Excelente concierto el de School Of Seven Bells en un Escenario Maravillas poco concurrido, por ser aún de día. Sólo dos globos gigantes (hay que ver lo que gusta esta tontería, en general) estropearon la sensación de siniestralidad de la banda, cuya cantante Alejandra Deheza debería ser tan famosa como Karen O. La ejecución de canciones como ‘The Night’ o ‘Lafaye’ fue impecable (excepto en las primeras filas, donde los graves suelen ser molestos, era mejor alejarse) y la fuerza in crescendo de ‘Low Times’ dio lugar a uno de los momentos más mágicos del FIB. Infravalorados.
Robyn Hitchcock no pudo traer en su banda a Peter Buck de R.E.M. por problemas familiares de este, pero tampoco le habríamos visto: era difícil tener ojos para otra cosa que no fuera la guitarra-camisa estampada de lunares blancos del artista. Con los ademanes de un Rufus Wainwright del mañana, Robyn ofreció un setlist de lo más mono y entretenido, y fue todo simpatía, comentando en castellano de todo, hasta que estaba caliente. También habló alemán.
Con unos zapatos tan naranjas que costaba concentrarse en otra cosa y muchísimo menos público del esperado en torno al Escenario Maravillas, Jessie J salió encantada de haberse conocido. Se dedicó a derrochar vozarrón a base de hacer gorgoritos y de pedir al público que le siguiese la cuerda, y hasta intentó llorar apretando mucho los ojos, sin demasiado éxito. En su setlist, baladas del tipo ‘Who You Are’ se entremezclaban con momentos de verdadera vergüenza ajena. El más significativo, cuando la londinense hizo subir al escenario a una fan de las primeras filas, amenazando con dejarla cantar ‘Pricetag’ a dúo con ella. Con muy buen tino, el responsable de darle el micro a la fan se lo dio apagado, por lo que la audiencia respiró tranquila. Como traca final del show, una ‘Laserlight’ a modo de adelanto de lo que nos esperaba con David Guetta al día siguiente y una ‘Domino’ que sedujo a un público que para entonces estaba -sorprendentemente- entregadísimo.
Buzzcocks no decepcionaron en la sección de viejas glorias. Entregados a la causa como si fueran unos adolescentes recién llegados, soltaron trallazos de la talla de ‘Promises’ o ‘What Do I Get’. ‘Why Can’t I Touch It’ no podía sonar más fresca. La urgencia y la perfección del sonido nos hicieron plantearnos definitivamente ‘Singles Going Steady’ como uno de los mejores recopilatorios de la historia. Al final, lanzaron una guitarra a lo lejos… que recogió en el aire uno de los pipas. Hasta para eso fueron perfectos: tonterías, las justas.
La banda de Noel Gallagher sonó en cambio algo apocada en el Escenario Maravillas, algo inusual en el Festival de Benicàssim, donde es raro sonar tan bajito. Sin embargo, la buena noticia es que, como pronosticamos, el público recibió canciones de su disco solo como si fueran las de Oasis. Triunfaron al comienzo del concierto ‘If I Had A Gun’ y ‘Dream On’, aunque hay que inventar otro verbo para lo que sucedió al final con ‘Whatever’ incluso sin cuerdas y sobre todo ‘Don’t Look Back In Anger’, ¿la canción más coreada por el público de toda esta edición?
Sorprendía ver el Escenario Trident Senses prácticamente hasta la bandera, con un público ansioso por ver a Maverick Sabres sobre el escenario. El cantante de soul, rap y hip-hop (ahí es nada) ha sido comparado con grandes del género e incluso denominado «el nuevo Amy Winehouse». De momento el nombre le queda un poco grande, y su propuesta, que incluso llega a mezclar dubstep y soul es, cuanto menos, cuestionable.
¿Recordáis la polémica sobre el reciente concierto de The Stone Roses en Barcelona con que si el grupo suena mal en directo, siempre ha sonado mal y siempre sonará mal? No experimentamos nada de eso en este FIB, festival para el que parecen hechas canciones como ‘I Wanna Be Adored’, ‘She Bangs The Drums’ y ‘I Am The Resurrection’. El grupo estuvo correcto y nada decepcionante, aunque su set terminó viéndose afectado por la falta de repertorio. Y es que, recordemos, por mucho que pueda hincharse la burbuja alrededor de una banda del pasado, Stone Roses siguen teniendo sólo dos discos: uno bueno y uno malo.
Al tiempo que The Stone Roses abarrotaban el Escenario Maravillas, Matmos reunían a varias decenas de personas interesadas en una propuesta que -como buenos artistas contemporáneos- combina electrónica, instrumentos insospechados del tipo utillaje de cocina e imágenes impactantes y perturbadoras para completar un set con el que encandilaron al público, que llegó a bailar tímidamente algunas de sus larguísimas canciones. MC Schmidt y Drew Daniel hablaron poco, pero sí llegaron a preguntar cuántos británicos había entre el público para luego dedicar una de sus canciones a Alan Turing, «sin el que a día de hoy no tendríamos ordenadores, Facebook o incluso Internet».
No ha publicado nada desde 2009 (aunque asegura que tiene un nuevo disco de camino), pero los conciertos de Dizzee Rascal siempre, y repetimos, absolutamente siempre, son una buenísima opción. Su acertada mezcla entre hip-hop y electrónica es capaz de abarrotar cualquier escenario, y él es lo suficientemente inteligente como para meter todos sus hits pasados y presentes en el setlist, con la clara intención de darle al público una buena ración de lo que demanda: baile, fiesta y diversión. Un par de problemas técnicos amenazaron con aguar el concierto a los presentes (el sonido, literalmente, se desvaneció en dos ocasiones durante varios minutos) y el respetable, en lugar de abuchear a alguien, coreó el nombre de Dizzee Rascal como si fuese la última cosa que iba a hacer en su vida. No es para menos: un setlist que incluye ‘Heavy’, ‘Sirens’, ‘Bassline Junkie’, ‘Dirtee Disco’, ‘Holiday’, ‘Bonkers’ y las colaboraciones con Calvin Harris (‘Dance Wiv’ Me’) y Florence and The Machine (‘You Got The Dirtee Love’, con una Florence pregrabada que nos hizo acordarnos de cuánta pena nos dio su cancelación) bien se merecieron una ovación.
Incluso aunque no hayas visto en tu vida a los Crystal Castles en directo sabes perfectamente lo que se dice de ellos: las opiniones se dividen entre los que aseguran que son más malos que un dolor y los que se muestran a favor del dúo sin tapujos. A pesar de ello, es imposible no entrar en la eterna discusión que se debate entre que si suenan mal, que si a Alice no se la oye, que si Ethan le baja el sonido del micro porque sabe perfectamente que canta como un gato afónico, que si las canciones tienen menos pegada en directo que otra cosa, que si la imagen de pasada de Alice está ya demodé… La realidad es que el dúo no suena, ni muchísimo menos, como suena en tu casa con los altavoces a tope mientras tú bailas como si no hubiera un mañana, pero es que tampoco es una de las pretensiones de Crystal Castles. Así que, si eres fan y purista, ni te acerques. Si son las tres de la mañana, estás en un festival y tienes ganas de reventarte los pies bailando ‘Celestica’, ‘Baptism’ o una ‘Not In Love’ en la que se echaba mucho de menos a Robert Smith, escabúllete entre la masa y disfruta como nunca. Sebas y Farala
Fotos: Fib