El viernes nos las prometíamos muy felices en el BBK Live. Pasado ya el efecto Coldplay, confiábamos en que la afluencia de público bajase y se pudiera disfrutar de la jornada más interesante del festival sin tanta aglomeración. Gran error. Este año, gracias a una programación más nivelada entre grandes cabezas de cartel y grupos «pequeños», el BBK Live ha dado un gran paso y ha conseguido que la gran mayoría de los asistentes tuviese en la muñeca el abono de tres días en vez de la entrada de día tan habitual en este festival. Espero que los números hayan salido bien y la organización vea que sale más rentable programar así y no poniendo a Fito y los Fitipaldis o a Andrés Calamaro como máximo reclamo.
A nivel organizativo nada que objetar tampoco en esta segunda jornada. Si el servicio de autobuses funcionó bien con 37.000 asistentes, el viernes la cosa fue mucho más fluida y no hubo colas ni para subir ni para bajar del recinto. Las esperas para poder entrar al baño, al menos en el caso de los tíos, eran inexistentes y aunque las mujeres tenían que esperar un poco más tampoco se vivieron grandes dramas. Mención especial merece la simpatía y el buen hacer de los camareros: tan rápidos, eficientes y majos que los precios de las consumiciones no parecían tan caros.
A los Mars Volta les tocó en suerte actuar bajo un sol de justicia con el que se hacía un poco difícil seguir el concierto. A pesar de todo, los bajos atronadores y la compenetración entre Omar y Cedric consiguieron que el escaso público asistente pasase un buen rato con su psicodelia.
Aunque por un problema de dislexia no llegué a tiempo para disfrutar con los Noisettes, Dios estuvo de mi parte e hizo que Shingai Shoniwa tuviese a bien subirse a unos riscos a bailar como una auténtica posesa las canciones de TV on the Radio hasta que se cansó y bajó al backstage a darlo todo. Y no es para menos porque los de Brooklyn dieron uno de los mejores conciertos de lo que llevábamos de festival. Las canciones de su último disco, desconcertante como pocos, subieron enteros en vivo y el ‘Repetition’ seguido de ‘Wolf Like Me’ fue uno de los momentos más espectaculares del día. Ni el calor, ni la polvareda que se formó cuando todos los asistentes empezaron a bailar deslució el show. De hacerse fan.
Vetusta Morla es un grupo que a mí me interesa cero y contaba con que durante su concierto pudiese aprovechar para cenar y coger fuerzas para lo que venía después. Pero, cosas de la vida, acabé en las primeras filas y, aunque el grupo sigue sin interesarme, debo reconocer que me sorprendieron varias cosas del grupo de Pucho. La primera es que congregaron a muchísima gente y el escenario grande se quedó pequeño para tanto fan. La segunda es que el público coreó desde la primera hasta la última canción haciendo que fuese imposible no disfrutar viendo lo bien que se lo estaba pasando la gente. De eso se trata.
Dos minutos después de que terminase Vetusta Morla, Kasabian ya estaba con «Club Foot» y yo todavía sin cenar. Y como yo, casi todos los que no pudimos pasar la barrera de fans que llenaban hasta la bandera el escenario pequeño. Bastaba echar una mirada atrás para ver que muchos estaban viendo el concierto desde el camino que separa los dos escenarios. Ni el hambre, ni el olor a meado – estábamos al lado de los baños – ni la polvareda consiguió estropear el asunto. Como cuando el camarote de los hermanos Marx se abría y salían todos en tropel: así fue el concierto. Hit tras hit, pasando por dos canciones nuevas que la gente conocía y cantaba, Kasabian terminó con un ‘Fire’ que hizo que el público alcanzase cotas de engorilamiento nunca vistas hasta ahora. Muy bonito cuando acabó el show y la gente seguía cantando el «uhhhh».
Literalmente corriendo para coger buen sitio y con todas las dudas del mundo acerca de este comeback de Suede, nos topamos con un escenario vacío en el que estaba sonando el ‘Bodies’ de los Sex Pistols a todo trapo. Teniendo en cuenta lo que vino después, esa intro se quedó en una balada de OBK. Con un Brett Anderson en estado de gracia, el repertorio infalible de Suede y una banda espectacular, el concierto fue más de lo que yo puedo asimilar. Necesitaría verlo otras tres veces para poder describir con un mínimo de precisión lo que ahí pasó. Sin palabras.
Los Kaiser Chiefs tocaban en el mismo escenario que Suede así que tuvimos tiempo entre que montaban y desmontaban para descansar y acordarnos del tío que hizo la programación del viernes. La banda liderada por Ricky Wilson, en su segunda actuación en el festival, demostró que no ha perdido eficacia en directo y que cualquiera de sus conciertos es una oportunidad para sacar el hooligan que llevas dentro, ya desde el principio con canciones como ‘Everyday I Love You Less and Less’. Quizás la lluvia, la canciones del último disco y que estábamos agotados después de tanto trajín hicieron que los Kaisers no llegasen a explotar como lo hicieron en la edición del 2009. Aun así, muy bien.
Fotos: SurferRosa en Flickr.