Necesitábamos saber si realmente estaba bien, así que a un concierto suyo en Londres nos hemos ido para comprobar que la recuperación de Kylie Minogue era del todo cierta. Y vaya si lo es, muy a pesar de que una gripe le obligara a suspender durante tres días el pasado fin de semana. Vale que por momentos se la vio cansada, y que incluso hizo un intermedio de 25 minutos a mitad del show, pero su simpatía, complicidad y agradecimiento con el público allí presente –lástima que los británicos tengan horchata en las venas y no sepan corresponderla- hace que le se le perdone todo. Y cuando digo todo es hasta la hora de retraso con la que salió al escenario. Una espera interminable en la que por culpa de la calefacción del Wembley Arena y la constante repetición de un trailer de la película de Beyoncé pensamos seriamente en el suicidio si la deshidratación no acababa antes con nuestras vidas.
Como seguro ya sabéis, esta nueva gira se llama Showgirl Homecoming Tour, y no es más que una nueva versión de aquella que tuvo que suspender en 2005 por el diagnóstico de cáncer de mama. Dos años en los que ha tenido tiempo más que suficiente para recomponer las imperfecciones de aquella primera versión que ya tuvimos ocasión de disfrutar en Amberes Supervago, Farala, Patata y servidor Piscu. El resultado, un espectáculo mucho más dinámico, oscuro, sensual (y en bastantes ocasiones cursi) que celebra las bondades de la auténtica princesa del pop.
Hemos creído interesante analizar el concierto desde dos vertientes: la estrictamente musical por un lado y el vestuario por otro, comentado por Patata al detalle. Porque si bien fuera del escenario Kylie ha desbancado a Kate Moss en la cabeza de la lista de las más elegantes, no se puede decir lo mismo de su gusto para elegir vestuario para las giras. Aunque la culpa es de su amigo William Baker, el marica mejor amigo de la australiana que todos quisiéramos ser, que da una vuelta de tuerca al dicho «¿Quién te viste, tu peor enemigo?»
Las plumas dieron inicio a las dos horas de concierto al ritmo de la canción más superproducida y bailable de su carrera, ‘Better The Devil You Know’, acompañada de gritos y más gritos. Continuó con ‘In Your Eyes’ y con una prometedora nueva canción compuesta por los Scissor Sisters llamada ‘White Diamonds’, llena de silbiditos e ideal para pegar saltos, terminando la sección con ‘On A Night Like This’. La euforia de verla en directo se vio empañada por una coreografía que no acompañaba el ritmo de las canciones. Y es que para ser de las más movidas de la australiana, su puesta en escena quedó estática por el poco movimiento visto sobre el escenario. Demasiada pluma, tanta que John Galliano decidió disfrazar a la pequeña Kylie de Norma Duval con ese excesivo traje de vedette. El penacho de la cabeza pesaba tanto que había veces que la pobre tenía que sujetarse la cabeza para que no se le separara de los hombros. Sin comentarios.
A su rescate tuvo que venir un remix que nos trasladaba a los clubs londinenses de los 80, con el que se dio un repaso a temas como ‘Shocked’, ‘What Do I Have To Do’, ‘Step Bak In Time’ o ‘Spinning Around’. Curiosamente este último, uno de sus mayores éxitos en las listas, en directo pierde toda su fuerza. En ocasiones pasa. El popurrí disco, indicado para bailar sin parar -sólo si no eres británico, insisto, que ellos sentados en su sitio comiendo hot dogs están muy monos- . Hasta los bailarines parecían divertirse. Aunque no me extraña porque su vestuario mejoraba bastante respecto al horror de cuadritos, flecos y pelotas de tenis fluorescentes pegadas por el cuerpo vistos en el show anterior. No así el outfit de Kylie, diseñado por Gareth Pugh, un engendro a medio camino entre la gallina Caponata y Annie Lennox. El postizo con flequillo de Kylie y las serpentinas de papel de plata pegadas por toda la tela daban al look un aspecto de punkarra desfasada de cincuenta años. Desde luego, uno de los modelitos más equivocados de la noche y del mundo.
