A poco más de un año de cumplir con su segunda década como banda, Tindersticks se han erigido como un estandarte intocable para los amantes de la música más exigente. Su folk-soul-jazz-pop repleto de claroscuros es una pieza imprescindible para entender la música actual, nuestro nexo de unión con un pasado glorioso que sirvió y sigue sirviendo a muchos para descubrir a joyas como Van Morrison o Tim Hardin, o a comprender que el R&B no es, afortunadamente, la única forma de actualizar la herencia de Tamla-Motown. Esta noche (4 de junio), el Monasterio de la Cartuja debería ser uno de esos manidos «marcos incomparables» para disfrutar de su música, dentro de la programación del Territorios Sevilla 2010, que también incluye a Los Planetas, Nudozurdo o Maika Makovski.
Desde su debut en 1992 con el single de ‘Patchwork’, Tindersticks siempre han ido acompañados de un halo de solemnidad y misterio. Su homónimo álbum de debut es una obra maestra incontestable, un tratado de melancolía y sordidez que imaginamos escrito desde una destartalada habitación semivacía en un desvencijado edificio suburbial, en una ciudad con un antiguo esplendor industrial del que solo queda hollín en las fachadas. ‘Tyed’, ‘City Sickness’, ‘Raindrops’ o ‘Drunk Tank’ sentaban las bases para una revitalización del folk que apartaba su lado campestre y hippie para trasladarlo al entorno urbano, rescatando viejos vinilos de los Four-Tops con una copa de vino tinto en una mano y un cigarro en la otra.
Con su segundo y de nuevo homónimo álbum perpetuaban una nueva saga de romanticismo enfermo (enfermo en el sentido en que Nick Cave lo es) con otro álbum excelso en el que el sonido grandilocuente y orquestal comenzaba a ganar la partida al desaliño. Esta fórmula culmina con ‘Curtains’, otro álbum magnífico pero en el que la fórmula comienza a denotar cierta fatiga. Por eso, el grupo decide dedicar un tiempo a descansar y buscar un nuevo enfoque, que llega ya en 2001 con ‘Simple Pleasures’. Staples, Boulter, Hinchcliffe, Fraser, Macaulay y Colwill encuentran un nuevo asidero en el soul más clásico, que es el nuevo alimento para unas nuevas canciones más claramente pop, abriendo las ventanas y dejando que el aire entre en la viciada habitación. Un aperturismo que en su día no fue muy bien acogido por sus fans pero que los siguientes ‘Can Our Love…’ y el más introspectivo ‘Waiting For The Moon’ terminarían por certificar como un paso adelante imprescindible.
Tras ese nuevo trío de obras, el grupo pareció interrumpir su actividad de manera poco clara, con un Stuart Staples que se embarcó en una carrera en solitario, publicando dos álbumes algo irregulares. Tras una exitosa serie de conciertos tocando al completo su segundo álbum con una orquesta completa, Staples, Neil Fraser y David Boulter quedaron como únicos miembros originales de la banda, que reclutó nuevos músicos para grabar ‘The Hungry Saw‘, en el que los cambios parecían haber insuflado nueva vida al grupo. En las primeras semanas de este mismo año llegó ‘Falling Down A Mountain‘, su primer álbum tras su fichaje por el sello 4AD y con nuevos cambios en la formación que ahora incluye al irlandés David Kitt tocando la trompeta y cantando. Tindersticks han demostrado una increíble inteligencia y una intachable capacidad de supervivencia y renovación, que les vale continuar siendo los absolutos reyes del romanticismo más oscuro.
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