‘American Life’ (2003) se había convertido por sorpresa en el álbum favorito de Madonna para algunos fans, pero en realidad era tan brillante en algunos momentos (‘Nothing Fails’) como desconcertante en otros (‘American Life’). En definitiva había supuesto un gran fracaso comercial en todos los países, no sólo en Estados Unidos, y ni siquiera la gente en contra de la guerra de Irak lo había encajado bien, entre otras cosas porque Madonna decidió retirar en el último momento el vídeo contra Bush cuando ya estaba en la calle, dejando descontento por supuesto al público pro-Bush que volvería a elegirle en 2004, un año después del álbum, pero también a los anti-Bush, por esta bajada de pantalones.
Harta de todo y preocupada por su imagen pública de cara a sus hijos, como reconocería en las entrevistas promocionales, Madonna decidió hacer un disco sin política para que todo el mundo lo pasara bien, empezando por ella misma, a juzgar por las fotos en las que en una discoteca de Nueva York, pinchó y bailó como loca sus propios temas unos días antes de la edición del álbum.
‘Confessions On A Dance Floor’ no incluía ni una sola balada. Lo más parecido a una canción de amor tradicional sería ‘Forbidden Love’ y por sus bpm era la canción perfecta para subirse a la máquina elíptica en el gimnasio. Todo el disco es gay como lo son pocos discos de Madonna, tan gay como un hit de Abba, pero lo suficientemente bueno para que el público hetero también lo disfrute.
Cuando ‘Hung Up’ se presentó al mundo y no consiguió entrar en las radios norteamericanas, mientras se comía el resto del mundo con patatas, mucha gente asoció su fracaso en Estados Unidos a «lo dance, disco y gay» que sonaba. Por qué el tema no caló entre la adolescencia de este país, que sí se volcó un par de años después con ‘Mamma Mia’, sigue siendo un misterio. En el resto del mundo y especialmente en Europa se convirtió inmediatamente en uno de los mayores éxitos de toda la carrera de Madonna.
El sample de ‘Gimme Gimme Gimme’ (anda que cogió una canción mala), incorporado por Stuart Price de Les Rythmes Digitales, que ya había acompañado a Madonna en sus giras, supone una de las poquísimas ocasiones en que Abba han consentido algo así. Es, además, el único sample de todo el disco, a pesar de las apariencias. El concepto de ‘Confessions On A Dance Floor’ es claramente un homenaje a toda la música que ha influido en Madonna, incluida ella misma: ‘Get Together’ al dance de los 90, ‘Sorry’ a Jackson 5, ‘Future Lovers’ a Giorgio Moroder, ‘I Love New York’ a Iggy Pop, ‘Forbidden Love’ a Visage, ‘Jump’ a Pet Shop Boys, ‘Let It Will Be’ a ‘Papa Don’t Preach’, etcétera, etcétera. Pero en todos los casos excepto en ‘Hung Up’ los homenajes eran tocados de nuevo, no sampleados.
Este detalle condenaba quizá a ‘Hung Up’ a ser la canción más dependiente de la canción que la inspiró, lo que provocó que algunos la rechazáramos en un primer momento. ‘Sorry’, por ejemplo, siempre tuvo una melodía propia mucho mejor definida. Pero si en 2005 alguien no podía disociar ‘Hung Up’ de Abba, hoy no se puede disociar de la revolución que provocó y lo que gustó. Un bombazo total. ¿Cuántas veces hemos podido ver este vídeo tan «cool»?
No siempre el trabajo conjunto en la producción entre Madonna y Stuart dio resultados demasiado modernos o actuales. ‘COADF’ está envejeciendo un poco peor en algunas de sus pistas, especialmente ‘Let It Will Be’, a la que superó descaradamente un remix descompasado y salvaje ideado por el mismo Stuart. ‘Music’, la canción’, e ‘Impressive Instant’ siguen sonando mucho más modernas a pesar de haber sido grabadas con Mirwais 5 años antes de ‘Confessions’, pero donde ‘Music’, el disco, confundía en su mezcla de vocoders y country (ambas partes por separado molaban, pero algo no terminaba de encajar en su conjunto), ‘Confessions’ se muestra completamente coherente, hasta el punto de que no hay ni un solo silencio entre canción y canción.
Y algo parecido sucede con las letras. En ‘Hung Up’ Madonna decidió copiar la de ‘Love Song’, el insufrible dueto que grabó con Prince para ‘Like A Prayer’, y en ‘Sorry’ la demostración políglota sólo cobra sentido si la canción se interpreta como un tema político inspirado en Estados Unidos en lugar de como la canción de amor que parece (algo que pareció certificarse en los vídeos de su gira). Si no, es un rollo. Las letras más destacadas serían ‘Isaac’, un tema espiritual sobre la cábala que podría haber estado en ‘Ray Of Light’; ‘Like It Or Not’, en la que Madonna utiliza un número muy de musical para espetar su «lo tomas o lo dejas», y ‘How High’, en la que vuelve a hablar sobre la condena que supone ser la cantante más famosa del mundo: «Toda mi vida he querido que hablen sobre mí / Lo he hecho todo para ver mi nombre en letras grandes / ¿Ha merecido la pena? (…) / ¿Hasta dónde llegarán las apuestas? / ¿Cuánto dinero puedes acumular? / ¿Importará cuando muera?». El resto, totalmente olvidable, es en realidad perfecto para el disco hedonista y divertido que, sin más, buscaba Madonna.
‘Confessions on A Dance Floor’ fue un enorme éxito comercial, vendiendo 8 millones de copias en unos tiempos en los que casi era imposible llegar a estas cifras. Pero el éxito se medía en la calle, cuando tu hermana te decía que ya no le gustaba Madonna pero que no podía parar de escuchar ‘I Love New York’, tu hermano que no le gustaba Madonna pero que le encantaba el vídeo de ‘Jump’, tu amiga que no le gustaba mucho Madonna pero que se había puesto 30 veces seguidas ‘Get Together’, tu pareja que no le gustaba especialmente Madonna pero que se había enganchado a ‘Push’, etcétera. Al final estábamos obviamente ante su disco más completo. Music makes the people get together.