Estando tan acostumbrados a artistas que después de un gran debut defraudan con su segunda entrega, es un alegrón comprobar cómo hay otros (pocos) que no hacen sino reafirmar la intuición de grandeza inicial y que incluso se proyectan aún más allá. Porque lo de Micah, ese jovenzuelo con cara de amish (ver foto) y pasado de un personaje de Burroughs, tiene visos de convertirse en una leyenda. Quizá sea exagerado después de ver tantos proyectos de mitos convertidos en promesas rotas (se me ocurren cantidad de nombres…), pero tal es el entusiasmo que despiertan en uno las sucesivas escuchas de ‘… & The Opera Circuit’, un álbum que grabó con amigos mientra él yacía postrado en el catre, recuperándose de una lesión de espalda.
Una de las principales diferencias con su antecesor, ‘The Gospel Of Progress’, es que desaparece aquel «murito de sonido» que crearon The Earlies para él. Motivado por sus circunstancias físicas, la ausencia de producción del disco nos da otra cara de Micah, más, digámoslo así, cálida (en mi favorita del disco, ‘Drift Off To Sleep’, casi parece cantar al oyente al oído). Las canciones van más al grano y huyen de largos desarrollos instrumentales (salvo en el subidón de ‘You’re Only Lonely’), con concisos y potentes arreglos de viento que en ‘Letter From Huntsville’ suenan a charanga carnavalera de New Orleans y en ‘Diggin A Grave’, otro de los musts del álbum, a taberna arrabalera del este europeo. También se puede intuir que para nada le era ajena la modorra de los sedantes, recuperando así su vieja adicción, en canciones como la inicial ‘Seems Almost Impossible’ o la final ‘Don’t Leave Me Now’. Sólo puedo poner algún pero a lo cutre que suena en alguna ocasión la caja de ritmos, de una simpleza que en ‘My Time Wasted’ llega a causar sonrojo, aunque es un detalle que no evita pensar que este será un disco de cabecera para todo aquel al que le interesen o le hayan interesado mínimamente la americana o el folk. Quizá (solo quizá) estemos ante uno de los grandes. 8,5