Big Thief no se ponen por nada. Si en 2019 publicaron dos álbumes, este 2022 regresan con un disco de 20 pistas, de una hora y veinte minutos de duración. Puede parecer excesivo. De hecho, una primera escucha superficial se llega a hacer pesada, asalta la sensación de que son demasiadas canciones, de que suenan parecidas. Pero afortunadamente no es más que una falsa alarma. Porque, a poco que se insista, este disco revela el corpus de canciones más fabuloso de Adrianne Lenker y sus Big Thief.
Big Thief se explayan en géneros que ya han transitado, pero aquí lo hacen con afán paisajístico. De hecho, el concepto de James Krivchenia, batería y productor del disco, es realizar un viaje por diferentes localizaciones norteamericanas: la parte alta del estado de Nueva York, Topanga Canyon en California, el desierto de Sonora en Arizona y las montañas de Colorado. Se puede jugar a adivinar qué territorio representa cada canción, porque pasan del country-folk, al sonido Laurel Canyon (claro) o al indie pop lo-fi de manera natural. ‘Dragon New Warm Mountain…’ recuerda al fabuloso ‘Excuses for Travellers’ de Mojave 3 (2001), un disco también editado por 4AD, casualmente. No solo por su sonido y atmósfera, sino por ese mismo afán de rememorar una América mágica y mítica, y por la ligereza con que lo hacen. Las canciones se revelan menos afectadas de lo habitual, como despojadas del pesar con que Big Thief las solían cargar en discos anteriores.
Este espíritu más grácil se revela ya en la primera canción, ‘Change’, una letanía circular que va subiendo sutilmente de intensidad, dirigida por la característica voz masticada de Adrianne, que contrapone la intensidad de su interpretación a la fuerza melódica y la ligereza instrumental. Hay purismo de cantautor en ‘Certaintity’, hay momentos en que incluso se acercan a los primeros R.E.M. (‘Spud Infinity’).
El primer cambio evidente de paisaje se produce en el quinto tema, la homónima ‘Dragon New Warm Mountain I Believe in You’. Una pieza emocionante, orgánica, que reproduce el sonido del agua y del ferrocarril, celestial y brumosa, cercana a Marissa Nadler o a Beach House. Hay un conato de regreso a lo folkie en ‘Sparrow’, repleta de detalles encantadores, pero lo rompen en ‘Little Things’, que retrotrae a Cocteau Twins o la Björk de los Sugarcubes. A partir de aquí se abre otro bloque, el del dream pop más ochentas, próximo también a los The Cure dulces. Aunque fascinante, este fragmento contiene las canciones más esotéricas y menos inmediatas.
El escenario vuelve a transformarse. Del dream-pop pasamos de nuevo a los violines y la americana. ‘Red Moon’ es un clásico número de country rock, que parece interpretado en una cantina entre sombreros de cowboy y guiños a Gram Parsons. Pero la mayor sorpresa de todo el disco salta con ‘Wake me Up to Drive’, la pieza más diferente y singular. Un pegadizo techno-pop de baja fidelidad que resucita a los primeros Magnetic Fields: su estribillo y melodía parecen paridos por un joven Stephin Merritt en estado de gracia. Y ese espíritu tan de lo-fi indie, tan Daniel Johnston, impregna de melancolía parte del tramo final.
‘Promise Is a Pendulum’ es una preciosidad levísima que Adrianne defiende sola a la guitarra acústica. O la unión de lo mejor de ambos mundos (el country-folk y el indie-pop), en ‘12000 Lines’, que parece otra de las cimas… si no fuera porque la auténtica cima es ‘Simulation Swarm’, puro pop ligero de efecto instantáneo, gracias a la emoción que impone Adrianne con su voz aniñada, un estribillo eufórico y un final que roba el aliento.
‘Simulation Swarm’ deja el disco tan arriba que las tres últimas canciones pueden pasar desapercibidas. Pero precisamente la final ‘Blue Lighting’ ilumina y resume de alguna manera el álbum; es un alegre número de country en que hasta Adrianne, que siempre parecía manejarse por los caminos de la aflicción, se muestra risueña y pizpireta.
‘Dragon New Warm Mountain I Believe in You’ rehúye la calificación de irregular que suelen acusar obras tan extensas y ambiciosas. Porque es un disco-viaje propicio para perderse, en sus recovecos, en sus melodías hechizadas; porque Big Thief continúan fieles al folk y al indie pop, pero abren su horizonte con resultados emocionantes. Personalmente, ya es mi disco favorito de ellos y además sé que en escuchas sucesivas encontraré nuevos detalles, nuevas canciones favoritas.