Harry Styles llega a su tercer disco en solitario aupado al nivel de superestrella total. Ya lo era en los tiempos de One Direction, pero ahora más. Ni las filtraciones han podido con el hype en torno a ‘Harry’s House’ ni los intentos de cancelación por queer-baiting. Al fin y al cabo no serás una estrella al completo si no te han acusado de apropiarte de algo. ¿Podemos quejarnos en la misma frase de lo heterobásico que resulta Jack Harlow y de que Harry Styles pose con falda?
Lo bien hechas que estaban canciones como ‘Adore You’ y ‘Watermelon Sugar’ en su segundo disco ‘Fine Line’ fueron consolidando la figura de Harry Edward, tras un debut en solitario en que jugó a ser glam con cierta dignidad. ‘Harry’s House’ permanece fiel a su estilo con un par de pinceladas por aquí y por allá. Con su pequeña evolución en algunos detalles, es una gozada escuchar un buen disco de pop sin un solo featuring, ni olor a hit desesperado, construido en general por el propio Harry junto a sus dos personas de confianza, Thomas Hull y Tyler Johnson. Toda una rareza que los co-autores de un disco de estas características nos quepan en los dedos de las manos.
El disco viene presentado por un single tan pizpireto como ‘As It Was’. Un simpático teclado reminiscente de ‘Take on Me’ de a-Ha se servía de una bonita letra sobre la melancolía y la depresión y un vídeo lleno de significados para construir la que desde su lanzamiento es muy claramente una de las mejores canciones de 2022. Está rematada con campanas: no hace falta decir nada más.
‘Harry’s House’ sorprende después por la ausencia de canciones así de directas. Aunque son muchas las que encierran su potencial, las producciones son más encantadoras que obvias y esclavas de las modas. ‘Late Night Talking‘ es el nuevo single con un teclado que parece ciertamente aporreado por Joseph Mount de Metronomy, ‘Daydreaming’ despunta en la segunda mitad con su sample de ‘Ain’t We Funkin Now’ de The Brothers Johnson, y ‘Music for a Sushi Restaurant’ abre como una fiesta de neo-soul en la que te imaginas bailando lo mismo a Bruno Mars que a Hot Chocolate.
Es muy evidente que Harry Styles se ha concentrado aquí en ofrecer una obra bien cerrada y elegante en la que no caben estridencias ni despistes. Por poner un ejemplo, no hay ninguna canción llamada ‘Welcome to New York’ que en realidad suene a Düsseldorf. Las influencias del cantante son eminentemente británicas, como él, como Paul McCartney en ‘Grapejuice’, los mencionados Metronomy, y cuando no, se le parecen mucho. Ni trap ni ritmo latino. Passion Pit y Avalanches son algunos de los nombres que vienen a la mente en el buen hacer de ‘Cinema’, de la mencionada ‘Daydreaming’ o al final de ‘Satellite’. Cuando hace una balada acústica como ‘Matilda’, se parece mucho más a Travis que a Joni Mitchell, referenciada en el título del álbum.
Versando sobre desamor de manera críptica, la salud mental y la idea de que el «hogar» es un concepto voluble en lugar de la casa de nuestros padres, lo cual abre aún más las puertas al público LGTB+; ‘Harry’s House’ contiene más momentos acústicos. Además de ‘Matilda’, que está inspirada en el personaje creado por Roald Dahl, encontramos ‘Boyfriends’, un tema folkie con un crédito de Tobias Jesso Jr, en el que Harry, muy consciente de su público, canta a los novios malvados en lugar de a las novias malvadas. Después, de manera significativa, el disco no se cierra con la obligada balada, sino con ‘Love of my Life’, un tema atmosférico dominado por los sintes synth-pop, como lo había sido ‘Little Freak’. Harry Styles sabe que es en esos detalles donde se curte una estrella de largo recorrido, y por eso ha cuidado hasta las canciones más anecdóticas: ¿no es una cucada ‘Keep Driving’?