La primera jornada del San Miguel Primavera Sound en el Parc del Fòrum, desarrollada sin ningún tipo de incidente (este año se paga en efectivo y apenas hay que esperar cola para pedir) la arrancábamos de mano de Black Lips, que actuaban gratis fuera en la cima del autobús Red Bull a las cinco de la tarde, un día después de tocar en el Arc de Triomf y tres antes de volver a hacerlo en la fiesta de despedida de la Sala Apolo. Quizá se reserven para esta última cita para liarla (si es que el cuerpo les sigue pidiendo liarla cada dos por tres), pero de momento tuvieron su gracia pidiendo una cerveza tras otra que se les lanzaba desde abajo (actuaron con el sol de frente a 30º), animando al público que pasaba por la puerta para que se quedaran con ellos en lugar de entrar al Fòrum y reservando ‘Bad Kids’ para el penúltimo lugar, la única con la que los asistentes despertaron de verdad. Como anécdota, el guitarrista, ante un problema con uno de los cables, sí escupió parte de una cerveza hacia el público. No llegó. ¿Lástima?
Purity Ring presentaron su electrónica elegante en el escenario Pitchfork con una puesta en escena sencilla que se puede apañar dentro de una maleta: una bandera, un bombo y una serie de farolillos sobre el teclado que se iluminaban cuando se les tocaba. Esta tontería de la percusión luminosa sirvió para amenizar el show minimalista y elegante pero ligeramente bailable de Corin Roddick y la cantante Megan James, muy apto para clubs de tamaño medio pasada la medianoche. A su término, Friends actuaban al otro extremo del Fòrum. Su bella cantante se revolcó por el suelo, pidió al público que se desprendiera de sus gafas de sol y logró que un hombre del público la cogiera en brazos porque le dolían los pies (actuó con un pie vendado). La lógica falta de repertorio de esta banda entre el funky, lo tribal y el R&B se vio así compensada con un kilo de simpatía. El juego de doble percusión o doble guitarra (sus miembros intercambiaban instrumentos) resultaba bastante sexy y efectivo, aunque sin llegar a la fascinante sensualidad y experimentación de Dirty Projectors.
Archers of Loaf ofrecieron el esperable concierto macarrilla y noventero, correcto y cañero, que uno de sus miembros aderezó con un poco de castellano. Extrañó que cerraran con un medio tiempo como ‘Floating Friends’ y más aún con una frase tipo «estamos acostumbrados a audiencias más grandes, esto ha sido bastante íntimo» (el Ray-Ban estaba bastante llenito), pero no parecieron decepcionar a nadie.
Afghan Whigs cumplió con creces las expectativas de su esperado retorno, aunque una programación algo temprana amenazó con restar emotividad al asunto. El sonido sorprendentemente cohesionado y potente de los seis músicos (batería, bajo, tres guitarras, y teclista con chello y violín) hizo olvidar de un plumazo que ya han pasado más de diez años desde su separación. Y un Greg Dully en estado de gracia, aunque un poco pasado de revoluciones, soltó toda su rabia para demostrar que ellos ya eran grandes en una época que les dio la espalda. Si van a volver así, que sea para quedarse.
Propuesta interesante de los hermanos Brewis, aunque les quedó un poco deslucida. El rock progresivo de Field Music no terminó de convencer a los asistentes en un escenario a media capacidad y con bastante gente despistada, aunque no fue porque la propuesta no fuese interesante, sino porque la gente prefirió quedarse en el escenario de al lado para ver a Grimes. El escenario Pitchfork estaba efectivamente desbordado para recibirla. Grimes apareció en solitario, sólo acompañada de unos bailarines espontáneos a cada lado. Sus temas tendían a arrancar bien, siendo celebrados durante los primeros segundos, para luego desinflarse de manera inmediata. Bastante escasa de voz para un escenario de tamaño medio alto, ni con ella ni con sus samples logró mantener la atención de una audiencia que parecía por completo distraída contándose la semana. Mucho le queda por recorrer, en comparación con otros artistas similares en directo tipo Austra, antes de consolidarse como un talento de la electrónica internacional, en esta confirmación de que no está siendo un año muy bueno para los «best new music».
