Si de un titular me arrepiento en esta vida es de aquel en que hice un paralelismo entre el jurado de Masterchef y Dios. Las habilidades de Pepe, Jordi y Samantha han sido clave para que el formato dure más de 10 años, además con tantos spin-offs que uno perdió la cuenta hace ya mucho tiempo. Pero el trío eligió el mal a medida que se hacía más y más rico: Samantha apareció en redes explicándole a su hijo que los niños bailan con los niños y las niñas con las niñas; Jordi se ganó el sobrenombre de «Jordi Cruz malo» tras su apoyo a Ayuso; Pepe permaneció callado. A veces pienso que esta animadversión eran cosas mías; otras me preguntó cómo sobrevivió el formato a la muerte de Verónica Forqué.
En cualquier caso, el programa continúa vivo, aunque tocado, tras haber dejado ya por imposible la conciliación, alargándose hasta las 3 horas, o incluso comenzando a las 23.10 horas, después de Broncano, en su edición Junior (?).
‘Bake Off’ puede parecer su respuesta «woke». Vale, Masterchef puede introducir a una Inés Hernand, como Bake Off a un torero, pero lo que se vivió anoche en el programa presentado por Paula Vázquez fue más allá de una elección de cásting. Ya el primer capítulo de su regreso se programó en domingo, como en sustitución de ‘Drag Race España‘. Y viendo a parte de su elenco de concursantes, muchos -no solo Yurena- daban la sensación de proceder del formato presentado por Supremme de Luxe. Si algo quiere tener ‘Bake Off España’ es el humor canalla del mundo drag, visible en el mismo subtítulo del programa: «Famosos al Horno». En algunos episodios pasados, lo ha conseguido.
Antes del OT presentado por Chenoa, ‘Bake Off España’ fue una de las primeras bombas soltadas por Prime en nuestro país. La «amistad», por llamarlo de alguna forma, entre Esty Quesada y Esperanza Aguirre, dio lugar a algunas de las escenas televisivas más surrealistas que recuerdo. Yolanda Ramos, que repitió en el cásting con el paso a RTVE para su segunda temporada, debería haber insistido en esta tercera, que de momento no ha dejado una superestrella tan graciosa, pese a que Víctor Sandoval y Cósima Ramírez -hija de Pedro J y Ágatha Ruiz de la Prada, autoproclamada «loca feliz» e incapaz de estarse quieta-, lo han intentado muy fuerte.
Lo que sí nos ha dejado ya la tercera temporada de ‘Bake Off: España’, tras tan solo dos episodios, es un anuncio de transición por parte de una de las personas participantes. Una de ellas comenzó el concurso siendo Maestro Joao y lo acabará siendo Benita, adoptando el nombre de su fallecida madre. Su anuncio tras levantar la mano al principio del segundo episodio ya es historia de la televisión de este 2025: Mario Jefferson se puso a llorar como una magdalena; Carmen Morales, más todavía; Isabel Gemio se quedó a cuadros… Cuando nadie excepto Paula Vázquez parecía saber qué hacer, de manera completamente inesperada, quien movió ficha y se acercó a abrazar a Benita fue el más improbable de todos, con permiso de Finito de Córdoba: el motorista y fucker oficial Pol Espargaró. A continuación, el jurado Paco Roncero, normalmente incapaz de cerrar las piernas, decidió moverlas para salir escopetado de allí. Quizá con la esperanza de parecerse más a Samantha Hudson que a Samantha Vallejo-Nágera, se perdió una prueba para hacerse, milagrosamente y en cuestión de una hora, con un delantal lindísimo en el que se leía la palabra BENITA.
La escena en la televisión pública, aunque rodada hace meses, no sería la misma sin el contexto ya abiertamente transfóbico que se va a consentir en Facebook e Instagram por obra y gracia de Mark Zuckerberg, justo cuando Trump va a recuperar la presidencia de Estados Unidos y su amigo Elon Musk intenta arrastrar a Europa a esa marea de ultraderecha. Hablando de magdalenas, parece mentira que estos tres provengan del mismo planeta que Manuela Carmena, la invitada de anoche de ‘Bake Off’, recibida con honores de reina. Entre esto, la batalla entre ‘La Revuelta’ y ‘El Hormiguero’, y que Marc Giró pasa desde hoy a La 1, lo de RTVE a veces luce como una guerra cultural completamente descarnada, pero juro que ‘Bake Off España’ es disfrutable como mero programa de entretenimiento.
‘Bake Off’ es ese tipo de programa de humor que te hace reír cuando ves que Isabel Gemio es incapaz de encender una batidora pero capaz de entregar unas cagarrutas de dulce que ni Divine habría ingerido en la peli más extrema de John Waters. Que Cósima puede olvidarse de encender el horno en un programa de repostería, que Yurena corta las avellanas con cuchillos paneros, o que Cristina Tárrega puede darte un abrazo de mejor amigui… siempre y cuando no la manches. Y el jurado aquí sí que es Dios hasta que se demuestre lo contrario: Eva Arguiñano es un amor absoluto, todo le hace gracia y jamás dirá ninguna cosa que pueda hacer daño a un ser humano. Roncero parece ser quien de verdad manda, pero Damián Betular pasa de medirse con ellos. Le basta con una mirada de desaprobación para hundir a cualquiera en la miseria. Y sabe hacerlo con humor, en estos tiempos en que ya no se lleva nada humillar a la gente porque sí. Al menos hasta ahora.