Paco León ha afrontado la promoción de su nueva película con un beef con los creadores de ‘Élite‘, serie a la que ha tildado de «mojón», aunque la vea. Darío Madrona y Carlos Montero no han tardado nada en responder que «mierdas» como su serie han servido para producir el «experimento» de Paco León. Así, se referían de manera despectiva a su nueva película, ‘Rainbow’, estos días en cines, desde mañana viernes 30 de septiembre disponible en Netflix.
Lo más divertido de seguir un beef es que las dos partes tengan razón, y es el caso. ‘Élite’ es un buen mojón que nos tragamos todos, al menos en su momento, y ‘Rainbow’, un «experimento» con las comillas bien puestas, en lo bueno y en lo malo.
Ha hecho bien Paco León en huir de las Carminas (aunque su madre tenga aquí un simbólico cameo). Ha hecho bien en abandonar la comedia sexual de ‘Kiki, el amor se hace‘, que dejaba un buen puñado de historias y la icónica frase «No conocemos Madrid». Ha hecho bien en alejarse de la recreación histórica de la maravillosa ‘Arde Madrid’. Y ha hecho bien en acompañarse en el guión de Javier Gullón, conocido por la atrevida ‘Enemy’ y por la atrevida ‘Ventajas de viajar en tren’.
‘Rainbow’ también es una película atrevida. Adaptación libre de ‘El mago de oz’, toma el componente social feminista y LGTB+ que aparecía de manera tan temprana en la obra original, para construir una película posmoderna tanto en forma como en fondo. En contra de lo que informan varios medios de comunicación, el personaje del nigeriano Wekaforé Jibril no es gay, sino bisexual, fluido o huidizo de toda etiqueta, como corresponde al año 2022. Y de la misma forma que la película contrapone lo viejo con lo nuevo, y el pop de Almodóvar con la tenebrosidad de Tim Burton, la música del film es una playlist sin límites ni fronteras, donde lo mismo caben C. Tangana que Bobby Womack que Arca que Blondie en español. Vivaldi o Rim Kwaku Obeng.
En ese camino, hay cosas que funcionan. Carmen Machi y Carmen Maura, que no se conocían, pero a las que Paco León quería unir porque le parecen «dos señoras de Chamberí que tienen muchas cosas en común», dejan escenas vibrantes en la parte de las Brujas. Ahí hay reminiscencias de clásicos como ‘Qué pasó con Baby Jane’. Dora Postigo es una revelación mucho más allá de la parte musical, de la coincidencia en nombre con el personaje de Dorothy y de que vaya a pasar el resto de su vida buscando a su madre, como el personaje al que interpreta.
Más polémico es el desconcertante componente mágico, irreal como un cuento en el personaje de Ayax Pedrosa, definitivamente inexplicable en las idas y venidas de Wekaforé Jibril como personaje y animal. El significado del león en la obra original estaba demasiado claro como para tanta vuelta. No suma la escena cuasi final con los cameos de gente tan querida como Samantha Hudson, Sandra Delaporte, Confeti de Odio o la mismísima Debi Mazar, que deja más preguntas que catarsis: todo luce demasiado impostado. Tiene la película la estética y el guión frases lapidarias sobre la maldad y la vida adulta, sobre qué puede más, si el miedo o la curiosidad. En cambio, su desarrollo y su acabado hacen pensar más bien en la longevidad del influencer medio.