Hace unos días en Al Rojo Vivo, cuando tocaba analizar lo que había dado de sí el que será el único debate sobre las elecciones del 4-M en la Comunidad de Madrid, la tertuliana Lucía Méndez, conocida por su trabajo en el diario El Mundo, indicó que Isabel Díaz Ayuso se había convertido en un “icono pop”. Nadie de los presentes rechistó, entre quienes debieron de concordar y entre quienes no se habían preguntado hasta ahora quién podía ser la verdadera sucesora de Marilyn de la era Twitter.
Lo seguro es que la broma se nos ha colado en el imaginario, como el Jamiroquai “wannabe” en el Capitolio. Existió aquella portada de Ayuso en Vanity Fair, en la que la dirigente del PP posaba con un cruce de piernas que ni Sharon Stone, la indumentaria de ‘Lady In Red’ y el gesto más bien de Diana de ‘V’. Con mayor carácter angelical, Ayuso realizó también unas fotos para el mismo diario El Mundo, en las que posaba con las manos cruzadas como Nuestra Señora de los Dolores… justo cuando dimitía Yolanda Fuentes, directora general de Salud Pública en Madrid, al negarse a firmar la documentación pertinente para que la Comunidad pasara a la fase 1, en aquel momento de la pandemia que ya nadie quiere recordar.
Errores de gestión aparte, la ridiculización que se ha hecho o intentado hacer desde los medios de la carrera política de Ayuso, desde los tiempos en que era la community manager de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre (no es una leyenda urbana, lo fue), parece haberle beneficiado tanto como en 2016 su aparición lozana en los medios de comunicación diciendo bobadas a Donald Trump. En esa vía, El Intermedio ha jugado un papel fundamental de manera involuntaria, y nuestro medio también tiene un pequeño «mea culpa» que entonar.
Mucho antes de que Ayuso declarase en el programa de Ana Rosa Quintana, algo así como la presidenta de su club de fans, que si la «llamaban fascista es que algo estaba haciendo bien»; la dirigente madrileña parecía inofensiva, si no irrisoria: su cita más célebre era algo de que a los madrileños nos encantan los atascos. Corría el mes de mayo de 2019 cuando le dedicamos un artículo a su (relativo) buen gusto musical. En las entrevistas hablaba de Peter Murphy, Pet Shop Boys, Suede, Texas e INXS como grupos favoritos, desvelando que llevaba un tatuaje de Depeche Mode, en concreto de la era ‘Violator’, en el que nunca ha hecho demasiado hincapié, por razones evidentes, pero muy localizable en Google.
En aquel momento, en plena polémica por los juicios de corrupción del PP, y tras el turbio episodio del máster de Cristina Cifuentes y su indisimulado robo de unas cremas para la cara en el Eroski de Puente de Vallecas, Ayuso era una candidata de corte “loser”. De hecho, perdió y por mucho las elecciones a las que se presentaba: 30 diputados de los 132 totales frente a los 37 de Gabilondo (PSOE). Nunca jamás, ni siquiera bajo las siglas de Alianza Popular en los años 80, el partido sito en Génova había obtenido un resultado tan malo en Madrid, pues había oscilado cómodamente entre los 48 y 72 escaños, a menudo con mayoría absoluta. Aun así, y lejos de los tiempos en que eran el adalid de que gobernase siempre la lista más votada, en el PP decidieron “coger el dinero y correr”, que diría aquel, y gobernar con Ciudadanos y el apoyo no tan indirecto del partido de extrema derecha, VOX.
El programa de El Gran Wyoming, el mejor en lo suyo, y con una audiencia fiel diaria entre 2 y 3 millones de espectadores, depende de la crispación del día, continuó poniendo todo el foco en Ayuso, jamás en su oposición, pese a que de hecho especialmente Mónica García de Más Madrid comenzaba a liderarla, provocando que esta haya llegado a la campaña como una completa desconocida que sólo ahora sube vertiginosamente en las encuestas… pero no lo suficiente para detener el huracán Ayuso, quien ante la más que probable desaparición de Ciudadanos, el penúltimo partido de Toni Cantó -de momento-, gobernaría con el apoyo de VOX.
