Hay varios detalles que diferencian lo de Kae Tempest de un concierto al uso. Nada más saltar al escenario, con 10 minutos de retraso, eso sí, Kae dedica su tiempo a saludar y explicar lo que va a suceder durante la siguiente hora y media. En primer lugar, va a interpretar las canciones de su último disco ‘The Line Is a Curve’, después recuperará temas de sus álbumes anteriores, y finalmente presentará algunos temas inéditos en los que ha venido trabajando, como además nos había revelado durante una entrevista reciente.
En dicha charla, Tempest nos había avanzado cómo se crecía el show desde ‘Priority Boredom’ hasta ‘Salt Coast’, durante la cual se produce una comunión especial con el público. Las canciones de ‘The Line Is a Curve’ van sonando en estricto orden respecto al tracklist. Hinakoo Mori se encarga de desplegar las bases y de tocar muchos de los teclados en directo, mientras observar a Kae rapear, hablar, recitar es un espectáculo impresionante en cada tono, en cada respiración, en cada frase en que se desgañita o finge hacerlo, con un dominio de la palabra y un flow de cortar el hipo. La urgencia de la base de ‘I Saw Light’, la decrepitud de los sonidos de ‘Nothing to Prove’ y la inmediatez del single ‘No Prizes’ van construyendo. Para cuando llega la favorita del público ‘Salt Coast’ la abarrotada Sala Paqui se ha rendido a los pies de Kae Tempest. La ovación es apabullante.
Tempest no necesita de ninguno de los featurings de su disco. Por supuesto ni Lianne La Havas, ni Grian Chatten, ni Kevin Abstract, ni Confucius MC suenan enlatados. Kae asume sus partes, las imita, adapta o se las salta: ni mi memoria ni mi inglés dan para tanto. Lo que sí puedo asegurar es que allí nadie les echa de menos, cuando por ejemplo durante ‘Smokin’, Tempest parece estar dándose de cabezazos contra una pared hablando de las injusticias del mundo actual, de la necesidad de escucharnos los unos a los otros.
Pura expresividad, es capaz de hacernos llorar, cuando por toda la sala resuenan nítidas, altas y claras frases como «Mi país se está desmoronando», quizá porque todos sabemos que es cierto. La interpretación de las pistas escogidas de ‘The Line Is a Curve’ para el setlist es tan sublime que en toda esa primera parte quedamos convencidos de que este, el actual, es su mejor disco. ‘These Are the Days’, ‘Move’, ‘More Pressure’… son experiencias inolvidables en vivo. Pero hay que reconocer que en la segunda parte del show destinada a interpretar canciones antiguas, lo de ‘People’s Faces’ parece directamente de otro mundo.
En ese momento las luces se encienden un poco, es posible percibir a Tempest comunicarse con su público, mirándolo a los ojos y mimándolo mientras le invita a reconectar al margen de móviles e individualismo. Da vergüenza sacar un teléfono para tratar de inmortalizar este momento, pero siempre estará en nuestra retina.
La conexión con el respetable es tal que Kae Tempest dedica unos minutos a aceptar peticiones de la gente para interpretar algo que no lleve preparado. Ahí es cuando vemos a alguien completamente feliz sobre el escenario, trasladando a las tablas su satisfacción por el gran periodo creativo que está viviendo. Un chico pide a gritos ‘Ketamine for Breakfast’ cuando ha sonado no hace tanto. «¿Pero dónde estabas metido?», bromea Kae, y todo el mundo se ríe. Finalmente en el bis suenan 3 canciones nuevas que «no sabe cuándo saldrán», pero que mantienen el espíritu de ‘The Line Is a Curve’ en cuanto a teclados y producción. Al menos la primera de ellas, que habla de un «luchador» («fighter»), y también la segunda que ha revelado en Instagram que se llama ‘Thinking Clearly’. La última podría ser un rápido free jazz.
Tras ellas, Tempest sí interpreta a capella una de las favoritas que el público estaba pidiendo. Se trata de aquella cucada llamada ‘Hold Your Own’ que apareció en ‘The Book of Trap and Lessons‘, solo que desprovista de sus efectos. No los necesita. Hemos visto cierta polémica en las redes a raíz de las declaraciones de Kae sobre no necesitar a un gran bajista para dar un concierto: hay quien lo ha interpretado como un desprecio para los músicos. Pero en el mundo del spoken word y el hip hop, tiene sentido. Tremendo terremoto escénico es. Respeto. 9.