‘Fungirl’, por Elizabeth Pich
¿Quién no tiene una amistad que mete la pata sin querer a todas horas? De esas que convierte una situación cotidiana en una escena de terror, llegando a no saber dónde meterte por vergüenza o por ira.
Esa es la papeleta que desafortunadamente corre por las venas de ‘Fungirl’ a través de una joven que no termina de encontrar trabajo para ganarse la vida, aunque finalmente lo halla en una funeraria, y trae por la calle de la amargura a su compañera de piso. Aunque pueda parecer que hablemos de una de esas amistades destructivas que siembran el caos, hacen que todo acabe del revés y que encima les dé igual, ‘Fungirl’ es mucho más.
Las ganas de salir a flote, a pesar de que no te quieras acercar nunca a nadie semejante, logran que le cojas cariño y acabes amándola desde las primeras viñetas. Gran parte de esa conquista viene por el colorido de la rotulación. Los colores son ni más ni menos que los que aparecen en la portada. La sencillez de las expresiones hacen el resto, transmitiendo mucho con poco. Esta carta de amor al amigo desquiciado de la alemana Elizabeth Pich, que empezó haciendo web-comics en War and Peas, es apta para los adictos al humor negro y al desorden punk. 8.
‘El prolongado sueño del Sr. T’, por Max
Esta reedición actualizada de Max, de una de sus obras previas a la era colorista y de humor de Bardín que vino después, aúna en tres sueños la narración pormenorizada de los 40 días que estuvo en un hospital en coma, su protagonista Cristóbal T., en el año 93. Quien, según consta en el informe neurológico del hospital, está casado, es empleado en una ferretería, está insatisfecho con su vida, y presenta un carácter reservado e introvertido.
A lo largo y ancho de sus viñetas, encontramos temas recurrentes acostumbrados en Max como la muerte, la interpretación de los sueños o las diferentes versiones de uno mismo como camino hacia la reflexión. En lo gráfico, en paralelo a la historia, prevalece el negro como estandarte de la oscuridad. En su contra, la utilización de distintos estilos en los dibujos, que aunque sea acorde a la trama, provoca cierta confusión. Pero se olvida gracias a una narrativa apabullante, y a un ritmo de las escenas que deja con ganas de más. 8.
‘Daño cerebral’, por Shintaro Kago
Desde que Shintaro Kago comenzara sus relatos a finales de los 80, ha sido encuadrado dentro del movimiento Eroguro. Un movimiento artístico que hace referencia a los tabúes japoneses respecto al erotismo y el horror de la cultura popular. Y eso es precisamente lo que ha ido buscando su autor en estas cuatro historias de ‘Daño cerebral’: representar la espectacularidad en las tramas, lo visceral en lo gráfico, sin limitar la belleza física de sus protagonistas.
Aunque ninguna de las historias guarda ninguna relación entre sí, sí comparten una mirada irreverente y perturbadora de la condición humana. Kago alcanza cotas de ansiedad, jugando a no tener límites, y contagiando al lector de sus intenciones con bastante facilidad. No corre a su favor mostrar cómo lo cotidiano se torna en una pesadilla que no todos los públicos podrán soportar… ni cómo cuestiona nuestra cordura. 7,8.