Da cierta pena ver que tus ídolos pasados no tienen tanto reconocimiento como antes y un poco de rabia que tus amigos o conocidos te miren raro cuando te preguntan si vas al concierto de Hercules o al de Jay Jay y tú contestas que a Fran Healy. Pero hay algo bueno en todo eso. Nunca habríamos pensado, mientras nos aprendíamos de memoria las letras de ‘The Man Who‘ tirados en nuestras camas adolescentes, que íbamos a disfrutar tan de cerca de un show tan divertido y emocionante del líder de Travis como el que se ha visto esta noche en la Sala Ramdall de Madrid.
Travis vendieron millones de copias a finales de los 90, pero Fran Healy nunca dejó de tener los pies en la tierra, como cualquiera que haya asistido a uno de sus recientes conciertos ha podido constatar. Parece difícil imaginarle encabezando carteles de festivales cuando le vemos salir sonriente de un pequeño camerino, solo y cargando él mismo con sus dos guitarras acústicas, gastando bromas siempre hilarantes sobre el romanticismo de su vida conyugal, la facilidad con que su hijo ha aprendido a montar en bicicleta o la reacción telefónica de su madre cuando le contó que Paul McCartney iba a tocar el bajo en un tema de ‘Wreckorder‘, su disco en solitario. Healy maneja los recintos pequeños con una facilidad y un desparpajo sólo vistos recientemente en Neil Hannon (que al fin y al cabo nunca fue tan famoso), y resuelve como quiere el momento en que se le rompe una cuerda o el desastre de iluminación de la sala, imitando a un monstruo entre canción y canción cuando le dan la luz demasiado verde o recordando a Joni Mitchell cuando le dan una luz demasiado azul.
Ahora vive en Alemania y se dedica a su familia entre disco y disco. Fran ha optado en su vida por la sencillez siendo consecuente con sus canciones, que no son las más complejas o innovadoras de la historia, pero en muchos de los casos se quedan para siempre. El primero de los largos pero entretenidísimos monólogos de la noche fue para defender su disco en solitario, que sabía que no iba a gustar tanto como la recuperación de éxitos de Travis. Dijo algo así como «ya sé que pensáis: «oye, esas canciones no están tan bien»», pero pidió al público una oportunidad para estos temas que él considera como bebés que tienen que crecer; y esa modestia ayudó a que la gente reaccionara bien a pistas como ‘Anything’, ‘As It Comes’, ‘Buttercups’, ‘Fly In The Ointment’ o ‘Moonshine’.
En cuanto a los éxitos de su grupo (llegó a contar en qué andaba cada miembro, Dougie acaba de salir en la tele sentado en los Globos de Oro con Steven Spielberg porque está casado con la actriz Kelly Macdonald), aparecieron salteados durante todo el setlist. Healy dijo que el atractivo de esta gira estaba en tocar las canciones sólo con guitarra, que es como fueron compuestas y ninguna descuadró en este formato. ‘Writing To Reach You’, acompañada de su anécdota sobre cómo tomó prestados los acordes de ‘Wonderwall’… «como Noel Gallagher tomó tantas cosas de gente como T-Rex», fue la segunda. No faltaron tampoco ‘Side’ o ‘Sing’, antes de que, pasando de hacer como que se va un rato para luego volver, aceptara unas seis peticiones del público a modo de bis.
La primera petición fue un tema de la primerísima época del grupo llamado ‘Beautiful Bird’. El público no sólo pudo disfrutar de su primera interpretación en vivo en diez años sino de la anécdota que lo acompañó: los días en que Fran Healy y Stuart Murdoch de Belle & Sebastian se conocían de vista de los locales de Glasgow y discutieron porque Stuart escribió una crítica mala del primer concierto de Travis. Después sonaron ‘My Eyes’, ‘Driftwood’ y ‘Happy’. Casi nada. Para terminar, una votación para decidir entre ‘Flowers In The Window’ o ‘Why Does It Always Rain On Me’. Al final sonaron las dos, después de que Fran preguntara si a la gente le daba igual que esta última fuera tocada con «la guitarra más desafinada del mundo». Después de casi dos horas de recuerdos, carcajadas y una sonrisa perenne de oreja a oreja, cualquier cosa nos habría sonado a octava maravilla. Que vuelva pronto. 10.