Conciertos

«¿Llueve o no? ¡Pues a bailar!»: Vetusta y la esperanza en WARM UP

Tras el desastre del segundo día provocado por el diluvio-tormenta, había dudas sobre si el WARM UP iba a poder cerrar la edición -que para más inri era el quinto aniversario- con al menos uno de los dos días grandes completos o, al menos, más de dos conciertos, que fue el caso del día anterior. Como ahora contaremos, la jornada empezó bien, luego hubo susto, pero la organización decidió esta vez no cancelar y esperar a ver qué ocurría, por si había milagro… y al final ese fue un poco el caso.

Las Cariño comenzaban la jornada, gozando de mayor suerte que Natalia Lacunza el día anterior: esta vez, no se empezó a acercar el desastre a medida que avanzaba el repertorio. María, Paola y Alicia presentaron su estupendo segundo álbum, recuperando también su primer hit (‘Bisexual’) y temas sueltos como ‘Te brillan’.

Es de celebrar que hayan pasado a un escenario más grande respecto a la edición de 2019, donde también las vimos, aunque el directo fue un tanto decepcionante, y no estuvo a la altura de temazos como ‘no me convengo’, ‘llorando en la acera’ o ‘tamagotchi’. No sabemos hasta qué punto por la acústica del escenario (a Dorian también los vimos más flojos de costumbre unas horas más tarde en el mismo suelo) o por la banda, un tanto errática incluso en sus interacciones con el público. Las autoras de ‘excusas’ fueron las primeras de muchas artistas que ese día harían referencia a lo ocurrido la jornada anterior, sustituyendo en su caso el “por ti me voy de la fiesta antes de que caiga el sol” de ‘si quieres’ por “antes que caiga el chaparrón”.

Cambio de tercio con Iván Ferreiro, que presentaba el reciente ‘Trinchera Pop‘. El artista era consciente de que tenía ante sí un público festivalero, así que no dudó en rescatar ‘Años 80’, ‘El equilibrio es imposible’ o ‘Turnedo’ (siempre emociona ver la respuesta del público ante esta canción), pero ofreciendo regalazos a los fans de siempre (por allí se pasó la desoladora ‘M’) y centrándose en dar su espacio a las nuevas canciones: ‘Miss Saigon’, ‘Pinball’, ‘La gran belleza y la juventud’, ‘La humanidad y la tierra’ y ‘En las trincheras de la cultura pop’ fueron solo algunas de las nuevas que sonaron. La sorpresa fue la compañía de un bajista de lujo, Leiva, con quien incluso llegó a interpretar ‘El pensamiento circular’, haciendo que muchos de los allí presentes entrasen en pánico fan.

Y con los carolinos llegaron los primeros contratiempos. Poco después de comenzar el bolo, con el que Carolina Durante presentaban el aclamado ‘Cuatro Chavales‘, empezaba a chispear, y poco a poco a llover cada vez más. Apenas pudimos escuchar ‘AAAAAA#$!&’, ‘Mi moreno de contrabando’ o ‘Cementerio (El último parque)’, de su debut largo, cuando tuvimos que imitar a la gente que había empezado a huir poco antes: no era una falsa alarma, y enseguida se desataría una tormenta que, si bien no fue tan bestia como la del día anterior, sí provocó que la gente saliera corriendo del recinto hacia las gasolineras, o se refugiara en el propio recinto bajo las mesas, bajo los escenarios y en los soportales de las oficinas que usaban organización y prensa. En mitad de los truenos, todo eran rumores sobre si los Carolina seguían tocando (así fue), si The Kooks habían ido ya adelantando el vuelo y, en definitiva, si la organización iba a desalojar el recinto y suspender la jornada otra vez.

Rafa Galán

El festival, por su parte, anunciaba en sus stories “en 15 minutos retomamos”, borrándola poco después, entendemos que al ver imposible lo de The Kooks. En un momento en que los truenos daban un poco de tregua -aunque la lluvia no paraba- nos acercamos como pudimos al escenario en el que Rocío Márquez y Bronquio iban a actuar, para comprobar si habían podido salir a hacerlo. Y allí nos encontramos a ambos, frente a un público bastante menor por motivos obvios: básicamente eran quienes llevaban chubasqueros, y algún que otro valiente que prefería el riesgo de resfriarse antes que perderse las interpretaciones de ‘Tercer Cielo‘. Como la de ‘De mí – Rumba’, donde el propio Santi/Bronquio se animó con unos versos. Quisimos comprobar qué había pasado con The Kooks, así que nos acercamos al escenario principal (el dúo y la banda se solapaban) y finalmente se dio ese concierto por perdido, en teoría por “problemas técnicos” cuando Carlos Sadness apareció en el Escenario Polo Club.

En ese momento, los rumores de cancelación estaban a tope, así que la organización decidió transmitir los primeros minutos del concierto en un directo de Instagram, con la gente dejando una batería de comentarios que no tenían precio: “pero enfocad al público, a ver si hay gente”, “¿se puede entrar en piragua?” e incluso uno que gritaba cual Paquita Salas “¡devuélveme mi dinero, devuélveme lo mío!”. Pero el truco funcionó, y los que aguardaban fuera empezaron a entrar viendo que ya apenas llovía. Dentro, Sadness tiraba de hits clásicos para que la gente se olvidase de lo ocurrido, como una ‘Te quiero un poco’ que dedicó a una fan que se iba a casar.