En el camino hacia la glorificación de la dirigente como improbable “icono pop”, siempre me llamó mucho la atención la elección del tema que El Intermedio escogía para acompañar cualquier vídeo nimio suyo. Se trata de un corte llamado ‘Lollipop’, una maravilla de 1958 popularizada por el girl group The Chordettes (también conocidas por su número 1 ‘Mr Sandman’), pegajosa como un chicle, y top 3 en las listas de pop y R&B estadounidenses a finales de aquella década. Casi cada vez que Ayuso aparece en El Intermedio, la producción del programa calza este temazo. De marcado carácter naíf y zonzo, el tema parece reflejar el aparente carácter inocente e ingenuo, casi diría tonto, de la dirigente política. “¿Ayuso es así o se lo hace?”, preguntaba hace poco Jorge Javier Vázquez, que está haciendo campaña por Gabilondo, el bonachón profesor de Metafísica, abuelo perfecto y mordaz, que en casa llamamos “Gusiluz” dado lo reconfortante de su inacción. Pero ahora sabemos que Ayuso no tiene nada de tonta, ni tampoco del sabor a chupachús de cereza que sugiere la letra de esta canción.
A estas alturas, y después de que hasta Pablo Casado se sitúe más al centro de todo esto, y Casado no es que sea precisamente Feijoo, hay que preguntarse si bromas como la del “Lollipop”, el apodo acrónimo de ‘I.D.A.’ y este tipo de memes constantes que hemos visto durante los dos últimos años, no han llevado a dulcificar, a blanquear a Ayuso, a la postre la candidata favorita del votante de ultraderecha, por encima de Rocío Monasterio, y para indignación de Cayetana, que ha de estar repitiendo “OS LO DIJE” en una esquina, con una camisa de fuerza y los ojos en blanco, en un delirio que ni el último Morrissey. Hasta en nuestros foros hubo un Contest “Ayuso Edition”, únicamente ilustrado con memes y gif’s de Isabel: solo un grano de arena más de la glorificación que ha recibido en el mundo del pop.
Una glorificación que recuerda mucho a cuando Aguirre también se convirtió en un icono que nos comimos con papas en la actualidad política durante 20 o 25 años. La que ahora resulta insólita como Ministra de Cultura -lo juro, lo fue, y su sucesor fue Rajoy- terminó siendo un símbolo para muchos dada su autoridad, su conocida residencia en pleno Malasaña, su hilarante cualidad de fitipaldi “fast and furious”. La estrategia de comunicación es muy parecida porque viene del mismo lugar y la realiza casi el mismo equipo de personas: ambas están cómodas con el voto ultra y robando el foco aunque sea para mal.
Curiosamente, una parte de la popularidad de Aguirre se asoció a la obsesión que tenía con ella otro programa genial de aparente sesgo a la izquierda, ‘Caiga Quien Caiga’. El Confidencial publicaba en 2016 un análisis sobre este fenómeno presentado por el sumario «De pija tonta a dama de hierro. Cómo Aguirre pasó de objeto de chufla a lideresa dominante tras librar una espectacular batalla televisiva», y en él se incluía un fragmento de la ‘Autobiografía’ de Aguirre, donde Esperanza reconocía cómo le benefició el programa de humor: «‘CQC’ me proporcionaba una popularidad enorme y la posibilidad de darme a conocer, algo que hubiera costado muchísimos millones lograr», decía. De Espe a IDA, la historia siempre se repite.
Sin noticias del milagro económico en ningún lado visible de Madrid, pues los datos de paro son de pena y, gráfica manipulada arriba, gráfica manipulada abajo, no distan mucho de los de otras comunidades autónomas, la hipotética victoria de Ayuso solo se puede explicar de una forma. Por el grado de sufrimiento de la ciudadanía después de un año de pandemia, completamente inmunizada (insensibilizada) ante la cifra de muertos diarios, no dispuesta sino desesperada por agarrarse a un clavo ardiendo, bien sea este una terraza a 10 grados y bajo la lluvia, un ciclo de conciertos circunstancial y aislado, un cine abierto, un mercado con bares y sin ventilación en el que no se respetan las restricciones ni la distancia de seguridad sin que nadie se pregunte por qué desde hace demasiado tiempo, una reunión ilegal en una casa para echar un triste Trivial, o una borrachera junto a un montón de franceses bellísimos en la calle Espoz y Mina, sin mascarilla, escenificando ‘La Libertad Guiando al Pueblo’.
«O comunismo o libertad» es el eslogan estrella de esta era, sin que “o democracia o fascismo” -usado por PSOE y Unidas Podemos- luzca mucho menos insólito ni más real. En el mundo real, es incomprensible que el fondo de la campaña parezca si la oposición cerrará la hostelería si gobierna, cuando parece evidente que el fin de la pandemia es cuestión ya de muy pocas semanas, de muy poca paciencia más, de un último empujón, dado el buen ritmo de vacunación de los últimos días en todo el país. No habrá estado de alarma más allá del 9 de mayo. Veremos si para entonces, lo que nos encontramos no es a VOX en una consejería de educación o cultura en la Comunidad de Madrid. Un timo de icono pop que ni Milli Vanilli.