Los Goonies encuentran a un ET cabreado en ‘Super 8’

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Los Goonies encuentran a un ET cabreado en ‘Super 8’

La nostalgia cinéfila puede servir como trampolín posmoderno hacia una reinterpretación gozosa de materiales del pasado (véase Tarantino) o como apolillado sillón donde apoltronarse para hacer fotocopias del pasado en forma de rancio lamento (véase Garci). En ‘Super 8’ hay algo de los dos. J. J. Abrams es el super-nerd del cine actual. Un cuarentón con tanto talento como tendencia a la baba nostálgica. Un amante de la ciencia ficción pasada por el colador sensiblero que siempre tuvieron los productos Amblin de su padre espiritual, Steven Spielberg.


La reunión (en la cumbre) de ambos ha dado como resultado un blockbuster veraniego muy bien elaborado, que intenta unir el espectáculo de las disaster-monster movies más recientes (‘The Host’, ‘Monstruoso’) con el cine juvenil ochentero producido por “el rey Midas”: ‘E. T., el extraterrestre’ (1982), ‘Gremlins’ (1984), ‘Los Goonies’ (1985)… (sin olvidar ‘Exploradores’, fuera de Amblin pero muy afín a su espíritu).

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‘Super 8’ es una simpática película de ciencia ficción juvenil, con momentos divertidos y espectaculares, de atractiva estética retro y grandes –enormes- dosis de nostalgia cinéfila en forma de subtextos y guiños para iniciados (con el corto de zombis como máximo exponente). De hecho, la película de Abrams es un auténtico petazeta para cuarentones atrapados en el tiempo de los phoskitos y el VHS.

Pero ‘Super 8’ también tiene mucho de pastiche ñoño, de intento de enmascarar con bicicletas bmx, himnos generacionales (‘My Sharona’, The Knack) y exhibicionismo digital uno de los guiones más pobres de la carrera del creador de ‘Perdidos’, incluyendo un clímax final que convierte el sentido homenaje spielbergiano en involuntaria parodia de ‘E. T., el extraterrestre’. 7.

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