‘La bruja’ (2015), ‘Hereditary’ (2018), ‘Midsommar’ (2019), ‘X’ (2022), ‘Men’ (2022)… A24 ha hecho historia en el género de terror. Sus películas, ya sean producidas o distribuidas, han originado una categoría propia, “terror elevado” (etiqueta cultureta aprovechada por otros para colar mucho tostón “elevado”), y han alumbrado a autores de la talla de Robert Eggers o Ari Aster.
‘Háblame’ es la primera colaboración entre A24 y Causeway Films, productora australiana que se dio a conocer con un filme de “terror elevado” cuando aún no se llamaba así: ‘Babadook
’ (2014). Con estos precedentes (Causeway también ha producido ‘Cargo’ y ‘No estarás sola’) todo hacía pensar que el debut de los hermanos Philippou -fogueados en youtube con vídeos cómicos de peleas pero con referentes confesos como ‘El regreso’ (Andrey Zvyagintsev, 2003) o la propia ‘Hereditary’- iría por esos derroteros.Pero no. O no del todo. ‘Háblame’ (por cierto, ¿no es hora ya de ir dejando los títulos imperativos en el género? ‘Déjame salir’, ‘No respires’, ‘Smile’…) intenta lograr un equilibrio entre el terror de sustos y el dramón adolescente, entre el subgénero ouija-posesiones virales y el tema de la salud mental juvenil, entre el temblor y la emoción. El resultado es un híbrido más o menos eficaz, pero que ni mucho menos justifica el hype que se ha montado alrededor (ya está en marcha la secuela, ‘Talk 2 Me: The Sequel’).
‘Háblame’ es la típica peli de miedo construida sobre dos o tres buenas ideas, que darían para un excelente mediometraje pero no para hora y media. Tras el obligado prólogo “impactante”, los directores se tiran media hora presentando la historia, no porque pretendan ir “poco a poco” creando una atmosfera, “poco a poco” perfilando a los personajes (la mayoría son adolescentes que no necesitan mucha complejidad psicológica), “poco a poco” desarrollando un conflicto dramático, sino porque como no vayan “poco a poco” no llegan ni a la hora de metraje.
Luego, el filme remonta. Las secuencias de posesión están muy bien resueltas, estupendamente diseñadas y coreografiadas. Las dinámicas sociales y psicológicas asociadas a los retos virales entre adolescentes resultan creíbles. Y la atmósfera tristona, aunque esté un poco vista, es bastante efectiva, así como el retrato de la traumatizada protagonista. Pero ya. También hay mucho susto facilón y poca sensación de terror genuino. Mucho drama algo oportunista, sensiblero y moralista (las posesiones como metáfora de las drogas) y poca emoción verdadera. Muchos susurros, algunos gritos, pero poca capacidad para dejarnos sin habla.