El delirio pop de ‘Scott Pilgrim contra el mundo’

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El delirio pop de ‘Scott Pilgrim contra el mundo’

“Es como si un personaje de John Hughes estuviera en ‘Kill Bill’ luchando contra uno de los villanos de Street Fighter”. Así define Edgar Wright su adaptación del cómic de culto ‘Scott Pilgrim’ (DeBolsillo). A quien no conozca la saga, esta afirmación le puede resultar útil como aproximación al sugerente universo posmodernista creado por Bryan Lee O’Malley. Pero si has leído los diferentes tomos del cómic, esa definición se queda corta: es imposible resumir en una frase la catarata de referentes pop que saturan (y suturan) la obra de O’Malley.


En una frase, y en una película. Edgar Wright, autor de las divertidas ‘Zombies Party’ (2004) y ‘Arma fatal’ (2007), junto al actor y guionista Michael Bacall (y al propio O’Malley), han sintetizado como han podido los cinco volúmenes de la saga (el sexto es posterior), con el resultado habitual en este tipo de propuestas (ver ‘Watchmen’): dispepsia narrativa. Asistir, una a una, a las peleas del protagonista contra los ex de su actual novia acaba resultando tan cansino y reiterativo como ver a los “watchmen” de celuloide buscando al vigilante traidor.

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Por eso ‘Scott Pilgrim contra el mundo’ (título del segundo cómic de la saga) se disfruta mejor desde un punto de vista puramente estético. Como ocurría en la infravalorada ‘Speed Racer’ (2008), el ‘Scott Pilgrim’ cinematográfico es un festín audiovisual, un delirio pop de deslumbrante gramática que mezcla de forma asombrosa los códigos estilísticos y narrativos del manga, los videojuegos de consola de ocho bits (sobre todo de NES), el indie musical (con BSO de Beck, Broken Social Scene o Metric), la sitcom de risa enlatada y la comedia teen. Un derroche de inventiva formal que rodea, nutre y transforma a uno de los mayores aciertos de cásting de los últimos tiempos: Michael Cera. 7.

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