Ya sin una sola gota de agua cayendo del cielo y con bastante más público, el YouFest celebró en Madrid su última jornada, de nuevo con un cartel que de tan versátil rozaba lo insólito. La jornada la arrancamos con el concierto de Battles, que continúan girando con ‘Gloss Drop‘ con la misma fórmula: trío de instrumentistas bordeando -sin llegar a pasarse- lo salvaje, y tirando de proyecciones de los vocalistas especialmente grabadas para la ocasión en las canciones que requieren de ello, como ‘Ice Cream’ (Matias Aguayo) o ‘My Machine’ (Gary Numan). Un acierto absoluto con el que han logrado que ya casi nadie se acuerde de la marcha de su antiguo líder Tyondai Braxton. El grupo explicó que esta era la última vez que se representaba ese set y que de alguna manera se sentían como en un funeral. Después de esto introdujeron una canción más, pero fueron avisados por la organización de que tenían más tiempo, por lo que parece que decidieron vengarse ofreciendo el tema más árido de todo su concierto, estirado hasta la saciedad, provocando cierta espantada y dejando un sabor de boca ligeramente peor que el que habían tenido hasta entonces, que había sido de lo mejor del festival.
La gala youfestera estrella de la noche arrancó esta vez con el indio Daler Mehndi, aunque la cosa no despuntó hasta que apareció Wendy Sulca, que había vuelto a actuar en solitario por la tarde, interpretando esta vez -que una nueva repetición de ‘La tetita’ y ‘Cerveza’ habría sido un exceso- una versión en spanglish de ‘Like a Virgin’ de Madonna. Celebrada como si fuera uno de sus hits, consolidó a Wendy como una de las revelaciones del festival a juzgar por los vítores del público. Peor suerte corrieron Vazquez Sounds, unos niños sin demasiada gracia ni sustancia que se han hecho famosos haciendo una versión de ‘Rolling In The Deep’ de Adele. Su cantante salió al escenario sin voz, sin micro que le funcionara correctamente o posiblemente una mezcla de ambas, por lo que su show pasó completamente sin pena ni gloria. Al menos duró 5 minutos y sirvió, ya que la música sí se oía, para recordarnos que esta canción es ya un clásico. Tanto como la ‘Lambada’, que sonó a continuación interpretada por los Kaoma de la actualidad, si bien su unión en el último minuto con el hit de Jennifer Lopez que la samplea, resultó un tanto «epic fail» y no logró entusiasmar a los asistentes.
Quienes pensaran que el cartel de la gala del sábado era más flojete se equivocaron, porque cuando Shakiro salió al escenario clavando la voz de Shakira (¿es él quien canta como una chica o ella la que canta como un hombre?), se repitieron las altas cotas de surrealismo y diversión alcanzadas el día anterior. Shakiro titubeó un poco durante su versión de ‘Suerte’ y no llegamos a disfrutar del todo de su «suerte que mis pechos sean pequeños y no los confundas con montañas», pero se creció por completo cuando Kaoma volvían al escenario para realizar una versión conjunta de ‘Waka Waka’. Ver a Shakiro con Kaoma mientras las pantallas mostraban a la Selección Española marcando goles (Piqué incluido con toda la malicia del mundo) podría considerarse sin pestañear uno de los mejores cierres de verano de la historia. Menos interesante fueron el larguísimo set de tenor de Paul Potts, sobre todo para los que no seguimos los realities anglosajones, y la broma de Los Manolos.
El plato fuerte del escenario antes de la llegada de Underworld era el concierto de Rick Astley con su propia banda: nada de playbacks enlatados que igual habrían funcionado igual de bien. Un tanto anaranjado, pero muy divertido, Rick Astley comenzó el concierto con la espléndida ‘Together Forever’. Rick ha dejado caer en multitud de entrevistas que sabe perfectamente dónde está y de qué va este regreso, bromeando con las canciones que interpretaba que sólo conocerían sus fans femeninas «y algún chico» (sic) de las primeras filas -que allí habían estado guardando sitio-, y atreviéndose a presentar alguna canción nueva (!) con guitarra acústica. Hubo muchas risas en torno a su actuación, pero el cierre del concierto con ‘Whenever You Need Somebody’ y ‘Never Gonna Give You Up’, la mayor perfección pop en mitad de 1987, fueron un buen homenaje a la grandeza del trío Stock Aitken Waterman, que no se reivindica tan a menudo después de todo.
La noche en el Matadero acababa con Underworld, cuyo concierto estuvo protagonizado por el cantante Karl Hyde, que a sus 55 años no dejó de hacer poses en el escenario en la primera línea, subido en todo tipo de lugares, e incluso detrás de sugerentes cortinas, como si fuera un bello post-adolescente de Bel Ami. Realmente fascinante e hipnótico. Bravo por él. En cuanto a lo musical y a lo visual, Underworld ofrecieron el esperable espectáculo excelente, sin renunciar a la esperada ‘Born Slippy’ -himno generacional-, pero haciendo brillar también canciones de su infravalorado último álbum. Fue el caso de ‘Always Loved A Film’ o ‘Scribble’, que pusieron en pie a todo el mundo.
Tras el cierre del Matadero era el momento de trasladarse a La Riviera, donde ya actuaba Delfín Hasta El Fin, esta vez con un set más largo que el día anterior, pero donde volvió a ser protagonista ‘Torres gemelas’, coreada por el público hasta la saciedad, y bailada ya con la tranquilidad que da el techo de una sala. También repetía con set más largo Chimo Bayo, lo que dio lugar a que pudiéramos escuchar una ‘Tía Enriqueta’ que, de puro pegajosa, nos pasamos cantando el resto del fin de semana. Tras su despedida «¡Hasta siempre: uh-ah!», posterior a ‘Así me gusta a mí’, era un poco extraño tragarse un concierto de media hora de drum & bass completamente en serio por la gracia de Netsky. Sin embargo, terminó entreteniendo, a pesar de la saturación en el mercado de su estilo.
Diplo era la solución para esta mezcolanza, alternando como siempre el factor kitsch con lo que mola de verdad. El musculado ex de M.I.A. salió al escenario acompañado de cuatro bailarines (dos chicos y dos chicas) que no dejaban de hacer posturitas simulando sexo barato y putiferio máximo de hombre con hombre, mujer con mujer y todo lo contrario. Cuando empezaban a aburrir a las vacas se les mandó a casa, Diplo les dio las gracias con ese micrófono del que no se despega aunque él a lo que venga sea a pinchar, y empezó a soltar hits donde se encontraba por supuesto ‘Pon de Floor’, quizá su canción más conocida tras el sampleo de Beyoncé. Mucho vicio, ritmo sin descanso y alguna concesión a las modas (hubo varias al dubstep) en una buena sesión que usamos como despedida de esta extraña cita vivida en la ciudad. ¿Volverá a repetirse? No creemos, al menos por aquí cerca, pero ojalá. Cuánto se nos olvida que la comedia en música es tan digna como en el cine…