María José Llergo ha publicado esta semana un nuevo álbum llamado ‘Ultrabelleza’, tras una primera presentación titulada ‘Sanación‘, que constaba tan sólo de 7 canciones. Este paso, bajo el paraguas de Sony, ha de suponer una confirmación incluso a nivel internacional. De las 8 fechas que tiene planeadas para presentar el disco, 3 son en Estados Unidos.
La artista me recibe el día de salida del largo en un «gabinete botánico» en Madrid, Planthae, rodeada de plantas, mobiliario vintage y platos que podrían haber pertenecido a nuestros abuelos. Es el escenario perfecto para hablar de una infancia llena de música y cante, y también de sueños por cumplir. Ilusionada como una niña, María José Llergo habla muy deprisa: toda la información que te da en un momento abruma. Pero también transmite la seguridad del trabajo bien hecho, especialmente después de recomponerse mentalmente en la era de «Sanación».
Me estabas comentando fuera de micro que estabas «sorprendentemente feliz». ¿Por qué?
Antes me ponía tan nerviosa que era incapaz de disfrutar del momento, pero ya he aprendido. He aprendido a relacionarme conmigo misma de una forma distinta. Por eso ‘Ultrabelleza’ habla de mi luz interior, de la de los demás independientemente de su color de piel, de su condición, de que sean mucho mayores o mucho menores que yo…
Antes estabas en un lugar más oscuro…
‘Sanación’ vino por eso, de un momento turbulento, necesitaba antes de nada hacerme canciones a mí misma para sanarme. En estos 3 años he aprendido tanto, que antes era mi peor enemiga y ahora soy mi mejor amiga.
¿Cómo lo has conseguido?
Hablándome bien. Me influye mucho cada día. Los pensamientos negativos vienen por defecto siempre, pero tú puedes influir en ellos. Contrarrestándolos, desaparecen. Siempre. Hay que autoconocerse, escucharse, conectar con nosotros mismos. Con mucho silencio, mucha lectura. He reconocido las cosas que hacen que me brillen los ojos, como hablar de la naturaleza. Se me pintaba una sonrisa en la cara. Como cuando hablo de mi familia, de mi perrito… Lleno mi vida de cosas así. Antes no podía ver por qué me influían tanto las cosas, por qué dejaba pasar ríos de cosas negativas, y no podía pararlo. No sabía cómo. Ahora sé y encauzo el agua para meterla dentro de su cauce y que se conviertan en canciones.
¿La música es tu terapia, más que la terapia tradicional?
También la terapia psicológica. Noto que crezco como persona. Pensar bien me hace buena persona. Para mí ir al psicólogo es como ir al gimnasio de las emociones. Hacer deporte también. Si tuviera más tiempo me tiraría los días enteros haciendo deporte. Disciplina, autocontrol, ponerte a prueba, ver que tu cuerpo responde… Porque el cuerpo es el vehículo del alma.
En el disco dices «Aprendí a cantar llorando» y «Aprendí a llorar cantando». ¿Cuál fue tu primer recuerdo al respecto?
Con mi abuelo en el campo. Él estaba cantando mientras abría los surcos con el carrillo y pasaba el agua, y yo jugaba a no mojarme. Él cantaba por serranas, fandangos, boleros. Me enamoré de jugar con el agua y de su voz. Cantar me permitía desahogarme y convertir todo en belleza. Cuando mi abuelo tenía un rifirrafe con un vecino del campo, hacía una letra. Siendo una persona que nació en el año 29, que no sabe ni leer ni escribir, se acuerda de todas las letras. Una vez me fui a su casa, y le grabé 28 cantes seguidos. ¿Sabes por qué paramos de grabar? Porque me quedé sin batería en el ordenador (risas), no porque él ya no se acordara de más canciones.
«Antes era mi peor enemiga y ahora soy mi mejor amiga»
¿Y la primera vez que lloraste cantando de verdad? ¿Un punto de inflexión?