La esperada actuación de Mazzy Star tuvo la gracia de producirse de espaldas al mar y también a un telón sobre el que casi no dejaron de proyectarse olas. La misma calma hermosa que transmitía este paisaje lograron con su música, que de los sutiles juegos de guitarras y teclado de los comienzos con ‘Blue Flower’ y ‘Disappear’ fue virando hacia terrenos más guitarreros (‘Ghost Highway’) y en los últimos minutos más propios de la americana, con bien de «slide guitar». Para algo después de la mitad se guardaron su gran momento mágico, ‘Fade Into You’, tras el que Hope Sandoval, guapa, contenida y en un discreto segundo plano como era de esperar, pidió más vino. Quizá no ganaron muchos fans, pero la suya fue una de las propuestas más refinadas que se pudieron ver anoche.
«Es bueno estar de vuelta». Con estas palabras, el líder de Wilco resumía a la perfección el concierto de anoche en el escenario San Miguel. Los habituales de la cita barcelonesa lograron dar muestras de que su impecable recital mantiene una estupenda nota de atemporalidad. Con ‘Poor Places’ de su imprescindible ‘Yankee Hotel Foxtrot’ arrancó una velada en la que los temas de su nuevo disco ‘The Whole Love’ convivieron a la perfección con clásicos de su repertorio. Así sonaron ‘Art of Almost’, ‘Down On Me, ‘I Might’, ‘I’m The Man Who Loves You’ y ‘How To Fight Loneliness’ -una suerte poder escucharla en directo-.
Tweedy nos convenció de que es el perfecto maestro de ceremonias: pregunta al público qué quiere escuchar, nos invita a cantar con él (‘Jesus Etc’) y no para de repetir que “somos el mejor público”. ¿Un recurso ya utilizado previamente? Sí, pero igualmente efectivo. Al terminó de ‘A Shot in the Arm’, el cantante se quitó el sombrero y nos recordó que su propuesta es apta tanto para salas y teatros como para desatar la locura, la melancolía y la euforia en cualquier festival.
La primera vez que Beirut vino al festival, allá por 2007, el grupo de Zach Condon salió como la orquestilla de pueblo que pretendía ser, descoordinada y con el toque amateur de sus primeros bolos. Durante estos cinco años, Zach ha sacado dos discos más y ha girado otro tanto y esto se le ha notado para bien. Ayer Beirut dio un concierto ante un público que abarrotaba el escenario Mini, y eso que no es fácil por la extensión del mismo. El repertorio comenzó con ‘Santa Fe’, de su tercer disco, y dio un repaso a sus diversos álbumes y EP’s. Muy grande ‘Elephant Gun’. Y para quien se lo pregunte, sí, el solo de trompetas de ‘Postcards from Italy’, la gente sigue tarareándolo a grito pelado con los brazos en alto como siempre.
A Kindness le tocó actuar en el Escenario Pitchfork a pesar de que su disco ha recibido en este medio la misma nota exactamente que el último de Garbage. Después de lo de Grimes, lo suyo podía haber salido muy mal, pero todo lo contrario. Adam Bainbridge, desgarbado como Mario Vaquerizo pero con gracia, saltó al escenario sin parar de hacer fotos al público con su cámara, mientras sonaban los primeros acordes de la estupenda ‘Cyan’. Dominado por un bajo increíble, que tocaba un señor con bigote también a los coros (todo muy años 70), el concierto no estuvo tan orientado a la música disco como prometieron sus primeros instantes, pero entre lo que resolvieron las dos coristas negras en ‘Bombastic’, ese batería que bailaba más sentado que mucha gente de pie (lo dio todo cuando el pipa le sustituyó un ratito) y sobre todo, ese extraño modo de bailar de Kindness arrastrando los pies como un Michael Jackson y un Prince wannabe impidieron que el ambiente decayera durante sus 40 minutos de set.
