Cuando Rigoberta Bandini saltó al escenario de Benidorm Fest vestida de novia y con gafas de sol para interpretar el inimaginado himno ‘Ay mamá’, acompañada de marido, primos y amigas, el comentario más divertido fue que aquello parecía ‘Midsommar‘. La artista ya había realizado un guiño al nuevo clásico del cine de terror de Ari Aster en el vídeo de ‘Perra’. En la tele, directamente la secta eran ella y su corte de familiares, todos de blanco.
Esta imagen, en principio tan desconcertante, ha terminado siendo 1) icónica y 2) muy representativa de lo que es a finales de 2022 el fenómeno Rigoberta Bandini en varios sentidos. Por un lado, sus conciertos, que ya eran una ceremonia religiosa con miles de personas pegando botes y gritos como si sobre el escenario estuviera el Papa Harry Styles o los BTS, se multiplicaron. Rigoberta se convirtió en uno de los mayores reclamos de festivales bastante grandes, como Tomavistas o Mallorca Live. Es decir, logró meter al público en su propio mundo de frases habladas, ideas improvisadas y outros explosivas, las dos más populares de corte feminista. De «quiero ser una perra» a «no sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas».
Por otro, en su espíritu DIY y desde su propio sello independiente, llamado aún hoy Rigoberta Bandini -así de inesperado y desbocado ha sido el fenómeno-, la cantante ha propulsado como pocos valores como la familia, la maternidad y la religión. ‘Que Cristo baje’ estuvo ya entre sus primeras canciones, y en este disco de debut aparece en una nueva mezcla, así que si ahora estamos sorprendidos de que un «aleluya» pasado por el Autotune sea el estribillo del corte titular y final de ‘La emperatriz’, o de que Dios sea un «topic», el problema está en nuestro tejado.
Y es que ‘La emperatriz’ es un álbum sobre la maternidad y la fe, dos temas casi tabúes en el underground. La única banda alternativa con la que recuerdo haber hablado de ellos fueron los argentinos Entre Ríos. Hace 14 años. La aproximación de Rigoberta, que acude a conciertos de ‘MOTOMAMI’ con Ada Colau, es un poco más compleja que «Dios es amor», y entre sus preocupaciones por ejemplo está educar a su hijo en la neutralidad de género, o al menos, lejos de la masculinidad tóxica. Así se escucha en la trepidante ‘Canciones de amor a ti’.
De la misma manera, sus letras son un poco más complejas de lo que parece, pues ‘Perra’ no consiste solamente en ser una mujer liberada sexualmente, sino que en realidad parte de la idea de ser un animal sin dilemas morales. Y ‘Así bailaba‘, que puede parecer un divertimento pasajero en su adaptación de una canción de Los Payasos de la Tele, ha sido negociada con la familia Aragón para ofrecer un mensaje más moderno y progresista. Las niñas de hoy no tienen que coser ni fregar, porque «tienen que bailar». Mientras unos se ríen del carácter naíf de todo lo que toca Amaia, lo cierto es que aquí hay más mensaje que en el 90% de Todo Indie, playlist en su momento tomada por canciones que nadie sabía ni sabe lo que querían decir.
Entre el costumbrismo cómico de ‘In Spain We Called It Soledad’ y la resaca de fiesta que supuso su hit primigenio ‘Too Many Drugs’ -ninguna de las cuales podía faltar en este LP para coleccionistas-, es difícil hablar de cuáles han sido los referentes musicales para arropar todos estos mensajes. Cuando le preguntas a Rigoberta Bandini por sus influencias, no suelta prenda. Sí suele hablar de Aute, de Mocedades, de Massiel… la canción melódica de los 70, cuyo legado va en este disco mucho más lejos del título de ‘Julio Iglesias’, su guiño a ‘Hey’, ‘Soy un truhán’ y otras. Su estribillo «Tanto trampolín, tanta percusión», melódicamente, es digno del mejor Juan Carlos Calderón.
Pero todo ello aparece más bien rodeado de un synth-pop ahijado de los albores de Austrohúngaro, de bandas de pop sintético como Hidrogenesse. Stefano Macarrone ejerce de productor junto a Esteban Navarro (Venga Monjas), haciendo un trabajo funcional y sencillo (Mendetz conocieron caminos más intrincados), si bien algo mejorable en alguna parte de la mezcla: los teclados italo del final de ‘Ay mamá’ merecían más luz que los «lo-lo-los». Santos&Fluren están detrás de ‘A todos mis amantes’, una balada medio portuguesa medio electrónica; o de ‘La emperatriz’, ligeramente arrimada al Kanye West más sacro; y Javier Fernández Riverola firma la bonita ‘Tú y yo’, sobre el amor marital.
Nombres que nunca oscurecen que aquí el gran talento es el de Paula Ribó, pues todo arreglo parece sometido a su servicio. Es, además, una gran cantante como dejó oír a gritos en los minutos finales de Benidorm Fest, quizá porque aprendió de los clásicos y no de la tradición indie, donde salvo excepciones nadie luchó demasiado por convertirse en un gran vocalista.
Entre su voz, sintes, menciones a Despentes, Sorrentino, Moustaki y Puccini; demasiadas drogas y también finalmente demasiados espíritus, está claro que este disco es un producto único, que ni los mayores fans vimos venir como número 1 en España en los tiempos del reggaetón, el post-trap, la bachata y el featuring obligado. Los más escépticos se preguntarán si será flor de un día. Pero qué más da, más que el líder político que llamó a ‘Ay mamá’ «soflama feminista» ya ha durado.