‘Futile Devices’ tuvo dos vidas: cuando apareció como engañosa introducción al mundo de ‘The Age of ADZ’ y en remix de Doveman, en la BSO de ‘Call Me by Your Name’. En ambas, la voz doblada y queda de Sufjan se pasea entre cuerdas, en una rendida declaración de amor: el verso “And when you crochet I feel mesmerized and proud” (y cuando haces ganchillo me siento cautivado y orgulloso) no puede ser más encantador. Pero como bien declara al final, para el amor las palabras son “artefactos inútiles”.
‘Javelin’ es un disco hermoso como el amor, y uno de los más accesibles que ha escrito Sufjan Stevens. Sobre una base de guitarra y/o piano, las producciones van añadiendo elementos new age o electrónicos, como en ‘Everything That Rises’ -que tiene cierto aire a la melodía principal de ‘La historia interminable’-. Pero lo más emocionante es la voz de Sufjan, ligeramente ronca, rasgada, trémula. Si no te rompe el corazón al oírla… bien, quizás significa que no tienes.
La paranoia techno-espacial de ‘I Want to Be Well’ va in crescendo. Hasta que explota con Sufjan entonando enajenado “I’m not fucking around!” entre coros apocalípticos y una batería desquiciada. No queda claro si la enfermedad a la que alude es física o del alma, si implora estar sano de cuerpo o de mente. Hay que recordar que Sufjan sacó ‘The Age of ADZ’ tras sufrir una extraña crisis nerviosa mientras veía ‘Fantastic Mr. Fox’ de Wes Anderson. En cualquier caso, Sufjan se funde completamente con la paranoia del “profeta” Royal Robertson y no sabes dónde empieza uno y acaba el otro.
La de la noche de los zombis es la canción más chiflada de ‘Illinois’, a pesar de su aire pretendidamente solemne, de todas esas alusiones a imperios y juventudes derrumbándose. Una locura de soul en base a piano, bajo, un riff contagioso de cuarteto de cuerda y coros de animadoras dementes deletreando I-L-L-I-N-O-I-S. Los zombies de la canción son los presidentes que nombra, Logan, Grant, y Ronald Reagan, los indios a los que los colonos europeos masacraron, las ciudades fantasma que nombra: espectros de la memoria cuya presencia aún se siente en el territorio. Por cierto, ‘La noche de los muertos vivientes’ de George A. Romero se rodó y situó en… Pensilvania.
‘In the Devil’s Territory’, es otra de las canciones clave de la era pre-‘Illinoise’. Sobre una secuencia de dos inquietos acordes que parecen huir en zigzag, Sufjan nos habla de «dragones» y «brujas», mientras el estribillo representa la liberación, la señal de que podemos derrotar a todas esas «bestias». «No tengo miedo a morir con tal de verte, encontrarte, verte al fin», canta triunfal mientras algo parecido a un theremin y el crescendo nos elevan. A él, su fe. A nosotros, su música.
El arranque de ‘The Ascension’ no puede ser más arrollador: ‘Make Me an Offer I Cannot Refuse’ es esa canción que siempre esperas en los discos de Sufjan Stevens, esa que te agarra bien y que no te suelta. Una fuerza de pop casi industrial, con Sufjan entonando el título de la canción enajenado, con los coros duplicados cayendo en cascada y un final marcial que machaca neuronas. No puedo evitar compararlo con Björk, porque funciona como presentación tan bien como lo hacía ‘Jóga’ en ‘Homogenic’.
‘A Beginner’s Mind’ el disco con Angelo de Augustine retrotrae a ‘Michigan’ y ‘Seven Swans’. La excusa del disco es muy simple. Sufjan, Angelo y otros amigos del sello Asthmatic Kitty se juntan en una cabaña en el estado de Nueva York en una especie de campamento de composición. Cada noche ven una película. Las películas les despiertan ideas y sensaciones para crear música, así que deciden componer canciones basadas en esas películas: temas folks tan bien cantados y tocados como ellos saben. Sufjan lanza sus mejores requiebros en ‘Olympus’, que homenajea a Ray Harryhausen y ‘Jasón y los Argonautas’.
‘Too Much’ fue un adelanto engañoso de ‘The Age of ADZ’. Al menos de entrada. Es una dicharachera canción de ¿amor? que juega con la electrónica retro, los colorines y la melodía infantil. Un envoltorio que contrasta con una letra críptica y algo inquietante. De hecho, la inquietud avanza a medida que la canción se va alargando, hasta llegar a una fanfarria final que desdibuja todo el buen rollo anterior y nos lleva al auténtico mundo, alucinado y apocalíptico, de Royal Robertson, el artista maldito que inspira el álbum.
Illinois, el estado, es tan grande, que se quedaron muchos temas, lugares y personajes fuera. ‘Illinois’, el álbum, es tan bueno, que aún se quedaron multitud de canciones gloriosas fuera. ‘The Avalanche’ (2006) recuperó todas estas canciones que acabaron de dibujar el corpus de un estado/disco único. La Henney Buggy Band del título era una banda de una fábrica de vehículos casi olvidada… excepto por el inquieto Sufjan, que le dedica esta canción prima hermana de ‘Decatur’ (también narra una excursión), y que suena a, efectivamente, banda marchando, guiada por los vientos, con sus majorettes y todo.
‘Planetarium’ fue el disco que sacaron Sufjan Stevens, Bryce Dessner, Nico Muhl y James McAlister dedicado al Sistema Solar. En palabras de mi compañero Raúl Guillén: “El resultado es una extraña amalgama que combina música clásica y electrónica, pop rock y experimentación, intimidad y épica”. La personalidad de Sufjan, por eso, es la predominante, sobre todo en ‘Saturn’, una pista bailable, casi trance, con bien de subidón, donde su voz autotuneada llega casi a la histeria.