Teníamos la duda de si The xx podrían entretener en un escenario tan grande como el Mini con la presentación de su nuevo disco. Arrancando con uno de los temas nuevos, nos convencieron de que son uno de los grandes de nuestros tiempos, en lo que fue el mejor directo que les hemos visto de momento. Con los graves ya nada molestos a diferencia de lo que sucedía en la gira anterior y un peso importante de la percusión en esta nueva balada sin nombre (las canciones no se presentaban), Oliver, Romy y Jamie se mostraron como uno de esos pocos grupos con miembros absolutamente insustituibles. Triunfaron, por supuesto, hits infalibles y recibidos como tales del calibre de ‘Islands’, ‘Heart Skipped A Beat’, ‘Infinity’ y ‘Shelter’.
Quizá inmediatamente antes de esta última marcó un punto de inflexión una versión reducida de ‘Crystalised’ que produjo que parte de la gente fuera abandonando para coger sitio en Franz Ferdinand. Sin embargo, los que nos quedamos y logramos atender a las canciones nuevas que aparecieron con más peso en la segunda parte, recibimos bastantes pistas de lo que será el segundo disco de The xx. Habrá canciones continuistas, habrá una mucho más electrónica de tintes house (ya sabéis que Jamie se ha cubierto de gloria en los últimos años) y habrá una canción dividida en dos (o dos relacionadas) preciosa, basada en el diálogo «did you see me», «did I see you», que podría ser una futura favorita de su repertorio. Oliver recordó como histórico su anterior set en el festival y dijo que esta vez había estado a la altura.
Franz Ferdinand tenían que haber sido los grandes triunfadores del día, al menos en popularidad. Era difícil acercarse a su set por los laterales, llenos de gente, mientras la banda interpretaba éxitos seguros para el populacho como ‘Do You Want To’, ‘No You Girls’ o ‘The Dark of The Matinée’ junto a alguna canción nueva como el medio tiempo ‘Brief Encounters’. Apuntaba a concierto correcto, aunque con algo menos de fuelle y contundencia que en las otras muchas ocasiones en que hemos sido testigos de su directo, casi siempre culminado con ‘This Fire’. Alex Kapranos excusó su voz, pues la estaba perdiendo, al comienzo de ‘Walk Away’. ¿Estaría ahí la clave?
Más difícil de ver en nuestro país es la banda de Jason Pierce, por lo que era obligatorio no perdérselos. Ante un público mucho menos numeroso que el de Franz Ferdinand, Spiritualized arrancaron con fuerza con el single principal de su último disco, una impresionante ‘Hey Jane’. Al lado izquierdo, los músicos de negro; a la derecha, Jason de blanco mirando a ellos en lugar de al público y sus coristas de color de blanco también.
Inmediatamente después del estupendo arranque, Spiritualized pasaron a desarrollar un set mucho más árido y psicodélico, amasando minutos y minutos instrumentales de distorsión. Fueron muchos los que desistieron de este espectáculo cuando ya eran las tres de la madrugada de un día laborable, pero los que se quedaron se vieron recompensados con unas impresionantes ‘Soul On Fire’, ‘Ladies & Gentlemen’ y la ‘Come Together’ final tras la que Pierce lanzó un ampli y su propia guitarra. Sólo por estas tres canciones ya habría merecido la pena el festival.
Terminamos la noche con The Field, que de manera similar a Apparat Band, reinterpreta ligeramente sus canciones con bajo y batería (no están mejoradas, especialmente), un desafortunado set de Rustie en el que su mezcla de estilos no brillaba en absoluto por ningún sitio (encima, se le apagó el equipo en mitad del quinto tema) y el verdadero triunfador de las cuatro de la mañana, Erol Alkan, que sí llenó el escenario Ray-Ban de miles de personas con ganas de fiesta hasta el amanecer.
Fotos: Eric Pamies y Dani Canto para San Miguel Primavera Sound. Visita nuestro especial y el de San Miguel.