Todos los discos de The 1975 han solido ser prácticamente inabarcables a nivel de influencias y duración. El último, ‘Notes on a Conditional Form’, publicado en plena pandemia, traía 22 pistas y pegaba más volteretas de un género a otro que Simone Biles en los Juegos Olímpicos. El anterior, ‘A Brief Inquiry into Online Relationships’, era simple y llanamente el mejor. En ambos, Matt Healy y los suyos llevaron la filosofía «todo vale» de su propuesta a algo muy parecido a un límite que, desde luego, no han querido seguir explorando en su nuevo disco; un disco que, con 11 pistas, es el más conciso de su carrera.
Cuenta Healy que, con ‘Being Funny in a Foreign Language’, ha buscado hacer lo contrario a su disco anterior. En lugar de una “obra magna” que repasara una etapa determinada de su vida, como hacen todos sus discos, ha optado por presentar una “polaroid”, la fotografía de un momento efímero. O, en otras palabras, un documento más humilde y, quizá, más prescindible. La explicación tiene sentido ya que ‘Being Funny in a Foreign Language’ puede considerarse un álbum menor de The 1975, para bien y para mal.
Para bien porque, donde los otros discos de The 1975 eran más ambiciosos y, por lo tanto, más arriesgados y capaces tanto de lo mejor como de lo peor, “Being Funny” es más coherente y compacto y propone, por tanto, una experiencia más digerible y condensada de lo que suelen ser los álbumes de la banda. Tan clásico quería Healy que fuese el disco que, esta vez, el grupo ha dado prioridad a utilizar instrumentos reales en lugar de ordenadores, ha desarrollado canciones compuestas a partir de “jam sessions” y, con la ayuda de Jack Antonoff a la producción, ha creado su álbum más maduro y también conservador, exactamente como dice sentirse él en este momento de su vida, a los 33 años, cuando la mentalidad “posmodernista” empieza a resultarle ajena, y prefiere cantar simplemente sobre el amor.
Todas las particularidades de The 1975 -y, sobre todo, de Matty- siguen presentes en “Being Funny”, pero la mano de Antonoff se nota aunque el inglés diga que él ha mantenido la dirección creativa del álbum en todo momento. ‘Part of the Band’, la bonita balada que ha inaugurado la era, tiene tanto de Antonoff en su querencia folk como de Matt en su absurdo texto, en el que el británico (al que se presume «queer» aunque sobre todo se le han conocido relaciones con mujeres cis como, por ejemplo, FKA twigs, aparente destinataria de varias pistas del largo) canta cosas como que “prefiero a los hombres como prefiero mi café, llenos de leche de soja y tan dulces que no ofendan a nadie”. En un estilo similar, ‘Wintering’ es más costumbrista en su introducción de diversos personajes, como una niña de 10 años vegana o la propia madre de Matty y sus problemas de espalda; pero su alegre sonido a lo Joni Mitchell está demasiado visto, como saben Antonoff y los artistas con los que ha trabajado y que han terminado sonando igual; y The 1975 tampoco hace con él nada especialmente original o inspirado.
La sensación que The 1975 se han quedado a medias en todo esta vez prevalece en “Being Funny”. Las canciones pueden ser estupendas, como el eufórico single ‘I’m in Love with You’, que lleva su sonido de pop-rock “cheesy” y ochentoso por bandera y es mejor por ello. La nueva intro llamada ‘The 1975’ es espectacular: se supone que es un homenaje a ‘All My Friends’ de LCD Soundsystem pero a mí me suena a que han cogido una composición de Steve Reich o Philip Glass y le han plantado una letra sobre la adolescencia del siglo XXI, y frases como “me siento apático después de haberme pasado horas haciendo scrolling en el infierno, creo que tengo una erección pero no estoy seguro” son igual de carismáticas que siempre. En la faceta 70s del disco, la mejor canción es ‘Oh Caroline’, un homenaje al pop de California tan efectivo como predecible en el uso de ese “ente” llamado “Carolina” que ejerce básicamente de novia de todos los cantautores que ha habido. Y más clásica aún es la balada ‘All I Need to Hear’, tanto que Matty buscaba que sonara a “versión”. No puede ser más tierna.
Pero el nivel compositivo se queda, a veces, lejos de la gloria de The 1975. ‘Happiness’ debería funcionar pues es uno de los adelantos y su ritmillo disco recuerda a cosas como ‘Sensation’ de Bryan Ferry; sin embargo, no termina de dejar demasiada huella escuchada unas cuantas veces. ‘Looking for Somebody to Love’ es un pastiche a lo Pretenders muy claro y podría ser otro hit de The 1975 pero, aunque está OK, no llega a la altura. Y el tramo final de “Being Funny” es más agridulce: ‘About You’, con su estructura expansiva que supera los 5 minutos de duración, es claramente el clímax del disco a nivel emocional, pero como canción se pasa de etérea. ‘Human Too’ es otra tierna balada a piano, pero ‘All I Need to Hear’ es mejor y, finalmente, ‘Whenever I’m with You’ sí convence con una forma más directa y pop, mientras Matty habla sobre lo mucho que le gusta estar con una persona, sin más pretensiones que la de hacer una cancioncilla mona, que esta lo es.
Quizá la mayor noticia que deja ‘Being Funny in a Foreign Language’ es, en gran parte, simplemente un disco de amor. Las reflexiones de The 1975 sobre la comunicación moderna y, en concreto, sobre la presencia de internet en nuestras vidas, siguen ahí, pero ya no le preocupan tanto. Tampoco le ha preocupado hacer otro trabajo épico de The 1975. Nadie le puede culpar: ya ha sacado varios. Y Matty siempre ha sido consciente de sí mismo: él dice saber no ser tan listo como pretende ser y, por las palabras que ha usado para hablar de este trabajo, parece ser consciente de que no es fundamental en su carrera. Es efectivamente una «polaroid» que contemplar de vez en cuando con nostalgia pero que guardar después, quizá para recuperarla en el futuro, cuando te venga a la memoria de repente.