Maria era una niña de Alabama, sólo mona pero con talento musical, que montó un grupo con su amiga del insti Orenda Fink (la guapa), al que llamaron ‘Little Red Rocket’ y que hacía cancioncillas de esas absurdas que suenan en las películas cuando sale una fiestecita de la hermandad Gamma/Alfa/Pi de la Universidad de Pennsylvania, muy a rebufo de Veruca Salt, que por entonces pitaban. Sacaron dos discos en Geffen, que las largó cuando se la comió fusionó con Universal. Ella y Orenda decidieron hacerse indies de verdad, y se arrimaron a Connor Oberst, alma de los ahora célebres Bright Eyes y dueño del sello Saddle Creek, (todo esto a pesar de su insultantemente corta edad, que por entonces rondaría la veintena). Se buscan una coartada de dúo dreamfolk con pátina electrónica, bastante cool (perdón) trendy por entonces. Azure Ray, se llamaron. Tras un par de álbumes bastante tibios en general pero con alguna canción realmente buena (me quedo con ‘New Resolution’ y ‘The Drinks We Drank Last Night’ de «Hold On Love») y unirse a la banda Now It’s Overhead (de la familia Saddle Creek, claro), deciden que son muy maduras y que están preparadas para sacar sus discos en solitario. A Orenda La Guapa le sale una cosa muy experimental a la par que farragosa, mientras que Maria La Feuca saca un precioso disco en 2005, ’11:11′, en el que demuestra tener un especial talento para las melodías evocadoras con canciones que van de lo olvidable (las menos, esos sí) a lo sobresaliente (‘Nature Song’, ‘Birmingham 1982’, ‘One For The Shareholder’), pasando por lo bien (‘Speak Easy’, ‘Song Beneath The Song’).
Ahora edita ‘Lynn Teeter Flower’, un segundo disco que debería consolidarla como cantautora indie de referencia. Y digamos que sale bastante bien parada. Maria demuestra personalidad y opta por lucir su preciosa y dulce voz, más arropada por instrumentos reales, prescindiendo casi siempre de innecesarias bases electrónicas que no aportan nada. Y el disco arranca apuntando al sol con lo mejor del mismo. ‘A Good Start’, una canción enorme, de esas de pop perfecto que cuando las escuchas tres o nueve años después te dan el mismo subidón, y sigue con ‘Clean Getaway’, una preciosísima balada que a los flojeras como yo hace que les brote el lagrimón. Sin embargo, el tiro se tuerce a medio camino. Pese a tener otros muy buenos temas como ‘No Stars’, ‘Replay’ o ‘Small Part Of Me’ hay un puñado que no aguanta el nivel de aquellos (Irish Goodbye’, por ejemplo) resultando un conjunto un tanto irregular. Además la canción prestada y coreada por Oberst, ‘The Ballad Of Sean Fowley’, resulta no ser gran cosa (flaco favor). Aun así ‘Lynn Teeter Flower’ no es un mal álbum en absoluto y desde luego confirma a Maria Taylor como una promesa de futura gran dama del indierock americano. Yo seguiré esperando ese gran disco. 6,8.