsillos con cosas como ‘Booty’ y después… pareció afrontar una pequeña crisis creativa, comenzando a repetirse a sí mismo. ¿Quizá abrumado por el éxito de ‘El mal querer’ de Rosalía, disco del que nadie recuerda que es co-autor en hasta 8 pistas?
Antón Alvárez Alfaro está buscando afanosamente una obra que pueda igualar a la maestra de Rosalía y este 2020 ha ido dejando ver que el camino hacia ese ‘El madrileño’ no puede pintar mejor: cualquiera de sus 3 adelantos es válido para ocupar la primera posición de esta lista con lo mejor de 2020, por lo que optamos por un triple empate inédito en nuestros 14 años de historia.
‘Nunca estoy’, con sus referencias a Rosario y Alejandro Sanz, fue nuestra “Canción del Año” en el repaso de junio. Lo merece como gran punto de inflexión. ’Demasiadas mujeres’ fue más allá con una improbable mezcla de techno y pasodoble en la que vuelve a enganchar el fraseo de Puchito. Es hoy por hoy nuestra gran apuesta para coronar este top. Pero será ’Tú me dejaste de querer’ con La Húngara y Niño de Elche la canción más recordada a la larga como ya muestran sus estratosféricos números, por lo que tiene de inmediata y universal. Tres obras colosales y contemporáneas, co-producidas por su amigo Alizzz, inspiradas en la tradición y desprovistas de etiquetas, con las que C. Tangana se ha superado a sí mismo, como ni siquiera los que respetábamos su trabajo hace mucho tiempo, habríamos adivinado.