Es una cosa continua, lo he hecho siempre, tanto como cuando he perdido la fe en el mundo, por cosas que pasan y siguen pasando, como con cosas personales. Yo en clase no tenía un ambiente agradable (NdE: en otras entrevistas ha hablado de bullying). Por la mañana era una persona en el cole y por la tarde era otra en el conservatorio. Por la tarde no paraba de reír y cantar.
¿Qué instrumento escogiste en el Conservatorio?
Yo cantaba desde chica. Me hicieron una prueba y quedé la 2ª. Yo quería cantar, pero me dijeron: «No se puede cantar, no hay una especialidad de canto». «¿Y de cante?» (risas) Me dijeron: «Hay un instrumento que es como si cantaras, que es de oído: el violín». Yo no tenía ni idea de lo que era un violín. Estudié violín clásico 10 años. Todavía lo toco. Sale en 2 temas del disco: ‘Novix’ y ‘La puerta está abierta’. Me hubiera gustado hacer 10 años de voz. Mi primera clase de canto no la di hasta los 20 años. Tuve que luchar con la incomprensión. Todas mis amigas se habían ido a estudiar por ahí y yo me pasaba el día buscando becas. Empezaron a salirme pequeños bolos, benéficos, un sitio en mi pueblo donde podía cantar 2 veces al año, luego pasando a Córdoba, luego a Andalucía… Y al final llegó la beca. Me dieron una beca para estudiar Cante Moderno y Jazz en el Conservatorio del Liceu. Mis padres me apoyaron y me fui a Barcelona con 19 años.
Tenías muchas ganas de tirar el violín a la basura…
Para tocar bien el violín, tienes que pasar unas pruebas muy complicadas. Después de 6º tienes que tocar cosas como Vivaldi y practicar 8 horas al día. Estaba también con Selectividad, y saqué buena nota. Tenía 3 vías: la mía, la del violín o la Universidad. Elegí la mía y me ha traído hoy aquí contigo (risas).
«La diversidad se ha intentado tapar, ocultar, rechazar, condenar, maldecir… y yo lo que quiero es bendecir»
Nada más empezar la entrevista, hablabas de diversidad. ¿Por qué es tan importante para ti?
Pasé un año en Barcelona y ahora llevo 4 en Madrid. Me embriaga mucho ver la belleza del mundo que me rodea, tan multicultural, todos tan diferentes, amando su forma de ser aunque el mundo no se lo ponga fácil, habitando los cuerpos de forma única. No siempre se ha valorado como algo bueno. Se ha intentado tapar, ocultar, rechazar, condenar, maldecir… y yo lo que quiero es bendecir. Este es el tesoro real de 2023.
La libertad sexual está en el tema de ‘Novix’. ¿También en otros puntos del disco?
En ‘Tanto tiempo’, «hay un mar de amores a contracorriente, mi corazón nunca miente». También en ‘Ultrabelleza’: «qué más da cuál es tu forma de amar (…) lo que importa es tu alma».
¿Pero por qué te interesa tanto?
El amor es lo que mueve el mundo, no el dinero ni el odio. Tenemos que alimentarlo, nunca limitarlo.
No sé si mueve mucho el mundo. Ya no te hablo de Israel, sino del odio que se ve en redes sociales, la poca empatía hacia los demás…
Pues podemos alimentarlo, ¿no? Si hace falta, ¡vamos a añadir más al guiso!
¿Crees que puedes ejercer una influencia en la gente, desde tu posición?
No lo veo como una obligación, sino como una opción. Hay canciones en las que no hablo de superación personal ni de derechos humanos. Son canciones de lírica más encriptada y simbólica. Y también está bien. Cada momento intento ser honesta con lo que siento. No busco ser un referente, busco ensalzar los referentes que me hacen mejor persona.
¿Qué te diferencia de otros artistas?
