A principios de la década de los 90, en unas jornadas sobre «el arte de su tiempo» que organizó la Galería Nacional del Jeu de Paume, el filósofo e historiador Georges Didi-Huberman defendió su tesis, en la que decía que toda actitud de negación y desprecio es, por definición, no crítica. Se refería a todos los espectadores que reniegan de las prácticas artísticas actuales, que son incapaces de mirar la obra tal cual es y se olvidan de que ahora el espectador pasa también a formar parte de la creación artística. Y por otra parte, según las tesis del filósofo de arte C. Danto, la historia del arte murió tras los años 70 y ya no cabe preguntarse si algo es arte o no, sino que la pregunta que hay que hacer es por qué algo es arte en una escena en la que todo es posible.
Uno se puede quedar en la superficie ante una «performance» de John Maus, pero no se nos tiene que olvidar que Maus ha desarrollado su carrera obsesionado por la estética, que es filósofo político y que ha sido profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Hawai. Su actuación anoche en el Primavera Club de Madrid estaba muy meditada y consiguió algo que hoy en día sólo muy pocos pueden o se molestan en intentar: actuar como revulsivo. Fue imposible quedarse indiferente y la gente congregada en el Círculo de Bellas Artes sintió rabia al contemplar sus gritos y autogolpes. Algunos sintieron indignación, pero sobre todo, lo que se sintió fue estupefacción. ¿Un tipo en un escenario soltando alaridos sobre su playback? Muy pocos fueron los que se dirigieron, en todo caso, hacia la puerta de salida. Y no todo el mundo se percató de que el público mismo estaba siendo parte de esa acción artística.
Tras la actuación ayer de John Maus era imposible hablar de otra cosa y hoy la resaca sigue ahí. Ha despertando incluso el interés de la gente que no fue, y hoy hasta los amigos más insospechados te preguntan quién es John Maus. Los que estéis dudando en Barcelona si ir o no, no os lo penséis, que esto va a ser tema de conversación durante mucho tiempo.