‘La Casa de Papel’ y su final Disney no tan dulce

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‘La Casa de Papel’ y su final Disney no tan dulce

El Banco de España queda libre de monos rojos y caretas de Dalí, poniendo fin al segundo atraco más largo de la historia y a ‘La Casa de Papel’. Las redes sociales, dos semanas después, siguen echando humo: que si lamentando pérdidas y finales, que si proclamando el nuevo grito de guerra “no soy loca, estoy loca”, que si sequel, que si Sergio y Alicia… Y en cuanto a ese fin, puede que ‘La Casa de Papel’ haya cerrado sus puertas, pero abren las de Berlín y las de Corea. Y no, no es un nuevo miembro de la banda, sino un remake surcoreano que se espera para el año que viene.

Yo particularmente también sigo echando humo. Por dónde empezar. Es posible que se trate de la idea más descabellada y disparatada desde la falsa huida con Sofía la hurona al final de la tercera temporada. El Profesor (Álvaro Morte) ya lo predijo al inicio de dicha temporada: “El Estado ha iniciado esta guerra y no nos vamos a esconder. Vamos a pelear. Golpe por golpe”. Y menudos golpes. Una detención disfrazada de ejecución, un disparo a sangre fría que concluyó con la primera baja de La Resistencia y el que parecía el jaque mate al rey de ese bando.

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La ronda final continuó golpeando: un intento de rendición, rebelión de los peones, una segunda baja, un golpe de efecto muy acertado con la aparición inesperada de un tercer adversario y, tras veintiséis episodios, el golpe final. ‘La Casa de Papel’ siempre ha sido un sí en jugar con la acción en un ambiente envolvente, sometido a cambios inesperados y cargado de crítica política. Ese sí, no obstante, no está libre de fallos.

Tokio, el personaje que lo empezó todo y que lo acabó continuando como narradora, aun estando precisamente acabada (Madonna también estará echando humo con este asunto). En parte incongruencia de guion y en parte acierto disfrazado de lealtad, y justificado por ese realismo mágico del episodio 6 en el que Río pudo conectar con el espíritu de la indomable atracadora. La arriesgada decisión de poner fin a este personaje se tradujo en miedo a volver a hacer lo mismo con lo que quedaba de la banda en la ronda final. Una ronda final que, además, dejó rellenos de guion un tanto amargos, el coro del ‘Bella Ciao’ con la muerte todavía presente, hombres comportándose como hombres y mujeres comportándose como mujeres, el momento de pasión entre Denver y Estocolmo que no aporta nada más allá de la nostalgia y el homenaje al inicio de la serie y cómo no mencionarla a ella, a la inspectora Alicia Sierra (Najwa Nimri).

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Ya lo defendí en su momento, no puedo negar ni tampoco poner un solo pero a la química explosiva que desprenden Morte y Nimri actuando codo con codo. Sigo sin poder sacarme de la cabeza el momento Spidalicia huyendo con El Profesor con gafas de sol en plena noche y a ritmo de ‘Ca plane pour moi’ (uh-uH-UH-Uh). Sin embargo, era suficiente con su rivalidad cara a cara. Marcarse otro “Raquel Murillo” con Sierra resulta, valga la redundancia, repetitivo, insípido y totalmente equivocado por la caracterización original del personaje de la inspectora: fría, calculadora y ante todo fiel a sí misma. ¿Dónde quedó el “un psicópata puede ser divertidísimo”? ¿Dónde quedó el “jaque mate, hijo de puta”? ¿Dónde quedó el “estoy deseando matarle”? ¿Dónde quedó el “usted y yo no somos iguales, pedazo de mierda”? ¿Dónde quedó el “no voy a perder a mi puto país por tu culpa, cabrón”? No, Alicia Sierra era un agente de caos demasiado perfecto como para ponerla de parte de El Profesor y todo eso no podía borrarse en una sola noche en la que solo les faltó ponerse a cantar ‘Acércate más’.

En conclusión, este cierre de una serie tan icónica como ‘La Casa de Papel’ ha sido como una de esas canciones que, aun siendo temazos, no enganchan como deberían, ni siquiera dejando correr el tiempo. Ha sido un intento de complacer a todo el mundo que se ha quedado en eso, en un intento, porque a veces los finales tan felices no siempre son los más adecuados.

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