“¡Ahora me voy a divertir!”, parece haber exclamado Joe Wright cuando recibió el encargo de dirigir ‘Hanna’. El director inglés se ha quitado el corsé literario de sus dos excelentes adaptaciones -‘Orgullo y prejuicio’ (2005) y ‘Expiación’ (2007)- y se ha puesto a dar botes al ritmo de los Chemical Brothers. Se ha ido de fiesta y ha invitado a unos amigos: a la hermana mayor de Hit Girl (Saoirse Ronan), a un colega de Jason Bourne (Eric Bana), a una marica mala rodeada de bakalas (Tom Hollander) y a una bruja perversa vestida de agente de la CIA (Cate Blanchett). La discoteca ha sido decorada para la ocasión con motivos de cuentos de hadas: la bruja, el coco, el bosque, el leñador, el lobo… Fiestón.
¿Y, este espectador que escribe, se ha divertido tanto viéndola como el director rodándola? No, no tanto. Le ha dado bajón antes de tiempo. ‘Hanna’ tiene un comienzo de lo más prometedor, pero el subidón viene demasiado rápido. La antológica escena del bunker, que coincide con la primera vez que suenan los Chemical, no es superada ni igualada por las siguientes secuencias de acción: la pelea del metro, que parece una mala copia del mítico plano secuencia del pasillo de ‘Old Boy’ (2003), y la traca final, a la que le falta intensidad y le sobra simbología obvia (la boca del lobo). Y eso, en una película cuyo guión es lo de menos y lo que importa es el movimiento, el viaje de la protagonista hacia su objetivo, es un gran lastre.
¿Queda algo aparte de la acción y el delirante guión? Algo queda. Queda la divertida interpretación de Cate Blanchett (otra que se lo ha pasado bien). Quedan unas referencias a ‘La sirenita’ o ‘Hansel y Gretel’ muy bien traídas, dotando de atractivo estético y espesura dramática a la historia. Queda una pequeña comedia teen, con discurso feminista, en un camping andaluz (Hanna, la adolescente fuerte, contra su nueva amiga, intoxicada por la “cultura del lápiz de labios”). Y queda Saoirse Ronan, la mejor actriz adolescente del momento, que lo vuelve a bordar como hiciera en ‘Expiación’. 6,5.