Y si Madonna se atrevió con los ritmos del desierto de Israel en ‘Isaac’, ella no podía ser menos y ambientó el siguiente bloque de canciones en una región más o menos cercana, la India, y hasta a un coreógrafo nuevo contrató para conseguir transmitir la idea del nacimiento del mundo. Fue el momento de demostrar que ella sí canta en directo y que, si a su capacidad de baile se le pueden hacer muchos reproches, a su destreza vocal nadie puede ponerle una pega. ‘Confide In Me’, ‘Cowboy Style’ y una magnífica versión de ‘Too Far’ fueron los temas que sonaron con arreglos bastante inspirados en uno de los números finales de la película ‘Moulin Rouge’. A pesar de ello, impecable, aunque los no demasiado fanáticos tuvieron que aburrirse bastante, que algunas de las canciones interpretadas no era precisamente unos «Greatest Hits». En cuanto al modelito, John Galliano decidió dejar en paz a las cervicales de la pobre Kylie y se inspiró en Bollywood y en Las Mil y Una Noches para crear uno de los trajes más finos del concierto. No sólo se veía cómodo sino que incluso podríamos decir que es elegante a pesar de toda la pedrería que llevaba.
Tan emocionados estábamos con el espectáculo oriental que casi se nos olvida que estábamos en un evento totalmente dirigido al público homosexual -de ahí que sólo nosotros nos moviéramos y no las familias de obesos presentes en el estadio-. Menos mal que la Minogue no los recordó con el que es sin duda el bloque mas filogay de todo el recital. Ambientado en un gimnasio, empieza con el cuerpo de bailarines dándose una ducha en calzoncillos. Ella, vestida de gata con guantes de boxeo, busca constantemente llamar su atención pero por mucho que lo intenta los bailarines sólo se frotan entre ellos, hacen como que se pelean, le lanzan miradas de indiferencia y se entretienen mirando los culos de sus compañeros. ¿Sería porque es chica o por el desatino de vestir a Kylie de gueparda boxeadora? Una falta de respeto hacia la pequeña diva, ya que el estampado conseguía el efecto contrario al buscado: muy lejos de parecer una gatita sexy, se asemejaba a una Peggy Bundy con sobrepeso, y eso que la australiana debe superar escasamente los 40kg. Muy poco favorecedor y rematadamente macarra. De banda sonora de esta erección general, calcada del número de Jane Mansfield en ‘Los caballeros los prefieren rubias’, sonaron ‘Red Blooded Woman’, ‘Slow’ como remezclada por los Chemical Brothers y ‘Kids’, esta última sin la compañía de Robbie Williams, de Danni Minogue o de cualquier otra estrella invitada (menos mal que no salió Bono como ya pasó en Sidney). Encendido de luces e intermedio. Oye, y se agradece. Momento de salir a por cerveza y a buscar a las celebrities invitadas del día (los chicos de Little Britain y Elton John, entre otros).
Y llegó el momento edulcorado de la noche. Todas las divas pop se empeñan en cantar baladas en sus directos, y Kylie no iba a ser menos. Karl Lagerfeld para Chanel tenía que venir para arreglar este desaguisado. Por fin un traje elegante y verdaderamente fino para un bloque de canciones que lo merecía. Paillettes por doquier, complementos acertados como el mitón a juego con el vestido y un peinado más que aceptable. Subida a una luna móvil, como en la portada de su libro infantil, dejó bien claro otra vez quién es su público más fiel al cantar ‘Somewhere Over The Rainbow’ y una versión lenta de ‘Come Into My World’ de la que nuestros amigos Ann y Flat echaban pestes antes de oírla para luego tragarse sus palabras. Ya bajada del engendro plateado se lanzó con la aburrida ‘Chocolate’, subida en una tarta con ‘I Believe In You’, que bailó exactamente igual que en el videoclip (se han hecho varios tutoriales en fiestas Jenesaispop), y terminó con ‘Dreams (Impossible Princess)’, que es una que sus fans dicen que les gusta para hacerse los guays y los alternativos y que, por supuesto, me encanta. El conjunto del acto quedó mejor que en Amberes, aunque poder verlo sentado ayuda bastante.