En ese mismo escenario pero más tarde, Dorian recurrieron también a clásicos para contentar al público, encadenando ‘Paraísos artificiales’, ‘A cualquier otra parte’ y ‘La tormenta de arena’, pero también dieron su lugar a su último disco, un ‘Ritual‘ que, siendo inferior a ‘Justicia universal‘, está mejor de lo que parece, sobre todo por temas como ‘Universal’ (cuya outro usaron para abrir y cerrar), ‘Dos vidas’ o ‘Energía rara’, en la que confiaron tanto como para incluso mezclarla con ‘La tormenta de arena’ despidiéndose del público. Antes, grandes momentos como la dedicatoria de ‘Verte amanecer’ a Viva Suecia y Second, a quienes el diluvio impidió actuar, habiendo podido ser para ambos un concierto histórico (Viva Suecia por el momento tan dulce que viven, Second por ser su gira de despedida, y encima ambos murcianos), o la promesa de que en breve habrá “noticias musicales” de los catalanes.


Para los noctámbulos hubo una oferta muy distinta e igual de estupenda para cerrar. Después de Dorian salieron Alexis y compañía al Escenario Estrella Levante: Hot Chip, que precisamente se encuentran presentado un disco en el que celebran lo terapéutico de la experiencia colectiva del baile como contraataque a la represión que supuso la pandemia, venían a seguir levantando el ánimo del lugar. Se centraron en ‘Freakout / Release‘, y de hecho abrieron con uno de los temas de este último disco, ‘Down’, pero no faltaron clásicos como ‘One Life Stand’ del disco homónimo o ‘Ready for the Floor’, intercalados por algún que otro “gracias”.

Y no hubo respiro para recibir en casa luego a otros héroes murcianos que llevan el hedonismo musical por bandera: Varry Brava, que no han publicado disco desde 2020 pero llevan encadenados un puñado de buenos temas (siendo ‘Bajo la luz perfecta’ mi favorito), salieron dispuestos a conseguir que el público tuviese los pies en el suelo el menor tiempo posible, y se puede decir que lo consiguieron, derrochando energía.

Rafa Galán

Pero, si de energía se trata, hay que hablar del plato fuerte. El mejor concierto de la jornada, tanto por la entrega de su vocalista como por el simbolismo por lo ocurrido el día anterior (y ese mismo día), fue el de Vetusta Morla. Uno va predispuesto a no destacar en el titular a Vetusta Morla porque, a ver, son Vetusta Morla, no lo necesitan, ya todo el mundo los ha visto… pero es que lo ponen muy difícil. Quienes son probablemente EL tótem del indie nacional hoy día presentaban ‘Cable a Tierra‘, pero hicieron también un recorrido por sus trabajos anteriores; así, sonaron ‘Golpe maestro’ o ‘Cuarteles de invierno’ de ‘La Deriva‘, ‘Consejo de sabios’ o ‘Te lo digo a ti’ de ‘Mismo sitio, distinto lugar‘, ‘El hombre del saco’ y ‘Los días raros’ de ‘Mapas‘, y por supuesto ‘Copenhague’ y ‘Valiente’ de ‘Un día en el mundo‘, del que incluso rescataron ‘Saharabbey Road’, que alteraron añadiendo un “que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva, que sí, que no, que caiga un chaparrón”.

Con permiso del (excelente) trabajo de sus compañeros, Pucho (OG Pucho) es quien lo pone especialmente difícil. Como si le poseyese una persona llamada Bruce Springsteen que actuaba también este finde en nuestro país, Pucho no paró quieto en todo el concierto, encadenando temas con una energía y unos movimientos casi espamódicos ante los que era imposible que el público no se contagiase. En mitad de esto, daba igual que bromease sobre que “debería llover más” y justo después empezase a llover, aunque esta vez poquito: la gente seguía metida al 100%. Solo se escucharon unos abucheos cuando dijo “todos, todas y todes” (creo que incluso quienes no usamos el neutro nos asombramos ante su potencial para desatar furia y ofensas si, en teoría, tan chorrada es), el resto era miles y miles de personas entregadísimas a un espectáculo en el que incluso se pasó Rocío Márquez a cantar ‘Corazón de lava’, justo en el momento lluvia, y que dio grandes momentos como una reflexión de Pucho sobre la explotación a los trabajadores que se suele hacer en los festivales (denunciando la “inseguridad” y “caos” que hay detrás y que viven sobre todo los técnicos), los pelos de punta en esa ‘Copenhague’ casi cantada por el público, o el cierre.

Porque a la épica final con ‘Los días raros’ solo le faltaban fuegos artificiales… y, entonces, porque por qué no, comenzaron a dispararse fuegos artificiales desde una torreta tras el escenario. Imposible no destacar en el titular el concierto que, de principio a fin, fue el más especial de la jornada, y el más especial de esta accidentada edición del WARM UP, dando un simbolismo de esperanza que se abre a interpretaciones. “¿Qué pasa, Murcia?”, dijo Pucho poco después de salir, “¿Llueve o no llueve? ¡PUES A BAILAR!”. Pues eso.

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Publicado por
Pablo Tocino