La danza macabra de ‘Suspiria’ (2018), sin duda la secuencia más impresionante del remake realizado por Luca Guadagnino, muestra un virtuoso montaje paralelo que conecta el baile-conjuro de Dakota Johnson con el baile-tortura de la víctima de esa coreografía diabólica. La realizadora Lisette Donkersloot parece haberse inspirado en esta escena para trasladar a imágenes la canción ‘Grapefruit’.
La estrategia narrativa del videoclip es muy parecida: los movimientos del baile de Tove Lo en su casa –tan violentos y espasmódicos como los de Isabelle Adjani en la célebre escena del metro de ‘La posesión’ (1981)- están conectados por medio del montaje con los de la cantante en una celda acolchada como la de los manicomios. Una caligrafía visual que le sirve a la directora para expresar lo que dice la canción: el malestar de una mujer con su fisonomía corporal, la sensación de sentirse atrapada en un cuerpo que odia (como le ocurrió a la propia Tove Lo).
‘Grapefruit’ parece describir un brote psicótico. Tanto la coreografía –doliente, con gestualidad violenta- como los decorados –una casa desangelada, iluminada con una luz mortecina- y la puesta en escena –con mucho plano picado, desde arriba, que empequeñecen y oprimen la figura de la protagonista- funcionan como proyección de la mente sufriente de Tove Lo. Una proyección que se materializa en las paredes de la celda en forma de tatuajes, arañazos y moratones, como una metáfora del propio cuerpo autolesionado de la cantante.