La pérdida de Liam Payne ha conmocionado al mundo, incluso a aquellos a los que su nombre no dijese nada. Era muy joven, apenas tenía 31 años y hace unas semanas se posponía el lanzamiento de su próximo álbum. Pero, sobre todo, formaba parte de una esperanza generacional que lleva años inundando las redes, sumando incluso a nuevos seguidores que nunca vivieron el fenómeno en su tiempo: volver a ver reunidos a One Direction.
One Direction fueron el último fenómeno de masas global, en cuanto a teen groups se refiere, en occidente. Ni sus sucesoras en The X Factor Little Mix, ni sus homólogas americanas Fifth Harmony, y mucho menos aquellos rivales directos que parecían ser The Wanted se acercaron a las cotas de popularidad e impacto cultural del grupo. Un tipo de banda, por otro lado, opuesta al control exhaustivo de los grupos coreanos actuales, que han elevado los estándares de ejecución del pop a un trabajo olímpico y, con ellos, los estándares del público al encumbrar este tipo de fenómenos. La espontaneidad y el descontrol de One Direction representan muy bien los años en los que existieron.
El tiempo, no obstante, ha distorsionado el impacto que Liam Payne tuvo inicialmente en el público y la banda. Aquellos que asistimos, semana a semana, a cómo un grupo de cinco chicos erráticos y descontrolados se salvaban, contra todo pronóstico, una semana tras otra en The X Factor; aquellos que asistimos al nacimiento de un fenómeno de masas cuando, siguiendo a ‘What Makes You Beautiful’, su primer single, lanzaron el que sería uno de los discos de pop adolescente (al igual que ‘Take Me Home’, su continuación) más perfectos de la historia; sabemos que Liam no mentía cuando hace unos años desvelaba públicamente que era él la figura que los productores habían elegido para liderar One Direction. Así se lo habían comunicado en su día.
El mundo hizo mofa de sus declaraciones, olvidando no solo su rol en las entrevistas del grupo, sus intervenciones o incluso su posición predominante en las canciones y los vídeos, sino también evitando recordar que fue Liam el primer integrante de la banda en presentarse ante la audiencia de The X Factor. Fue Liam, situado en el centro y un paso por delante de sus compañeros, el encargado de cantar el primer verso de ‘Viva la Vida’ de Coldplay. A pesar de la evidencia, Internet (especialmente Twitter) decidió no creerlo cuando lo relató, llevando a cabo una especie de cancelación. La primera de muchas. Afortunadamente, este dato lo confirmaría Nicole Scherzinger posteriormente, la mente de la que surgió la formación tal y como la conocimos. Era evidente que algo había cambiado entre el público y él.
Dentro del grupo, Liam Payne representaba la masculinidad hegemónica que la industria requería a las boybands entonces. Era 2010. El rol de Liam estaba tan asentado en las boybands y, para la industria era tan necesario, que The Wanted podría leerse como una banda en la que existían cinco versiones diferentes de la figura que Liam representaba en One Direction. Era el chico guapo, normativo, formal hasta cierto punto, canalla cuando estabas a solas con él. Era Mario Casas en ‘A tres metros sobre el cielo’, pero sin moto y teniendo la aprobación de tus padres.
Dotaba de aplomo a la banda, que durante sus tres primeros discos se caracterizaba por un descontrol festivo e infantil. El caos, de hecho, fue un elemento fundamental en One Direction. Si bien fue un aspecto que parecía jugar en su contra durante The X Factor, terminó convirtiéndose en la piedra angular de la marca. Las actuaciones e intervenciones del grupo, llenas de una energía excesiva, descontrolada y caótica, solían estar tamizadas por la serenidad y aparente madurez de Liam. Era, de algún modo, el hermano mayor que vigilaba, guiaba, sosegaba, pero agitaba cuando las cosas se volvían demasiado tranquilas. Fue, en muchas ocasiones, el pilar. Incluso en la gestión que el grupo hacía de la rebeldía de Zayn Malik.
«Liam fue el hermano mayor que vigilaba, guiaba, sosegaba, pero agitaba cuando las cosas se volvían demasiado tranquilas»
El descanso definitivo del grupo (nunca se llegaron a separar) terminó con esa figura. Y a ese fin hemos asistido año tras año. Las decisiones artísticas de Liam Payne, menos innovadoras o sólidas que las de sus compañeros, y los problemas que se acumulaban a su alrededor, especialmente en los últimos tiempos, le terminaron convirtiendo en la figura antagonista a la que representó en la banda. O hizo crecer aquella que se intuía bajo las capas de formalidad.
Desde el inicio del descanso de One Direction, el mundo (y con él, la industria) evolucionó en muchos aspectos culturales y sociales. Entre ellos, dejó de validar la masculinidad hegemónica que Payne había encarnado, algo frágil. Al tiempo que el resto de los miembros evolucionaba, se cuestionaba o crecía dentro y fuera de la música, Liam, como figura pública, permaneció estático. Harry, Louis, Zayn y Niall lograban, a su forma, reconfigurar sus identidades públicas al tiempo que la sociedad deslegitimaba actitudes y roles previamente aceptados. Así, conseguían mantener una sólida base de seguidores. Liam no.
La base de fans del grupo, de forma asombrosa, sigue siendo fiel catorce años después de su inicio, pero se trata de una base de fans muy distinta a la de entonces. El perfil actual de fans de One Direction probablemente encuentre cuestionables muchos detalles del pasado de la banda, como algunas de las caricaturas del icónico vídeo de ‘Best Song Ever’. Pero no solo han cambiado los seguidores que estuvieron entonces. El fenómeno ha crecido gracias a Tik Tok, sumando seguidores a la banda, gente tan joven que no la vivió en su momento. Todos los miembros se han visto favorecidos por un crecimiento exponencial a lo largo de los años. Liam Payne fue el único en no beneficiarse de esto. El proyecto de Liam Payne y su figura han parecido no disponer de espacio para cuestionamientos, ni personales ni artísticos. Y los seguidores no estaban dispuestos a entender a Liam y, parece, Liam tampoco supo (o quiso) entenderlos a ellos.
No obstante, llegará el tiempo en el que podamos analizar todo esto con perspectiva, lo ocurrido, su carrera, la responsabilidad del mercado en sus últimos años, la suya propia, y su pérdida. Ahora quizá sea momento de recordar a Liam Payne como la pieza fundamental que sí fue en el último fenómeno pop masivo de occidente, su impacto en la cultura popular y en toda una generación, que quizá entre de golpe hoy en la vida adulta. Crecer, en parte, es aprender a aceptar lo que se perdió y lo que ya nunca podrá ser.
Descansa en paz, Liam.