El pasado lunes Cuatro estrenó un nuevo programa llamado ‘Amor en la red’ en el que -según ellos- se daría “el premio más importante que se ha dado jamás en la historia de la televisión: el amor”. Después de semejante cursilada repetida hasta la saciedad por su presentador, Aitor Trigos, se hacía inevitable que me sentase delante de la tele a ver qué se cocía.
No quiero mentiros, y sólo voy a apuntar que Cuatro se ha cubierto de gloria con este predecible, aburrido y abominable programa que, en realidad, sólo es un larguísimo anuncio de una hora de duración de Match.com. El presentador repite el nombre del portal de contactos una vez cada dos frases, y continuamente salen logos de Match.com por toda la pantalla. Si semejante espectáculo no fuese ya de por sí sonrojante, es de recibo comentar los errores técnicos de realización (audios que no se oyen, planos en vacío, movimientos de cámara que intentan encuadrar rápidamente a alguien porque los operarios están pensando en las musarañas…) y la imparable verborrea del presentador, que además repite conjunciones continuamente, a razón de tres pueses y cinco claros por frase.
Pero es que eso no es todo: la dinámica del programa es aburridísima y carece completamente de sentido. No es divertido, no es diferente. Sólo podría llegar a salvarse el final, donde se somete a tres chicos y a tres chicas a una cita rápida (hablan durante un minuto con cada uno y después tienen que elegirse entre sí). En fin, que me dio vergüenza ajena. Le iba a subir la nota porque en un momento dado me dio la risa al ver una sobreimpresión con el logo de Match.com que apareció en la pantalla y le tapó la cara al presentador, que estiró el cuello como pudo. Sin embargo, al final he decidido que no. Muy mal, Cuatro, muy mal. 0.












Desde el año pasado lo llevan diciendo algunas webs especializadas y, lo que parecía ser de esas cosas de las tendencias que se dicen por decir, se ha convertido en algo real. Desde que volvió a ser moda el rock’n’roll y bandas como The Raveonettes reinventaron el concepto de «canciones de tres acordes», los grupos de chicas están de enhorabuena y el revival generalizado que se está viviendo afecta de lleno a esta corriente del pop que tuvo su apogeo en los años 60. Se reeditan los clásicos vinilos, salen al mercado nuevos recopilatorios, se comercializan rarezas y diverso material inédito, las grandes del pop vuelven en su madurez al estudio… Y con las bases musicales de la Motown, Red Bird o aquellos sellos míticos del girlie pop, nacen ahora nuevos grupos de chicas, en todas las modalidades, para deleite de nostálgicos y amantes del retropop.
Parece que las que han tocado antes la cumbre han sido The Pipettes con su recién llegado ‘






A lo largo de agosto y septiembre (en cada rincón del mundo en una fecha diferente, creo que en España nos toca el 5 de septiembre) se pone a la venta el tercer disco de Hidden Cameras, ‘Awoo’, pero ya lleva tiempo circulando por el Soulseek. Los canadienses dirigidos por el hombre orquesta Joel Gibb se dieron a conocer en 2003 con un primer disco llamado ‘The Smell of our own’. Su singularidad residía en la etiqueta con la que denominaban a su propia música, «gay church folk music», en sus directos, con go-gós en paños menores, o en sus letras, tan escandalosas como ininteligibles. Publicamos la crítica del nuevo disco y recordamos los dos anteriores.


Después de arrasar en UK con su primer disco, donde conquistaron a lectores de Smash Hits, lectores de Attitude, lectores de NME, abuelas y niños, y arrasar en todo el mundo con una gira divertida como pocas, vuelven Scissor Sisters. ‘Ta-dah’ es un disco continuista que parece buscar consolidar al grupo fuera del Reino Unido, donde no son excesivamente famosos. Sale a la venta exactamente dentro de 2 meses, pero analizamos ya el disco canción a canción, sólo, aviso, después de una escucha.




Detrás de este flequillo de tolai se esconde un auténtico cerdo de la literatura universal. Digo «cerdo» no en plan despectivo, sino porque sus libros, entre p*edofilias, n*ecrofilias, c*oprofagias y otras cosas que sin el conveniente asterisco nos provocarían comentarios más desagradables que los que solía haber hace unos años en spanishpop.net, día sí, día también, son una auténtica guarrería. «Tufo», «esperma» y «mierda» son sus palabras favoritas, o sea que poco que ver con el cristalino estribillo de Blondie que hoy nos da título.




Mi cupo de grupos de brit-pop sentimentaloides se completó a finales de los 90 con Travis. Del primero de Coldplay aún me gustaron algunas, pero para cuando salieron Keane estaba más que saturado. De todas formas, recuerdo la primera vez que escuché un disco suyo, que fue una madrugada en un autobús, y ‘Somewhere only we know’, que es la pista 1 de ‘Hopes and fears’, me pareció una canción preciosa. Pensé que el disco me iba a encantar a pesar de todo, pero cuando el autobús llegó a su destino, 25 minutos después, estaba empalagadísimo de ellos. Unos meses después los vi en Benicàssim y constaté el repelús que me daban, debido a los excesivos amaneramientos de su cantante y su pianista, que parecían sumamente desesperados por emocionar a un público que, evidentemente, permanecía bastante impasible esperando que tocaran simplemente los singles.