Tras dos fines de semana de Primavera Sound que han pasado casi como un sueño es el turno de que Sónar vuelva a celebrarse como antes de la nueva normalidad. Desde este jueves, el festival de música electrónica de Barcelona está celebrando su primera edición en dos años y la primera jornada ha tenido lugar en plena ola de calor, que está dejando máximos de 43º en Cataluña, cuando además el Sónar de Día arranca en pleno mediodía. Por supuesto, el cobijo del sol bajo las carpas en el SonarHall (el escenario principal se encuentra en el exterior) es un «tonto el último» de diccionario pero, por suerte, el festival cuenta con diferentes salas de interior con las que huir del sofocante calor.
La primera jornada de Sónar tiene lugar también bajo la amenaza de una nueva ola de covid, la cual ya parece asomar las patas después que la última edición de Primavera Sound haya dejado varios positivos entre amigos y conocidos.
Circunstancias externas aparte, la música volvió a ser la protagonista en un Sónar de Día por el que lo mismo te cruzabas a Maria Arnal que a Samantha Hudson básicamente representando dos tipos de asistentes al festival (no fue casualidad encontrárselas ya que ambas actúan). Y pese a la ola de calor -y los elevados precios de las bebidas, 6 euros por una cerveza- valió la pena acercarse pronto al recinto de la Fira para presenciar en vivo el potente directo de b1n0. El afilado pop electrónico de Emili Bosch y Malcus Codolà cobró vida en directo, canciones como ‘BUM BUM’ arrollaron, y Marina Herlop apareció en el escenario para cantar su tema conjunto.
En una galaxia aparte, Depresión Sonora ofreció uno de los conciertos más significativos de su breve carrera. Emergió tímido en el escenario, mirando al suelo o al horizonte, como si fuera a hacer un concierto de shoegaze, pero la energía del público fue, poco a poco, sacando al «frontman» que lleva dentro. No podía ser de otra manera cuando la audiencia recibía canciones como ‘Apocalipsis virtual’, ‘Hasta que llegue la muerte’ o ‘Ya no hay verano’ como los auténticos himnos de post-punk que son. El madrileño animó el ambiente con una enérgica versión de ‘Fuego cruzado’ de VVV [Trippin’ You], canción que ha remezclado, y tocó ‘La casa del árbol’ por vez definitiva en Barcelona porque «se vienen cosas nuevas». ¿De verdad pretende jubilar tan pronto una de sus mejores canciones?
A la salida de Depresión Sonora el público vivió una de esas extrañas visiones que solo suceden en el Sónar. Si hace unos años Cecilio G entró en el recinto subido a lomos de un caballo blanco, decisión que provocó una merecida ola de críticas por su falta de sensibilidad con los animales, Rojuu lo hizo a su manera. Vestido de negro emo-satánico, el catalán emergió en el festival transformado en su propia versión de la Virgen del Rocío. Aposentado en un trono de madera y elevado en el aire desde una plataforma sostenida a hombros por una cofradía de nazarenos, el Rey Rojuu miraba a la plebe por debajo del hombro mientras un grupo de bufones brincaba alrededor. Por cierto, si es que acaso a alguien le importa esto ya, Depresión Sonora y Rojuu acaban de sacar tema conjunto.
Tras el «show» de Rojuu era momento de comprobar qué directo habían preparado Tarta Relena. Spoiler: al final, el público no pudo hacer otra cosa que ponerse de pie para vitorear y aplaudir el precioso espectáculo presentado por Helena Ros y Marta Torrella en el SónarComplex. Tarta Relena cautivaron a los presentes con su fascinante propuesta en la que combinan complicadas armonías y polifonías vocales, cantos medievales, letras poéticas cantadas en catalán, latín o mallorquín, y beats electrónicos capaces de hacer vibrar los asientos. Presentaron las canciones de ‘Fiat Lux‘, pero también otras viejas como esa ‘Figues’ que utiliza la melodía del estribillo de ‘Lionsong’ de Björk.
El concierto de Tarta Relena desplegó una elegante puesta en escena compuesta por un aro de luz gigante que cambiaba de iluminación según la canción, colocado detrás de ellas, y un puñado de pequeñas luces instaladas en el suelo a modo de velas creaban también un ambiente íntimo y litúrgico. Las catalanas actuaron o bien solas o bien acompañadas por un coro cuyos integrantes vestían la túnica típica de un coro de iglesia e iban completamente descalzos. Por su parte, las integrantes de Tarta Relena iban hechas un pincel, ataviadas con el mismo vestido de tubo cubierto de brillantes. Colocadas una al extremo de la otra, Helena y Marta ejercitaban los pulmones acompañadas tanto por su ordenador como por una vasija de barro. No hace falta explicar el simbolismo de esta decisión escénica.
Tras el escalofriante academicismo de Tarta Relena tocó sacudir las caderas con el revoltillo de ritmos de club y samples de Bollywood de Manara, que ofreció una sesión alegre y vivaz mientras llegaba la hora de ver a Eartheater. Había tanta cola frente al Cómplex que mucha gente entró por los pelos, otra se quedó sin verla y otra la vio solo al final. Alexandra Drewchin dio de unos de los conciertos más locos del día y probablemente de todo el festival.
La cantante emergió en el escenario completamente a oscuras, vestida con un «estúpido» trapo que la hacía sangrar en sus propias palabras; el diseño de luces fue un absoluto cuadro desde el principio hasta el final, y la artista parecía encontrarse en otra dimensión de la realidad que no era el del Sónar. Su show fue tan errático que pareció completamente improvisado. Reinó una energía punk que logró que el público retirara el culo del asiento y se pusiera de pie para acercarse al escenario y bailar los ritmos de trap electrónico de temas como ‘Supersoaker’. Sin embargo, cuando Alexandra cogía la guitarra y se ponía intimista quitaba el aliento. Los aullidos imposibles de ‘Beyond the Clavicle‘ y los gemidos de ‘How to Fight’, dos canciones que escribió en «este país» (refiriéndose a España) confirmaron que estamos ante una vocalista con tanta estrella como Lana Del Rey que, si quisiera, podría encoger el corazón del mundo entero.
El house-pop de Chico Blanco tenía gracia al principio, pero luego saturaba por su falta de imaginación. Los ritmos, más que hacer bailar, lobotomizaban el cerebro. Nada que no pudiera arreglar un show de Amnesia Scanner, que más que lobotomizarlo, devoraba el cerebro, lo masticaba y lo escupía en mil pedazos. Un show brutal en el sentido literal del término: bases electrónicas abrasivas y apabullantes, gritos desesperados atrapados en muros de distorsión, beats destructores capaces de arrancarte el cuero cabelludo, visuales poco menos que satánicos… Amnesia Scanner ofrecieron uno de los directos más distintivos del festival, y uno de los más memorables.
La jornada del jueves de Sónar en La Fira llegó a su final con los alegres ritmos de kuduro de Pongo y, finalmente, con la eufórica música disco-house-funk de Jayda G, a quien se véia absolutamente encantada de pinchar básicamente en el mejor momento del día, con el público dispuesto a aprovechar al máximo los últimos minutos de jornada. En el recinto de Sónar de Noche, Nathy Peluso ofrecía el concierto inaugural del Sónar. Hoy la veremos de nuevo.