Puede que a algunos les parezca una osadía poner a directores de evidente espíritu independiente a dirigir superproducciones basadas en héroes del cómic, pero la verdad es que este movimiento, más que un atrevimiento, es casi una obligación.
Al fin y al cabo, mucho tiempo antes de que Nolan marcara un antes y un después con el reinicio de la saga ‘Batman’, ya demostró Sam Raimi con su ‘Spider-Man’ de 2002 que los realizadores curtidos en cine de culto pueden estar a la altura de las masas.
Desde entonces han sido muchos los hijos predilectos de Sundance los que se han metido con más o menos éxito en el berenjenal de adaptar las aventuras de un superhéroe a la acción real. Ahí está Ang Lee como perfecto ejemplo sobre cómo llevar la historia a tu terreno sin importarte lo que digan los fans con su injustamente vapuleada ‘Hulk’, o Michel Gondry con ‘Green Hornet’ como espejo de todo lo que un realizador de culto no debe hacer cuando acepta dirigir una superproducción.
Claro que pocos habían despertado tanta expectación como Marc Webb desde que se anunció que él sería el encargado del reboot de la saga Spider-Man. ¿Sería capaz el tío detrás de ‘(500) Días juntos’ de contar algo nuevo con respecto a una película estrenada hace una década? Que sí, que está muy bien ser el dueño y señor de una de las películas más esperadas del verano. Pero parafraseando al Tío Ben de aquella primera versión de Raimi, todo gran poder conlleva una gran responsabilidad, algo que Webb parece haber olvidado con esta ‘The Amazing Spider-Man’.
El problema reside en que aquellos que esperábamos una nueva forma de enfrentarnos a la mitología del Hombre Araña nos hemos encontrado con una intensa sensación de déjà vu que el 3D no logra camuflar. Será que en el fondo los cambios introducidos no son tantos como nos prometían. Bueno, sí, el Peter Parker de Andrew Garfield es menos pardillo que el que interpretaba Tobey Maguire, pero también mucho más llorón. Tanto que Garfield, a poco que se descuide, podría robarle el apelativo de “Morritos” al mismísmo Mike Jagger. Pero ya.
Y es que en esencia esta película es la misma que ya vimos hace 10 años, un carísimo distinto collar para vendernos el mismo perro. ¿Aburrida? Ni mucho menos, esto es Marvel y solo el obligado cameo de Stan Lee ya justifica la compra de la entrada. ¿Larga? Más que los 500 días que pasó el pobre Tom con la insoportable Summer. ¿Necesaria? Desde luego, no.
No se trata de ser despiadado, sino de la rabia que da que con semejante materia prima se haya preferido seguir la corriente más clásica en lugar de dar un salto definitivo. Nos queda confiar en que en la segunda entrega, ya presentados los personajes, Marc Webb se atreva a seguir en la línea del diálogo que se marcan Peter Parker y Gwen Stacy en la última escena de la película, que después de dos horas y cuarto sentados en la butaca, 30 segundos de genialidad saben a poco. 5,5.