Por vez primera en toda la saga de Harry Potter, el director de la película basada en los archiconocidos libros del mago adolescente no ha tenido que tragarse el libro y contar en poco menos de dos horas todo lo que sucede en seiscientas páginas. Para la última parte de la saga, titulada ‘Harry Potter y las reliquias de la muerte’, David Yates contará con dos películas, primera y segunda parte. ¿Responde esto a una necesidad? ¿Ser fieles a la historia implica necesitar prácticamente cinco horas para explicar todo lo que aparece en el libro? ¿O es más bien una cuestión de rentabilidad? Porque a nadie se le escapa que alargar la historia de Potter una película más significa, sin lugar a dudas, unos milloncejos más para los bolsillos de todos los implicados en esta producción…
Por suerte, David Yates y J. K. Rowling no han querido ser avariciosos, y el tema de crear dos películas del mismo libro (aunque otros más largos han tenido películas más cortas) responde única y exclusivamente a la necesidad de permanecer fieles a la trama. Y así es como podemos asegurar que en la primera parte de este larguísimo filme no pasa nada, tal y como sucede en las trescientas primeras páginas del libro, que tuvieron a más de un fan de toda la vida al borde de abandonar la historia para siempre.
Tanta fidelidad al original ha llevado a David Yates a parir una película que recuerda, en sus mejores momentos, a la mejor de cuantas se han rodado hasta ahora: ‘Harry Potter y el prisionero de Azkabán’. Salvando las distancias, la ambientación y los efectos especiales beben directamente -y como ya lo hicieran las dos anteriores, también dirigidas por Yates- del filme de Alfonso Cuarón.
El caso es que Yates quizá se ha visto cegado por la popularidad del mago, y por su capacidad para atraer al público adulto. Así ha pasado, que ha reproducido prácticamente punto por punto cada uno de los aspectos del libro: la búsqueda de los horcruxes, la búsqueda de las reliquias de la muerte y la persecución entre Lord Voldemort y Harry Potter, de la que llevamos siendo testigos desde el inicio de los tiempos. Sin embargo, Harry Potter sigue siendo un cuento para niños, y en parte ahí residía su encanto. Toparnos de forma repentina con una película que cercena todo el infantilismo y obliga a los espectadores más jóvenes a aguantar largos silencios es una cosa, pero eliminar por completo la tensión de la mayor parte de las escenas (todavía estamos pensando si el momento en el que Bellatrix Lestrange tortura a Hermione es una broma) es quizá lo peor que podría haberle pasado a lo último de Harry Potter.
Pero no queda ahí la cosa, oh, no. Porque han cortado en el momento más predecible de todos, dejando la chicha para la parte dos, de manera que -previsiblemente- el desenlace de esta historia sea tan torpe y tan batiburrillo como el del libro. Y lo peor de todo va a ser certificar que hay cuatro páginas en el final de la historia. Sí, nos referimos a esas páginas. 4