‘Back to Oz’, es perfecta. En su momento, quizás la mejor canción de Stevens desde ‘Carrie and Lowell’. Su atmósfera de soul, los juegos de voces angelicales, la melodía, las pequeñas pausas, el estribillo… todo eso la convierte en la gran tonada pop de Sufjan. Y cuando te encuentras con los versos “I’ll be there to play my part” persiguiéndote durante semanas, entiendes que sí, que este es otra gran canción de Stevens. La colaboración con Angelo De Augustine, en vez de empañarle, le da mayor brío.
El número 7 es por excelencia el número bíblico y religioso, y Andy Barnes, autor de un ensayo sobre teología y cultura que vinculaba ‘Pink Moon’ de Nick Drake y ‘Seven Swans’, notaba que Sufjan se dispone a repetir la frase «Cause He is the Lord» 7 veces, «pero cuando llega la 5ª, nota que no puede más y empieza a incorporar el coro «seven swans, seven swans, seven swans», presentando «al juez y al destructor a un lado y a los 7 cisnes y al creador en el otro, complementándose, pues el terror se complica con la belleza y la belleza se complica con el terror». La composición está sostenida por un banjo rasgueado, al que se van incorporando un piano y los coros de Megan Smith acariciando muy en segundo plano, hasta que se despliega el clímax del minuto y medio final, con el citado contraste en tono de los dos coros: el angelical y el turbio.
En ‘Sister Winter’ Sufjan relata de manera angustiosa que tiene muchas cosas por las que sentirse alegre y agradecido. Especialmente, por sus amigos. Pero, ay, la hermana invierno se ha instalado en su corazón y no siente nada. Y viene a pedirnos perdón por eso… Todo en una progresiva subida emocional hasta que rompe en el final más exultante posible, lleno de fanfarria y confeti. Porque, a pesar de todo, Sufjan está aquí para desearnos «Feliz Navidad». El mejor villancico de Sufjan Stevens. Y no lo digo sólo yo: Tracey Thorn hizo una preciosa versión en su disco navideño ‘Tinsel and Lights’.
Las letras de ‘Javelin’ no presentaban una temática uniforme. ‘Goodbye Evergreen’ es la canción que lo abre y habla de la muerte, lo que incluye una extraña frase «piensa de mí lo que quieras / crezco como un cáncer». Sin embargo, es accesible y hermosa, está repleta de coros maravillosos en pleno desvarío sinfónico. Su puente instrumental tanto remite a los discos navideños de Sufjan Stevens como a ‘The Age of ADZ’. Es una puerta de entrada maravillosa al disco, perfecto resumen de todo lo que vamos a encontrar en su interior.
Lejos del sobrecargado sonido de ‘The Age Of Adz’ y buena parte de ‘Illinoise’, Sufjan retomaba su faceta acústica en el muy personal ‘Carrie & Lowell’, como bien muestra la sencilla y preciosa ‘No Shade In The Shadow Of The Cross’. Con su voz entre brumas, como si cantara a escondidas, Stevens canta una letra llena de simbolismo, con referencias religiosas, dibujos animados e historias de fantasía que sugieren una regresión a su infancia, a la visión que él tenía de la relación de su madre y su padrastro, leitmotiv del álbum. Delicada incluso en la frase «Fuck me, I’m falling apart», ‘No Shade In The Shadow Of The Cross’ toca sobre todo por el poder de esas imágenes, llenas de confusión y ternura, de un pequeño afrontando la «pérdida» de su madre al verla en brazos de otro».
Si los 6 minutos de ‘Seven Swans’ -la canción- se hacen cortos, lo mismo podemos decir de los 6 minutos de ‘Sister’, que no son precisamente una travesía por el desierto. La canción está dividida en dos mitades, y es la primera e instrumental la más excitante, un viaje en el que la brisa probablemente remita a algún recuerdo infantil, pues esta es una composición efectivamente dedicada a una de las hermanas de Sufjan Stevens. Una cometa, un sombrero, una referencia a una cicatriz están entre los recuerdos citados que cualquiera podemos entender.
‘A Running Star’ es una de las canciones más encantadoras de Sufjan. Fue el tercer single de ‘Javelin’. Destaca por su temática algo ñoña de amor entre tantas súplicas que contiene (aparentemente) el disco. La canción se desliza entre punteos de guitarra que arañan el corazón, la forma de cantar tan íntima de Sufjan, los coros de Nedelle Torrisi y un final con algo de música ambiental sesentera. Como bien indicaba Sebas en su crítica de ‘Javelin’: “Si tenemos en cuenta sus canciones anteriores, ‘A Running Start’ es la que desprende mayor vibras positivas. Además, su melodía parece sacada de un villancico navideño”.
“Lo más próximo a un tema R’nB o de baile. ‘Video Game’ es un tema popero, conciso, que hace uso de ritmos y sonidos electrónicos propios de la radio pop de los años 80, así como de una melodía pegadiza y repetitiva en el buen sentido, que se pega a la primera, para postularse como canción candidata de Sufjan a poder sonar entre hits de Robyn o Troye Sivan en tu playlist favorita.
Y es que ‘Video Game’ no cuenta con estribillo como tal, sino que se compone de una serie de estrofas en las que Sufjan comparte sus reflexiones sobre la persona auténtica que desea ser, dejando varias referencias religiosas marca de la casa. La canción empieza de hecho con la frase «no quiero ser tu Jesucristo personal» para después responder: «quiero ser mi propio creyente, no quiero jugar a tu videojuego». Sufjan tampoco quiere ser «el centro del universo» ni una «marioneta en el teatro» ni quiere poner al «demonio en un pedestal» o a los «santos en cadenas»; solo quiere «hacer su vida un poco más fácil»
‘John My Beloved’ es una de esas canciones de Sufjan Stevens que, sin grandes alharacas, tocan la fibra sensible. Apenas unas notas de piano y teclado sostienen la totalidad de la grabación que, como otras composiciones de ‘Carrie & Lowell’, versa sobre la muerte. «Solo una sombra de mí; es una manera de hablar: estoy muerto», repite la última línea del estribillo. Sin embargo, esta canción es diferente, pues añade un punto de erotismo en toda su imaginería religiosa. Sufjan empieza el tema en un bar de Long Island donde se toma un vino, pide unas patatas. Pero algo le ronda la cabeza, la idea de perder a un ser querido. El texto va virando hacia lo religioso con una mención expresa a Jesús, y a su apóstol favorito, San Juan. Es como si se mirase en su relación para superar una propia. La idea de perder a alguien para siempre, sin haberse reconciliado con él, le abruma en todos los coros, incluso el que suena tras esa tercera estrofa llena de sensualidad que «contiene el aliento», habla de su lengua recorriendo «tu pecho», y de un beso en la mejilla que «dejará una marca». Sebas E. Alonso.
‘I Walked’ sirvió de presentación de ‘The Age of ADZ’ y ya mostraba sus cartas más electrónicas. Y aunque la excusa del disco es la obra del artista maldito Royal Robertson, esta es una fiera canción de desamor en la letra, pero dulce en forma, entre nubes de electrónica algo pasada de moda, coros angelicales, y la voz susurrante de Sufjan, que embelesa aunque se esté arrastrando ante el amante que le ha abandonado, desgarrándose, desangrándose.
