Abren la nueva película de Woody Allen, que acaba de inaugurar Cannes, una serie de postales sobre los escenarios más típicos de París. Encantado de la vida con este «background», el nuevo alter ego del director, Gil, interpretado por un medio soso Owen Wilson, es un guionista de películas insulsas que quiere transformarse en un reputado ya-sabéis-qué, pero se encuentra perdido escribiendo su primera ya-sabéis-qué.
Lo que podría ser otra película más en la carrera de Allen, alimentada por varios tópicos en su filmografía que produciría tanta pereza como ternura enumerar, se transforma aquí en un estupendo disparate surrealista que no habría sido admitido a ningún principiante. ¿Recuerdas aquella escena en que Carmen Maura resucitaba saliendo de un maletero en ‘Volver’? ¿Aquella mezcla de vergüenza y fascinación? Más o menos lo mismo sentirás cuando descubras la vía de escape de Gil en París para su crisis de hoteles de cinco estrellas.
En ‘Midnight In Paris’, Woody Allen se sirve de la historia bohemia de la ciudad para hacer un simplista pero satírico retrato del manido y patético «cualquier tiempo pasado nos parece mejor». ¿Es el mejor Allen el que sabe aquí renovarse sirviéndose de los surrealistas para triunfar? Lamentablemente no. El director no remata los contrastes entre pasado y presente en lo formal y desperdicia una larga lista de secundarios que podrían encabezar Carla Bruni o los suegros de Gil, que no son ni la mitad de ingeniosos que podrían. Sin embargo, tras haber recurrido a Sócrates o Madame Bovary en su filmografía pasada, es agudo como pocas veces su retrato vacuo y superficial de Fitzgerald, Hemingway, Buñuel, Picasso o Dalí, para reflexionar sobre la falacia de la nostalgia y la idealización. Con un mensajito sobre su reivindicada filmografía en los 70 de regalo. 7.