El periodismo no es objetivo, porque es difícil conseguir que el periodista sea objetivo. Esto no es solo una afirmación de cajón para cualquiera que tenga dos dedos de frente, sino que también es una de las primeras lecciones que un periodista aprende en la Universidad. El periodismo no es objetivo porque el periodista siempre cuenta con un bagaje, con una opinión y con una forma de ver las cosas que son inherentes a su persona. En su mano sí está, no obstante, tratar de ser lo más imparcial posible, y presentar con criterio de equidad y ecuanimidad todas las caras presentes en una misma noticia. Incluso la que no les gusta, que incluso puede llegar a despreciar. ¿Hay acaso alguna forma objetiva de contar el Holocausto? ¿La guerra en Siria? ¿El drama del Sahel? No, no la hay. Pues lo mismo pasa con la política.
Para los que seguíamos a Ana Pastor cada mañana, en Los Desayunos de TVE, sabemos de sobra que no era objetiva. Por supuesto que no lo era, ningún periodista lo es. Pero sí había un cierto ánimo de imparcialidad en su tertulia, en la que tan pronto acogía a Redactores Jefe de El País, como de Interviú, como de La Razón o ABC. Y, para sorpresa de muchos televidentes mañaneros, algunos de ellos, pese a trabajar en los medios más rancios que nos podemos imaginar, nos han sorprendido para bien. ¿Quién no es fan de Esther L. Palomera en cuanto oye las primeras palabras que salen de su boca? ¿Alguien le ha echado un ojo a la tertulia de Isabel San Sebastián (que antes dirigía Curry Valenzuela) en Telemadrid alguna vez para certificar la imparcialidad de los contertulios?
Por otro lado, Los Desayunos nos permitían a muchos estar al tanto de noticias que, generalmente, se escapan de la agenda de los medios de comunicación. Diariamente Pastor daba noticias sobre las hambrunas que asolan África, y no siempre desde su peor perspectiva: para demostrarlo, ahí está la entrevista a Jorge Muñoz, un pediatra balear capaz de contar, no solo con entereza sino también con humor, algunas de las vicisitudes que se encontró como cooperante en El Chad. Y eso que muchas eran tan duras que resultaba (y resulta) difícil contener las lágrimas.
Pero no era la «agenda alternativa» lo que molestaba a ciertos sectores de según qué partidos. La quemazón con TVE del Partido Popular venía de mucho antes, pese a que la legislación que controlaba el Ente público en ese momento obligaba, para elegir al Presidente de la Corporación, a contar con una mayoría de dos tercios en el Congreso, intentando eliminar la utilización partidista de los medios de comunicación públicos. Con estos datos suena extraño, cuanto menos, que el Partido Popular se quejase continuamente por la falta de objetividad e imparcialidad en los Servicios Informativos de la cadena, cuando estaban controlados precisamente por personas a las que el mismo PP había dado su aprobación. Sonado fue, por ejemplo, el rifirrafe de Maria Dolores de Cospedal con la misma Ana Pastor sobre este tema.
Porque lo más «peligroso» de Ana Pastor no es otra cosa que se empecina en que los políticos respondan a sus preguntas, no a lo que ellos quieren responder. Y eso, en el país en el que vivimos actualmente, es algo que desafortunadamente no abunda. Muchos han acusado a la Pastor de querer ser la protagonista, olvidándose de que de hecho, en una entrevista cara a cara entrevistador y entrevistado comparten protagonismo: tan importante es que uno haga buenas preguntas como otro que responda correctamente. En ese sentido, Ana Pastor ha tenido para todos: para Bono, para Celia Villalobos, para Esperanza Aguirre… e incluso para Rubalcaba y Pajín. No se despide a Pastor por ser tendenciosa o parcial, se despide a Pastor porque es incómoda.
¿Es esto el fin de Televisión Española? Obviamente no. Probablemente sí es el fin de unos Servicios Informativos públicos impecables y que incluso han recibido premios, méritos y aplausos de índole internacional, y de un servicio que se ha mantenido como líder de audiencia de forma sostenida en el tiempo. ¿Son líderes de audiencia Telemadrid, Canal 9 o Canal Castilla La Mancha? No, en absoluto, pero aunque sean televisiones autonómicas, han conocido tiempos mejores… o podrían mirarse en el espejo de TV3. ¿Es ese el modelo que se nos quiere imponer? Está por ver, y los últimos nombramientos no son nada halagüeños en ese sentido.
Pero sin duda, lo más peligroso es el desgaste de imagen que está sufriendo la cadena. Muchos esperábamos que se cumpliese aquel «perro ladrador, poco mordedor» y que al final el PP no destituyese a Ana Pastor de puro evidente y por vergüenza torera. Pero sí, lo han hecho, y las reacciones de medios de comunicación como The Guardian o la misma BBC no se han hecho esperar. ¿Por qué cambiar algo que funciona? ¿Por qué derogar una ley que asegura el correcto funcionamiento y gestión de la televisión pública de forma independiente? ¿Dónde vamos a ver las noticias ahora? Si Ana Pastor recibe de verdad una oferta para trabajar en otra cadena, ¿podrá mantener el nivel de los invitados? Y lo peor: para una vez que un programa serio consigue tener un perfil eminentemente joven de audiencia, lo quitan. Luego ponemos el grito en el cielo, porque a esta juventud no hay quien la entienda.