Entre las lágrimas de unos y los bostezos de otros, llegó el momento de contentar a los que la siguen desde el principio. O lo que es lo mismo, cantar lo antiguo. Y para hacerlo nada mejor que desconcertar al respetable recitando y calcando el «rap» del ‘Vogue’ de Madonna sobre la música de ‘Burning Up’. ¿Homenaje o invitación a grabar algo juntas? No lo sabemos. A la sorpresa le siguió ‘The Locomotion’ en una impecable versión cabaret, ‘I Should Be So Lucky’ tal y como suena en los CD, que por eso se levantó todo el público, y ‘Hand On Your Heart’, la única que sonó peor que la v.1 de hace dos años. Dijo adiós y comenzó el paripé de los bis, aunque por lo menos ella tiene el detalle de anunciarlo en el programa disponible por el módico precio de 15 libras. Aun así, algunos se marcharon para no pillar atasco en el metro. Hace falta ser imbéciles. Respecto al look de este bloque hubo división de opiniones. A mi modo de ver (Patata) era original y divertido, aunque no encajaba mucho con el repertorio de canciones. El detalle de la cresta negra era hasta simpático, y el corsé, los mitones y el pseudo-tutú negro me parecieron un bonito homenaje a Madonna. Un modelito excesivo pero al que al menos se molestaron en dejar todo en negro y no a destrozarnos las retinas haciéndolo en colores fluorescentes, que visto lo visto todo es posible.
En el bis Kylie lució, sin lugar a dudas, el look de la noche. Se trataba de un mono completo con capa de Matthew Williamson para Emilio Pucci, con un estampado súper exclusivo que rara vez se puede utilizar para eventos como éste. Hasta la peluca plateada resultaba favorecedora. Aires de Studio 54 y discretos movimientos de capa para cantar la canción más conocida de Kylie, la canción que todos estábamos esperando: ‘Can´t Get You Out Of My Head’. Nuestras esperanzas estaban puestas en que si no sonaba la versión original del disco ‘Fever’ por lo menos utilizaran la remezcla con el ‘Blue Monday’ de New Order. Pero no, tuvieron que poner de base la sintonía de la serie ‘Dr. Who’ y fastidiarla. La bailamos igual, y ella también tal y como sabiamente le indica Bonachella, pero nos quedó el regusto de que su canción más aclamada podría haber resultado mucho mejor. Todo lo contario que ‘Light Years’, con algunos versos de ‘Turn Into Love’ incluidos. Nunca imaginé que esa canción funcionara tan bien en directo. Tanto, que habrá que pincharla más a menudo a ver si pasa lo mismo. De nuevo un adiós y de nuevo gente largándose para no pillar atasco. Por lo menos nos dejaron sitio para bailar a gusto en nuestro sitio. Ellos se lo pierden.
El encargado de vestir a Kylie en el bis final es su gran amigo Boy George, pero con amigos así quién necesita enemigos. El músico derivado a barrendero y posteriormente a diseñador de moda firma este engendro del mal que ha debido confeccionar con unas telas que le sobraban por casa y reciclando uno de sus múltiples sombreros. Este pastiche no tiene nombre: ¿neo glam? ¿techno punk? Más bien horror a secas. El pantalón informe le queda a la Minogue como a un santo dos pistolas. ¿No tenemos todos un pijama con esa misma forma? Los estampados infernales inspirados en el propio George son de un ególatra totalmente innecesario; vaya manera más gratuita de hacerse publicidad. Y vaya manera más cutre de vestir a tu amiga. El peor traje de todos los tiempos para un cierre espectacular. Porque ahora sí que sí. Llegó el final definitivo y algunos nos negamos a aceptarlo. Intentó triunfar con un karaoke de ‘Specially For You’, un despropósito de tema que cantó hace años con Jason Donovan. Menudo mal gusto. Agradecimientos a sus seguidores y cursilada de subir a niñas al escenario para cantar con ella. Por lo visto ya lo hizo en Australia, así que creo que las madres se han empeñado en disfrazar a sus hijas de Kylie para que sus retoñas sean la envidia de los gays de medio mundo. Pretendía ser un momento tierno, pero aquello parecía más el especial navidad del programa de María Teresa Campos. Aunque por lo menos sirvió para que constatáramos que la altura de la cantante es, efectivamente, la de una niña de 10 años. Los tacones engañan mucho. Nadie quería que acabara así la noche, y casi dando una patada a las niñas las devolvió con sus madres para darnos lo que queríamos, que es ni más ni menos la mejor canción de la historia de Kylie, que no es otra que ‘Love At First Sight’. Con razón no se nos borró la sonrisa de la cara el resto de la noche.
Listas de cosas que todos debemos hacer en la vida hay muchas. Pero después de ver este Showgirl Homecoming Tour -y si no lo creéis comprad el disco en directo del mismo que acaba de salir a la venta-, me queda muy clarito que ver a Kylie en concierto debe estar escrito en cada una de ellas. 8