Todo el mundo es diferente entre sí y único. Conocer a un artista no es conocer un estilo, sino a un artista, ver el mundo con sus ojos. Cada artista es una aventura en sí mismo.
‘Juramento’ tiene una influencia más hip hop. ¿Cómo lo descubriste?
Cuando me ponen un ordenador en casa con 9 años. No tenía internet, solo tenía la Enciclopedia Encarta. Así descubrí el blues, el flamenco de los negros. Descubrí a Billie Holiday, a Muddy Waters o las músicas folclóricas que rescató Alan Lomax. Fue de los primeros que grabó en zonas rurales, cantes primitivos en América, también en España, en las Islas Baleares. Muchos cantes se rescataron gracias a él.
De repente en el álbum también hay una referencia a Luis Miguel o a ‘Sabor a mí’.
Es un bolero más antiguo. Lo de Luis Miguel es una versión. El bolero viene de los años 30, los años 40, siempre ha estado muy presente. Mi abuelo los cantaba y pensé que ‘Mira que eres linda’ era suyo porque me lo cantaba a mí. Tengo vídeos de mi abuelo cantándome eso y le sigo pidiendo que lo haga. Lo canta desde que yo tenía uso de razón.
¿Cómo lo integraste en tu propia canción, ‘Tanto tiempo’?
Haciendo esta canción pensaba en la historia de dos personas mayores homosexuales que no pudieron llevar a cabo su amor porque la sociedad no se lo permitía y tuvieron que tomar otro camino, casarse con otras personas. No pudieron ser ellos mismos porque el mundo se lo impedía. Entonces se reencuentran y vuelven a amarse. Me inspiró mucho que en España tenemos la primera residencia LGTBIQ+. Me inspiran muchísimo las personas mayores. Me parece bellísimo. Me emociono. No se pueden poner diques al amor. No se puede contener. Al final encuentra su vía.
Mis padres son de Granada, mi padre me llamaba «Malahe» cuando se enfadaba. Yo no sé si habrá alguna otra canción que se llame así, además de la tuya…
Creo que no (risas) Me dice eso mi abuelo cuando paso mucho tiempo sin ir a verlo.
Me gusta cómo acaba el disco, las dos últimas canciones tienen mucha fuerza. ‘Lo que siento’ habla de tu relación con el escenario. No sé si de «hate».
No, para nada, tengo 0% hate. Hablo de lo que siento cuando estoy en el escenario, abriendo una ventana para que todo el mundo mire. Quiero que lo que vean les haga verse a sí mismos y sentirse bien. Hablo del nivel de excelencia máximo que yo pueda conseguir para dárselo al público, que para mí es lo mejor.
¿No tienes miedo al escenario?
Me pongo mazo nerviosa. Antes de salir pienso: «¿y si ahora salgo huyendo?». Pero no podría por respeto al trabajazo que hace mi equipo junto a mí. Pero me dan ganas (risas) Eso sí, pongo un pie en el escenario y se me va todo. Una fuerza que no sé de dónde viene y me entrego.
«Parir es el mayor acto de fortaleza. ¡Para que luego nos definan como el sexo débil en los diccionarios!»
En ‘Lucha’, hay mucho de irónico en la frase «peleas como una chica».
Le preguntas a los chicos cómo pelean, cómo corren las chicas y responden como con debilidad. Casi con una forma cómica. Una caricatura de nosotras. Y sin embargo, todo el mundo nace de una mujer, y parir es el mayor acto de fortaleza. ¡Para que luego nos definan como el sexo débil en los diccionarios! ¡Es que no lo comprendo! O como para que censuren nuestros pezones y no los de los hombres, siendo exactamente iguales.
¿Qué canción de este disco crees que seguirás cantando en 50 años?
Lo tienen que decir ellas mismas, hay canciones que tienen su propia vida. Unas las tienes que llevar de la mano. Otras van por donde ellas quieren.
¿Qué canciones has tenido que llevar de la mano, y cuáles van por donde ellas quieren?
