Del mismo modo que la famosa envenenadora valenciana de arsénico suministraba en pequeñas dosis el brebaje a su víctimas, Millán y Noguera nos ofrecen un caso de intoxicación masiva, que se ha propagado en los últimos meses por blogs de toda índole, bien traten sobre cómics, actualidad o simplemente de lectura. Siguiendo con el símil, sus autores cambian el arsénico sin compasión por humor sin ninguna gracia, dejando en el espectador una sonrisa extraña de dudosa procedencia.
‘Hervir un oso’ supone un trabajo difícil, no solo en el sentido literal, sino también a la hora de clasificar. Por un lado están las ilustraciones (relevante el elaborado gráfico de la casa de ‘El Exorcista’, el expresivo realismo en el terrorífico ‘El árbol de los muertos’ o el universo mordaz de ‘Colonias Harry Potter’), y por otro, la idea de dar la vuelta en los contenidos a la realidad. Nada volverá a ser igual después de ‘Cuéntame cómo pasó’, haciendo referencia a la serie de televisión ‘Cuéntame’: la visión que a partir de ese episodio tendremos de los Alcántara no podrá ser igual, conozcas o no la serie. También John Locke de la serie ‘Lost’ tiene su hueco en un limbo que puede llegar más allá del espectro nacional y que sólo puede tener el inconveniente para el lector de que no consiga descifrar alguno de los 50 capítulos, además de las distintas invitaciones al delirio a través de pequeñas puertas giratorias, zombies, niños suicidas, gays viejos o curas.
Se podrían enumerar más episodios que nada tienen que ver entre sí, salvo el surrealismo y el absurdo. Algo parecido a lo que Jorge Cadaval, de Los Morancos, dijo ante dos chavales que bailaban tecktonik: “a mí lo que se me da bien es el gin-tonic”. El humor que se cuece en ‘Hervir un Oso’ no es nada habitual, inconformista, hila tramas en las que el lector ejerce de voyeur, como un intruso que tiene que ejercer de psicoanalista. Tecktonik con arsénico y mucho hielo. 8,5.