Sweeney Todd, el musical

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Sweeney Todd, el musical

Recuerdo la primera vez que vi un musical, fue la maravillosa ‘West Side Story’, y desde entonces he sido partidaria de que se hagan películas de este género. Esto se reafirmó cuando volví a ver la película de Tim Burton ‘Sweeney Todd. El diabólico barbero de Fleet Street’; de la cual, muchos pensaron que fue su trabajo más flojo. Por cierto, ¿alguien puede pensar en Tim Burton sin imaginarse a Joaquín Reyes? Porque yo ya lo veo como una misma persona. Así que, después de ver día tras día colgado en frente de mi trabajo un cartel enorme anunciando su estreno, acudí al Teatro Español a ver el musical en estado puro.

Lo que más llama la atención, y con estos tiempos que corren, es lo económico de las entradas. Éstas oscilan entre los 6 y los 28 euros e incluso los martes y los miércoles hay una rebaja del 25%. Nosotros nos cogimos unas por 5 euros, en el tercer piso, pero se veía genial, no nos creíamos que se viera tan bien por tan poco dinero. Y si no, que se lo digan a más de uno de los que fue de baratillo a ‘Hoy no me puedo Levantar’.

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Este teatro, aunque sea pequeño, está muy bien y la acústica es estupenda. El escenario es un poco diminuto, pero para el montaje de este musical es perfecto. La escenografía es una réplica de la que trajeron a España hace 11 años con los mismos actores y todo, que dices tú, cuando ves a Sweeney, «a ver si le da un ataque a este hombre en pleno acto, yo no recordaba el personaje tan mayor». Porque ahí esta el primer error, uno no puede ir pensando si fue antes el huevo o la gallina; la película de Joaquín, digo de Tim Burton, está basada en la obra, pero claro, te ponen a Johnny Depp como barbero loco y te entran ganas de que te haga de todo en ese sillón de barbería. Aquí sin embargo te meten al actor Joan Crosas, que para quien no sea un friki de la televisión, ni idea, pero es el que hacía de padre en ‘Más que amigos’, con ese bigotillo que me recordaba a Tom Selleck en ‘Friends’. Pues eso, que el montaje está genial, el escenario va cambiando poco a poco de manera muy amena con los pocos recursos de los que dispone y lo que le beneficia es que los actores son pocos. Pasando por las calles de Londres como telón de fondo, nos adentramos a la tienda de Mrs. Lovett, tanto la barbería como la trastienda y la habitación del horno; la fachada de la casa del juez Turpin y el centro psiquiátrico.

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Lo malo de estos musicales es que vienen doblados al castellano, pero en este caso no disgusta tanto como puede suceder con ‘Grease’, ‘Mamma mía’ o ‘Queen’, donde las canciones uno se las sabe en inglés y yo me niego a corromper mi memoria adolescente por ver a Edurne dando saltos. En cambio, en este lo único que uno llega a recordar son frases, por ello cuando las escucha en castellano, la melodía le suena y es mucho más fácil recordarla y comprenderla. Creo que es un punto a favor que los actores sean grandes profesionales pero no personajes demasiado encasillados como los que están siento utilizados para otros musicales como en el caso de ‘High School Musical’.

Entre los actores del musical del Barbero diabólico, que acompañan a Joan Crosas (que hasta que no vi a los dos personajes juntos, estuve todo el rato, erre que erre, con que el barbero era el mismo que el Juez Turpin, tampoco les hubiera costado mucho elegir a personajes un poco más distintos que no fui la única en dudarlo, que conste) destacan Vicky Peña, genial en la actuación de Mrs. Lovett, tanto que me disfracé más de ella en Halloween que del propio personaje, Helena Bohan Carter, que admito que me gusta mucho, a pesar de su cara monesca y Ruth González, que es una soprano muy pequeñita que hace de niño y que es genial sin lugar a dudas. Realmente todos tienen unas voces increíbles y muy bien complementadas, y las letras se entendían a la perfección.

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Las escenas donde se decapita a los clientes de la barbería son bastante creíbles, la sangre saltaba a chorro y el vestuario estaba muy logrado. Ante todo la risa jugó un papel esencial, en la película no recordaba haberme reído tanto, pero aquí consiguen que la historia (supuestamente un relato real ocurrido en Londres, donde la violencia es principal) quede a veces en un mero detalle porque te ríes de lo lindo viendo cómo matan sin que te tapes los ojos o te asustes. Deben ser las nuevas corrientes del musical, coger historias muy, muy tristes y darles un tono de teatralidad en plan «bailemos y cantemos ante este mal rollo». Es el caso de ‘El Diario de Ana Frank’, que me negué a ver porque lo de ver a unos nazis llevándose a una niña mientras cantan y bailan pues como que no me llama la atención. Por tanto es el único fallo que le puedo poner al musical de Manuel y Mario Gas, que quizá pierda un poco el encanto tétrico de la historia. 8,5

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