He llevado de la mano ‘Me miras pero no me ves’. Y mira que es fuerte, suena y retumba… De las que me llevan, ‘Niña de las dunas’.
A nivel producción, ¿qué destacarías de este disco?
He flipado con Zahara y Martí Perarnau, son dos joyas que tenemos que cuidar mucho. Lo hacen increíble ya en sus discos, pero como productores me han hecho volar, me han hecho cantar más tradicional en ‘Visión y reflejo’ en mitad de la canción. De forma impredecible, nos vamos a las tinieblas y hacemos como un ritual, y luego volvemos a la raíz totalmente transformada. Es como si le hubieran puesto alas.
¿Te han hecho trabajar la voz a ti, que parece que la traes de casa? Pensé que te habrían apoyado más en la parte electrónica…
Las melodías las hago yo, y la voz. Todo lo que hay en este disco está escrito, compuesto, grabado en el mismo día. Por ejemplo, ‘Lo que siento’ la compuse en Londres, fui a dar un paseo por afluentes del Thames, me senté con una libreta, una grabadora, un boli y el beat que habíamos trabajado con George (Moore) en el estudio. Ese día volví al estudio y la grabé. ¿La pulimos luego? Producción sí, la voz no. Mis melismas son muy personales, es muy difícil meter mano ahí. La mayoría de las canciones están hechas en una toma: ‘Superpoder’, ‘La puerta está abierta’, ‘Novix’, ‘Ultrabelleza’…
¿Entonces qué han hecho Zahara y Martí…? No te he entendido.
Producción. Un productor no se tiene por qué meter con tu voz. Yo no quiero ser una persona en cada canción, entonces tengo que tomar decisiones e inundarlo todo. No es que el productor te mande, te dé una etructura y te pregunte que si te gusta. Yo estoy en todo el proceso. Es más explorar territorios diferentes, sentarte al piano, que ellos me digan «esa melodía mola», yo diga «le voy a buscar una letra». Es un proceso vivo, impredecible, de jugar como niños. Como cuando Zahara toca el armonio, hay muy pocos. Es un órgano que se toca con los pies. Zahara se lo encontró y resulta que su abuela lo tocaba. Son reflejos del aquí y ahora, de las auras que queremos representar. Jugar con plugins, con sintes, con cajas de ritmo…
¿Cómo has trabajado la imagen de disco, vídeos, escenografía para el directo?
Es muy diferente a los videoclips tradicionales. Estamos en otro universo gracias a ‘Superpoder’. Cada uno tiene visuales propios, parten de que la luz activa una parte muerta, inerte. Brota en la naturaleza a partir de algo yermo y desierto. En directo voy con una formación pequeña pero que me permita ir por todo el mundo, porque vamos a ir también a Miami, Los Ángeles y Nueva York. Me acompaña Julio Martí, un teclista increíble que lanza secuencias de manera preciosa ,y Carlos Sosa en la batería.
Pues muchas gracias, esto es todo.
¿No me vas a preguntar más cosas de producción musical?
Vale. ¿Cuál es la más compleja?
Todas son muy complejas, incluso la más sencilla, me gusta el peso del hammond en ‘La puerta está abierta’. Ahí toco el violín, grabamos en un estudio donde había un pozo y aprovechamos el reverb del pozo. Es un sonido que no se puede repetir. Hemos unido algo orgánico, como es una voz natural, totalmente limpia, con algo muy eléctrico, como son las bases, las cajas de ritmo, que son libres. Hay que aprender a relacionarse con eso, porque a veces la tecnología te controla a ti en lugar de al revés (risas) Hemos mezclado cantar a pelo, el piano de cola… con el universo digital, que te trae y te lleva por donde él quiere.
¿Qué producción aúna más estilos?
‘Visión y reflejo’ es la más impredecible. Tiene el 808, el aura de ‘Formation’ de Beyoncé que tanto me ha marcado como persona…