Uno no puede ser un punk todo el día, ver solo cine independiente e ir únicamente al Madrid Popfest y al Canela Party. Ese es el gran puntazo del disco que el dúo Malamute, formado por Diego Jiménez e Irene Gutiérrez, ha publicado este año. Que el álbum es punk-pop pero viene presentado por un hit certero que decide llamarse ‘La Oreja de Van Gogh’, según sus propias palabras «porque ‘El Viaje de Copperpot‘ es el mejor disco del pop español».
En este corte se declaran punks, pero también reclaman su derecho a regodearse en una canción triste en un momento de debilidad. Dicen por un lado que «les gustan las canciones de quemar contenedores», y por otro: «pero a veces me apetece meterme en la cama, y ponerme el pijama, y escuchar canciones tristes y olvidarme de que existes y llorar y llorar y llorar y al día siguiente mejorar». Por si no ha quedado lo suficientemente claro, explican: «por muy punki que seas, hay días que solo te apetece encerrarte en tu habitación y hacerte un maratón de películas y canciones moñas».
Se presentaba el álbum como una cosa «para cantar enfadado, pero que en realidad fuera muy catártico» y lo cierto es que lo consigue. Con cierto apego por la tradición Elefant, de TCR a Cola Jet Set y de Cola Jet Set a Cariño, y también por la tradición Spicnic, pues a Los Vegetales recuerdan en ‘Tu signo del zodíaco’, Malamute apuestan por las guitarras punk, los tempos calmados y el uso predominante de los teclados. ‘Pesadillas’ y ‘Monopolio de la tristeza’ serían sendos ejemplos. Está tan claro que «te gustará si te gustan Los Punsetes» que Ariadna aparece en ‘Una casa en el Sardinero’.
Esta canción es un anhelo de un hogar mejor («tengo que salir de aquí, mi vida es un desastre, es un sin vivir»), lo cual casa con la temática de un largo titulado ‘Una gran decepción’. El álbum acaba con el tema así llamado, hablando de «angustia existencial» y de una generación que no tiene «ganas de hacer nada». «No sé qué hacer con mi vida (…) Me paso el día aquí tumbada y llevo así 2 o 3 semanas», indica de manera cristalina.
Son las canciones de Malamute tan directas y concretas que el interés que despertarán en ti es directamente proporcional a lo que te identifiquen sus historias. Algo que pasa con todos los discos pero más con los autores de ‘Sólo confío en mi perro’, aquella canción que recordarás mucho más si de hecho tienes perro. Así, personalmente me parecen particularmente un hallazgo ‘Almas gemelas’, la decepción de que compartir gustos con un gilipollas no hará a ese gilipollas menos gilipollas; y ‘Absolutamente nada’, un intento de recuperar la autoestima dirigida a tu yo pasado: «Antes no eras tan idiota, tan idiota / Y no rendías pleitesía / a gente a la que no le importas». Lo mismo me tatúo esto.